TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (13) : LOS ECOS DE LAS PALABRAS

¿Qué es más veloz, la velocidad de la luz o la velocidad de la sombra? Esto nos ha llevado hoy todo el tema de nuestra tertulia. Alguno ha querido dispararse, viajar a la velocidad de la luz y cuando ha llegado, instantáneamente ya se ha encontrado con que había llegado la sombra. Otro se ha puesto en pie para que se reflejara su sombra e instntaneamente ha descubierto que en ese momento casi se le había adelantado la luz a la velocidad de la luz .Entonces luz y sombra se han reconocido inmediatamente y lo que nunca había pasado, las dos palabras se han ido desgajando por completo; las letras de las dos palabras, como si fueran vagones unidos por una pluma, se han ido desenganchado la una de la otra, aislándose y rodando a la velocidad de la luz. Así nos ha ocurrido muchas veces. Las letras en el momento de alejarse y desprenderse las unas de las otras, forman ecos y al fondo de la eternidad hay como una especie de museo de ecos, un museo sonoro, en donde la L de la luz queda solitaria y redondeada, muy cercana al eco de la U, y muy cercana también al eco de la Z. Haendel, el músico,,que estaba ayer junto a nosotros, nos hizo oír el eco de la A en su grandioso ALELUYA y el eco de otra A. muy cercana igualmente, de su grandioso y largo AMÉN. El eco de la A. del ALELUYA de Haendel resonaba por toda la eternidad y entraba por nuestros oídos como si fuéramos catedrales, con sus vidrieras, capillas y espacios, y los que escuchamos hace mucho tiempo y en el pasado el impresionante y vigoroso Aleluya, ahora, al oír sólo su eco, el ALELUYA poseía una fuerza distinta, como si la A repetida nos tragase a todos, nos envolviese, y lo mismo con el AMEN que tenía una A. interminable, un eco cadencioso que ascendía y descendía continuamente, que se multiplicaba en matices, en voces, como una serpiente de tonos y de flores.
Algunos se han tapado los oídos. Yo no. Yo he escuchado encantado ese concierto de los ecos al que no había asistido nunca.

José Julio Perlado

( del libro ‘Relámpagos”) (relato inédito)

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(Imagen- wikipedia)

CAFETERÍA

De pronto se da cuenta de que ya no queda nada en la copa, de que un precipicio se levanta hasta su boca. Las mesillas de mármol se van flotando como un témpano. Solo los espejos hacen cucamonas a los espejos, solo ellos. creen en la infinitud.

Es el momento de irse, sin esperar al salto asesino de la araña. De noche será posible volver para observar a través de la descuidada reja el fantasmagórico matadero del mobiliario. Brutalmente asesinadas sillas y mesillas yacen de espaldas estirando sus patas hacia un cielo de cal.

Zbigniew Herbert- Prosa poética

(Imágenes—Rothko- wikipedia)

EL ÁGUILA

Se agarra al peñasco con sus garras;

cerca del sol en tierras solitarias,

allí permanece, en las celestes áreas.

El arrugado mar bajo ella se arrastra,

desde su fortaleza el mundo vislumbra,

y a su antojo como rayo se lanza.

Alfred, Lord Tennyson

(Imagen – wikipedia)

LA ESTRELLA DE DAVID

“Durante una visita que hice en 1961 a Provincetown, Massachuetts —cuenta Steve Lacheen y lo recoge Paul Auster—compré una Estrella de David única, hecha a mano, con su cadena. La llevaba siempre colgada al cuello. En 1981, la cadena se rompió mientras nadaba en una playa de Atlántic City y la perdí en el mar. En las vacaciones de Navidad de 1991 entré a curiosear en una tienda de antigüedades de Lake Placíd, en Nueva York. Iba con mi hijo, que entonces tenía quince años, y él se fijó en una joya expuesta allí. Me llamó para enseñármela. Era la Estrella de David que el océano se había tragado diez años antes.”

(Imagen- wikipedia)

TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (12) : SENTADOS SOBRE EL MAR

Hoy hemos estado sentados sobre el mar. Concretamente sobre unas algas azules y otras verdes, algunas de color pardo, mientras nos explicaba el inglés Ommanney muchos secretos del océano que, aquí, en la eternidad, quizá porque siempre hemos pensado que la eternidad pudiera ser solo aire, o tierra, o simplemente espacio, no podíamos imaginar que también fuera agua, agua infinita, llanuras y cuevas, corrientes y cuencas, orillas interminables, esponjas, arrecifes. Y también algas. Nos hemos sentado sobre las algas a escuchar. Entonces nos han ido explicando por qué el agua del mar es salada, el origen del agua del mar, su transparencia, la fertilidad del mar, la sucesión de las temperaturas, por qué las aguas siempre están en movimiento. Y todo esto lo hemos escuchado sobre un mapa de algas de mil colores; algunos, lo sé bien, recordarían sus tardes pasadas en que contemplaban reflejos en el agua al caer la tarde; otros quizá temblando por si algún alga podía moverse.

Pero los que se han ido colocando sobre plantas acuáticas — como por ejemplo la hierba centella o el jacinto de agua —-estaban tan distraídos con los colores y las hojas sumergidas que no tenían ningún miedo de moverse ni incluso de ponerse de pie sobre las plantas, como en el caso de la flor de loto con sus hojas flotando sobre el agua y su color verde tenue. Es una flor grande y solitaria, con numerosos pétalos color rosa- rojo- carmín y, según dicen, aunque yo no lo he comprobado directamente, perfumada. Pero todos hemos estado impresionados por poder pasearnos sobre las plantas acuáticas y sobre todo por estar tantas horas — muchas— sentados sobre el mar.

José Julio Perlado

(Del libro “Relámpagos”) (relato inédito)

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(Imágenes- 1- wikipedia/ 2- flor de loto – wikipedia/ 3- Pierre Bonnard)

CÓMO SERÁ EL SIGLO XXl

¿Cómo será estéticamente el siglo XXl? ¿Cómo es ya? Algunos autores han intentado resumir a su manera sus últimos siglos. El francés Julien Gracq, por ejemplo, hablando del siglo XlX , escribe: “ En la larga historia de la creación estética, hay un periodo no comparable con casi ningún otro, un período de poco menos de un siglo, que se extiende, muy aproximadamente, entre 1800 y 1880. En él se suceden, y muy concretamente en la poesía, con intervalos muy breves, una serie de creadores de primer orden(… ) Mi siglo, en el pasado, — sigue diciendo Gracq—, es el del diecinueve, que empieza con Chateaubriand y se prolonga hasta Proust, que viene a acabarlo algo más allá de las fronteras históricas, como Wagner vino él mismo a acabar con el romanticismo. El siglo XlX es de naturaleza profética : alcanza unas profundidades adivinatorias sobre las que el siglo XVlll no tuvo ni idea, pues lo iluminaba todo y no adivinaba nada.”

¿Pero cómo será estéticamente el siglo XXl?

{Imágenes— 1- Pollock- Barcelona gallery com / 2- Pollock- mural 1932 – foto Pollock)

4 DE ENERO 1933 : LA CASA DE LAS SOMBRAS

“Cuando sostengo en el hueco de mi mano, como usted puede ver— le  dijo el joven escritor japonés a Hisae Izumi —un cuenco de sopa, nada me resulta más agradable que la sensación de pesadez líquida que experimento en mi palma. Hoy se sigue sirviendo la sopa,  como usted ahora mismo comprueba, en un cuenco de laca, ya que un recipiente de cerámica no da esas satisfacciones. Y sobre todo porque, en cuanto levantas la tapa el líquido encerrado en cerámica te revela inmediatamente su cuerpo y su color. En cambio, desde que destapas un cuenco de laca hasta que te lo llevas a la boca, experimentas el placer de contemplar en sus profundidades oscuras un líquido cuyo color apenas se distingue del color del recipiente y que se detiene, silencioso, en el fondo. Imposible discernir la naturaleza de lo que hay en las tinieblas del cuenco, pero tu mano percibe una lenta oscilación fluida que cubre los bordes de ese cuenco y que te dice que hay un vapor, y el perfume que exhala de ese vapor ofrece un anticipo antes de que te llene la boca.”

Así hablaba el joven escritor japonés sentado en aquella mesa del comedor de la casa de Kioto junto a Hiase Izumi en los primeros días de enero de 1933. Hablaba como un libro porque él era el libro y Hisae veía el libro abierto sobre la mesa. Nunca había comido con un escritor que escribiera y hablara a la vez mientras comía, unas veces hablaba y otras veces comía e iba escribiendo al lado de aquel cuenco de sopa su libro, “El elogio de la sombra”, que estaba sobre la mesa y que era un cuaderno grande que ocupaba media mesa y que casi instantáneamente se lo iba leyendo a Hisae en voz alta como si acabara de escribirlo en el aire. Por eso las palabras del escritor eran muy literarias, salían de los sentimientos de las letras en cuanto defendían a la sombre, y ella recordaba muy bien las lejanas y abundantes ocasiones en que Hisae —- en clases en Japón y en charlas en Europa —- había también hablado de la sombra como una característica de Japón e igualmente de su amor en cierto modo por la penumbra. Ocurría esto en 1933 ya que Hisae en uno de esos días de enero había sido invitada por el escritor no sólo para comer sino para enseñarle su casa, y a la vez leerle el nuevo libro que estaba escribiendo, pero de una manera especial, es decir, mostrándole de viva voz cómo iban gestándose los argumentos, las teorías y hasta los párrafos. El escritor hacía poco tiempo que había querido construirse aquella casa y presumía de sus aciertos.

“ La belleza de esta habitación  donde estamos, por ejemplo — siguió diciéndole el escritor  a Hisae a la vez que comía y que continuaba leyéndole las páginas del libro —, está producida, como usted ve, por un juego de opacidad de la sombra y no necesita de ningún accesorio. Cuando vienen por aquí los occidentales a verme se sorprenden de esta desnudez y piensan que están únicamente ante unos muros grises y desprovistos de cualquier ornamentación, interpretación totalmente legítima desde su punto de vista, pero que demuestra que no han captado en absoluto el enigma de la sombra.  En la casa japonesa, añadió el escritor, como usted sabe bien, las paredes se pintan de tonos neutros y se huye de adornos. Solamente existe el “tokonoma”, el pequeño espacio donde se cuelgan algunos rollos desplegables, pero no se entiende eso como espacio decorativo en sí mismo ; su atractivo reside en el juego de luz y sombra que produce, como un elemento que ayudanü a la luz desde la penumbra para modelar los objetos o para dar a la sombra un sentido de profundidad.”

Al finalizar la comida el joven escritor — aún no había cumplido los cincuenta años — quiso invitarla a conocer la  casa. Pero antes le dijo, o más bien le leyó aún cosas del libro: “Habrá notado, (si ha estado usted por allí, le dijo), que los occidentales utilizan para comer utensilios de plata, de acero, de níquel, que pulen hasta sacarles brillo, mientras que a nosotros nos horroriza todo lo que resplandece de esa manera. Nosotros también utilizamos hervidores, copas, frascos de plata, pero no se nos ocurre pulirlos como hacen ellos. Al contrario, nos gusta ver cómo se va oscureciendo su superficie y cómo, con el tiempo, se ennegrecen del todo. No hay casa japonesa donde no se haya regañado a alguna sirvienta despistada  por haber bruñido los utensilios de plata, recubiertos de una valiosa pátina”. 

Seguía hablando como un libro porque él era el libro. Llevaba el gran cuaderno en la mano con “El elogio de la sombra” y se detenía en cualquier parte de la casa, de pie o sentado, para escribir y a la vez para hablar con Hisae y para volver luego a caminar enseñándole las habitaciones. Así fueron pasando ante las mamparas correderas opacas , la veranda, la estancia familiar, incluso la cocina y el baño; el escritor le enseñó el suelo decorativo y la escalera aparador. Hisae contemplaba todo aquello, que en líneas generales conocía muy bien, pero lo que más le atraía era aquella combinación de la voz del escritor leyendo su libro mientras lo escribía y a la vez los interiores de la casa que iba viendo.. Una experiencia mágica, se decía Hisae, caminar por dentro de una casa y caminar también y a la vez por dentro de un libro.

“No es que tengamos los japoneses, como usted sabe bien, — siguió el escritor leyéndole a Hisae— ninguna prevención a priori contra todo lo que reluce, pero siempre hemos preferido los reflejos profundos frente al brillo superficial y gélido. Aquí, por ejemplo, en esta habitación donde estamos, hubo en su momento una lámpara con luz eléctrica en forma de linterna que daba una impresión de nocturnidad, pero cuando yo sustituí la lámpara por un candelabro aún más oscuro y pude observar las bandejas y los cuencos a la luz vacilante de la llama, descubrí entonces en los reflejos de las lacas, profundos y espesos como los de un estanque, un nuevo encanto totalmente diferente.”

Por tanto, el escritor no hablaba a la manera corriente, es decir, en un lenguaje sencillo y coloquial, sino que lo hacía a la manera literaria, con sus apartes y oraciones secundarias, con sus inflexiones, sus adjetivos, porque hablaba a la manera de la prosa y de la descripción que iba haciendo, en muchos párrafos matizada por las modalidades del lenguaje.

“Quisiera hacerle ahora — le dijo el escritor sentándose en el suelo de una de las habitaciones y continuando leyendo el libro que estaba escribiendo —una observación respecto al color de la oscuridad que normalmente rodea a una blancura. No sé ya cuándo, hace años, llevé a un visitante procedente de Tokio a un comercio y allí  percibí, sólo una vez, cierta oscuridad cuya calidad no pude olvidar. Era una vasta sala que se llamaba, creo, la “sala de los pinos”, destruida posteriormente por un incendio; las tinieblas que reinaban en aquella habitación inmensa, apenas iluminada por la llama de una única vela, tenían una densidad de una naturaleza muy diferente a las que pueden reinar en un salón pequeño. Cuando entré en la sala, una criada estaba arrodillada colocando el candelabro ante un gran biombo; detrás de ese biombo que delimitaba un espacio luminoso de dos esteras aproximadamente, caía, como suspendida del techo una profunda oscuridad, densa y de color uniforme, sobre la que rebotaba, como sobre un muro negro, la luz indecisa del candelabro, incapaz de reducir su espesura. ¿Ha visto usted alguna vez “el color de las tinieblas a la luz de una llama”? Están hechas de una materia diferente a la de las tinieblas de la noche en un camino y, si me atrevo a hacer una comparación, parecen estar formadas de corpúsculos como de una ceniza tenue, cuyas parcelas resplandecieran con todos los colores del arco iris.

Pero ¿por qué esta tendencia entonces a buscar lo bello en lo oscuro que sólo se manifiesta con tanta fuerza entre los orientales? Hasta hace no muchos siglos en Occidente tampoco conocían la electricidad, el gas o el petróleo pero, que yo sepa, nunca han experimentado la tentación de disfrutar con la sombra; los colores que a nosotros nos gustan para los objetos de uso diario son estratificaciones de sombra: los colores que ellos prefieren condensan en sí todos los rayos del sol. Nosotros apreciamos la pátina sobre la plata y el cobre; ellos la consideran sucia y antihigiénica, y no están contentos hasta que el metal brilla a fuerza de frotarlo. En sus viviendas evitan cuanto pueden los recovecos y blanquean techo y paredes. Incluso cuando diseñan sus jardines, donde nosotros colocaríamos bosquecillos umbríos, ellos despliegan amplias extensiones de césped.”

Podríamos seguir — dijo el escritor cerrando su cuaderno “El elogio de la sombra” y dejando de escribir —-,pero no quiero cansarla. Muchas cosas ya las sabía usted, estoy seguro; pero quizá con lo que le he dicho ha descubierto más cosas hoy.

José Julio Perlado

(del libro “Una dama japonesa”) ( relato inédito)

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(Imágenes— 1,2, 3 , 4 y 5- wikipedia/ – 6- ilustración para “la historia de Genji “)

LOS ESTANTES MÁS ALTOS

Me pregunté muchas veces — decía el narrador de Carlos María Domínguez — por qué conservo libros que sólo en un futuro remoto podrían auxiliarme, títulos alejados de los recorridos más habituales, aquellos que he leído una vez y no volverán a abrir sus páginas en muchos años.¡Tal vez nunca! Pero cómo deshacerme, por ejemplo, de “Él llamado de la selva” sin borrar uno de los ladrillos de mi infancia, o “Zorba”, que selló con un llanto mi adolescencia, “La hora veinticinco”, y otros tantos hace años relegados a los estantes más altos, enteros, sin embargo, y mudos, en la sagrada fidelidad que nos adjudicamos.

(en el día de las bibliotecas)

( Imágenes- 1- la Cámara Radcliffe de la biblioteca circular de Oxford- la Vanguardia / 2- Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos ( terceros) (la Vanguardia)

LA PREGUNTA QUE LLEVA A OTRAS PREGUNTAS


La pregunta de cómo encontrar la cura de enfermedades mortales— recuerda Alberto Manguel —suscita la pregunta de cómo alimentar a una población que no deja de crecer y de envejecer; la pregunta de cómo desarrollar y proteger una sociedad igualitaria suscita la pregunta de cómo impedir la demagogia y la seducción del fascismo; la pregunta de cómo crear empleo para desarrollar la economía suscita la pregunta de cómo la creación de esos empleos puede tentarnos a ignorar el respeto a los derechos humanos y a la forma en que puede afectar al mundo natural que nos rodea; la pregunta de cómo desarrollar tecnologías que nos permitan manejar cada vez más información suscita la pregunta de cómo acceder, depurar y no abusar de esa información; la pregunta de cómo explorar el universo desconocido suscita la incómoda pregunta de si los sentidos humanos son capaces de comprender lo que descubramos en la Tierra o en el espacio exterior.

(Imágenes—1- Rothko/ 2- Monet- Sauce llorón)

LECTURA DE LA ESCRITURA

Quédate ahora, lector, sobre tu banco,

meditando en aquello que sugiero,

si quieres disfrutar y no cansarte.

Te lo he mostrado: come ahora tú de ellos;

que a ella reclama todos mis cuidados

esa materia de que soy escriba.

De la naturaleza el gran ministro,

que la virtud del cielo imprime al mundo

y es la medida, con su luz, del tiempo;

a aquella parte arriba mencionada

junto, giraba por las espirales

que le traen cada día más temprano;

y yo estaba con él; mas del subir

no me di cuenta, como aquel que nota,

tras la idea, de dónde le ha venido.


Dante

( Imágenes- 1- Rotchko/ 2- Pollock- maxdent)

EL PRIMER RETRATO

Cuenta Plinio el Viejo en su libro “Historia Natural” la leyenda griega sobre el principio del dibujo asociado al concepto de luz y de sombra:
“Todo ocurrió — dice— hace unos 600 años A.C. Una joven corintia muy enamorada, desesperada por la inminente partida de su amor al extranjero, vio con ojos nuevos la sombra que del perfil de su amado formaba la luz de una vela en la pared. La muchacha repasó con carboncillo el perfil de la sombra para quedarse así con la imagen de su amado. De esta manera había nacido el primer dibujo y el primer retrato.”
(Imagen – Katharine Hepburn)

TEXTOS A LO LARGO DEL TIEMPO

Tengo la experiencia de que textos empezados tienen su acomodo a lo largo del tiempo, como ocurre, por ejemplo, con cuentos que he escrito y que han tardado incluso años en terminarse. Son mundos distintos.En cada uno de los cuentos hay que meterse de una forma diversa. Pero lo positivo, creo, es que no he dejado de trabajar, de crear. Me acuerdo mucho de los pintores, que pasan de un lienzo a otro, lo retoman, lo retocan, tienen abiertos y empezados varios a la vez.  Eso no sé si es bueno o malo, pero indica trabajo, indica que la imaginación está en ebullición, y que uno sigue creando. Veremos cómo acaban esos cuentos empezados

Por otro lado, ¡qué gran cosa conservar anotaciones antiguas! Repaso numerosos cuadernos pequeños de hace muchos años y encuentro en ellos ideas o esbozos para cuentos. El cuaderno al que me refiero  — que pone en su pequeña tapa azul: ” Ideas importantes” —tiene anotaciones de los años 1995, 1996 y 1997 es decir, de hace muchos años Allí encuentro, entre muchas otras  cosas que ya he aprovechado para distintos libros, referencias de lecturas,  fichas sobre obras, etc,  pero sobre todo esbozos desarrollados para un mundo de trabajo. Es el inicio de una creación que hay que perfilar y terminar.

José Julio Perlado

(Imágenes—- 1 y 2 – Pierre Bonnard- wikipedia)

HISAE IZUMI Y EL FÉNIX DE UTAMARO

Un relato de 1804 cuenta la historia del gran pintor japonés Utamaro Kitagawa  arrodillado ante un muro y queriendo dibujar en él un enorme ave fénix. Absorto, Utamaro comenzó a trazar en la pared el inmenso plumaje rojo del ave mitológica, añadió al tinte anaranjado un amarillo incandescente, y muy despacio y con la punta de su pincel, fue afilando el gran pico del animal hasta curvarlo y retorcerlo en el espacio. Apartó luego las mangas de su kimono para pintar con más soltura e inclinándose aún más fue marcando el poderío de las garras, las extendió puntiagudas y al fin, con enorme cuidado, quiso abrir un punto negro en el centro del ojo del gran fénix, que de repente le miró enfurecido.

Aquello Hisae lo vivió intensamente. Esos primeros años del siglo XlX  los quiso pasar visitando varias ciudades, entre ellas Tokio ( entones Edo), entrando en talleres de artistas e intentando aprender  cada vez  más sobre la estampa japonesa. A lo largo de una de esas semanas estuvo varios días en el taller de Utamaro. Se dedicó a contemplar cómo él pintaba el Ave Fénix.  Sentada en el suelo, sin moverse apenas,  observó el movimiento de los pinceles sobre la pared, ante un muro grande y blanco y con un suelo amarillo donde  se apoyaban las rodillas de Utamaro, que en los descansos de la pintura le explicaba a Hisae su fascinación por aquel ave grandiosa y mitológica que era el Fénix, un ave  del tamaño de un águila y adornada con ciertos rasgos del faisán. Le contaba Utamaro a Hisae varias leyendas que él conocía sobre aquel pájaro: una narraba que cuando el fénix veía cercano su fin, formaba un nido de maderas y resinas aromáticas que exponía a los rayos del Sol para que ardieran y en cuyas llamas se consumía. Otra, que el pájaro ponía un único huevo que empollaba durante tres días, y al tercer día el fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo el mismo ave fénix, siempre único y eterno. Y esto ocurría, señalaba Utamaro, cada quinientos años.

“Pero yo estoy aquí — añadió Utamaro inclinándose otra vez  sobre sus pinceles — para que esto no ocurra. Al menos, a través de mi pintura”. Entonces se puso de nuevo a  pintar, estirando mucho el brazo derech y fue trazando el plumaje del pájaro, las alas de color escarlata y el cuerpo dorado.

Utamaro era un hombre pequeño, con una calva poderosa y un cuerpo potente y con unos brazos firmes y a la vez delicados. Amaba el trazo libre y gracioso que dedicaba a sus estampas, cuya seguridad para hacerlo la había heredado de sus antiguos maestros. La técnica a su vez la había aprendido de los monjes, y a pesar de su virtuosidad pretendía en ocasiones pasar por un ser anónimo, pero siempre se le reconocía gracias a la elegancia de sus diseños y al tratamiento que daba a sus personajes, y por la expresión y calidad de sus estampas en donde destacaban la belleza de las figuras femeninas y sus ropajes.

Durante muchos días estuvieron hablando los dos, Hisae y Utamaro. Hablaba y hablaba Utamaro y Hisae le escuchaba atentamente sentada allí en el suelo del taller, interesada por muchas cuestiones sobre el arte de la estampa, o cómo ,por ejemplo, se escogía el papel como soporte y la variedad de los motivos, también del colorido de los biombos, kimonos y abanicos, de cómo se inspiraban los artistas en los textos de los grandes libros clásicos, de su relación con los comerciantes de estampas entre los cuales se mezclaban los editores, de los ‘narradores ambulantes” de historias, de las ilustraciones para libros escogidos como ocurría con “Los cuentos de Ise”, de la unión entre pintores, grabadores y escritores para dar mayor vitalidad al arte de la estampa.

Así estuvieron muchos días hablando. Él pintaba y ella escuchaba y a la vez aprendía. Hasta una tarde de mayo en que sucedió algo extraño.


Utamaro de pronto se detuvo en su trabajo. No sabía cómo acabar el dibujo del Fénix. Estuvo mirando detenidamente la pared, las garras del animal, la fascinación de los colores. Y hubo un momento en que le confesó a ella:

— No sé cómo acabar este Fénix.

Y en una sorprendente confesión, añadió:

— Llevo siempre conmigo una carta muy antigua. Una carta que recibí hace muchos años. Casi un manuscrito..Al menos tiene cuatrocientos años. Es de 1420. No sé cómo llegó hasta aquí.

Y la tomó del suelo, donde aparecía muy doblada, y la leyó impresionado.

—Aquí señala cómo puedo acabar con el dibujo del Fénix. Es de una tal Hisae Izumi

¿Hisae Izumi? — dijo Hisae —- La carta es mía. Esa soy yo.

José Julio Perlado

(del libro “Una dama japonesa”) ( relato inédito)

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( imágenes— 1- Utamaro 1796 – wikipedia/ 2-Utamaro – wikipedia/ 3-Utamaro – wikipedia/ 4- kataka com / 5 – Toni kiyonaga 1786-foyo wikimedia com)

VIVIR OTROS MUNDOS

Uno de los prodigios más asombrosos de la vida humana — dice Emilio Lledó — , de la vida, de la cultura, lo constituye esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensamientos que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la triturada experiencia social y sus, tantas veces, pobres y desrazonadores saberes. Los libros son puertas que nadie podría cerrarnos jamás, a pesar de todas las censuras. Sólo una censura sería realmente peligrosa: aquella que, inconscientemente, nos impusiéramos a nosotros mismos porque habríamos perdido, en la sociedad de los andamiajes y los grumos mentales, la pasión por entender, la felicidad hacia el saber. La literatura nos enseña a mirar mejor este mundo de las cosas aún no bien dichas, estos contornos históricos inmediatos de los balbuceos políticos, de los apaños para justificar el egoísmo envilecido, de las trampas para conformarnos a vivir en la desesperanza de que lo que hay ya no da más de sí.

(Imágenes- 1- libreiria del Barrio Latino de Paris/ 2- Cuerpo entre com)

LA MADERA DE LA PROSA

 Lo último que escribo para el libro que voy componiendo poco a poco sobre Japón, lo hago con papel y pluma y luego prosigo ya en word. No suelo reseñar estas cosas sobre mi trabajo, pero ahora sí las quiero dejar dichas aquí porque cada libro, en su concepción y realización, es distinto, y cuando uno escribe un libro diverso al anterior uno se pregunta qué es lo que hizo antes, si escribió el manuscrito o lo hizo directamente en la pantalla. Cada uno tiene su método, pero a mí escribir en un cuaderno me supone crear en bruto lo que quiero ir diciendo y hacerlo allí  con sus inmediatas correcciones a pluma, para más tarde pasar a la corrección reiterada en pantalla, que afina y da más calidad al texto. Siempre pienso lo mismo: que yo soy  como un mero artesano de la madera de la prosa, sentado quizás bajo una escalera, como así ocurría en muchos talleres de zapatero remendón, y que allí , en la concentración y en la soledad y resguardado de todas las miradas, va perfeccionando en lo posible su peculiar artesanía. La labor luego de modificar incesantemente la madera de la prosa y las situaciones hasta que quede todo totalmente encajado,  es fundamental.

José Julio Perlado

(Imágenes- 1 y 2- Hiroshide — wikipedia)

EL TRABAJO DE DOCUMENTACIÓN

Releo “La novela de una novela” de Thomas Mann. Cada vez la documentación es más necesaria y trabajosa.  Pienso nuevamente en Thomas Mann y en sus esfuerzos  de documentación para su «Doktor Faustus», sus estudios sobre música  y sus conversaciones con filósofos y músicos. Con todas las distancias que se quieran, es parecido a cualquier trabajo de investigación. El tema del tiempo en los japoneses, su sentido de la belleza y de lo efímero, tras estudiarlo, se vierte luego en muy pocas líneas creadoras, llenas de invención, pero que necesitan de ese soporte documental para no defraudar y ser auténticas. Cuando descubro, por ejemplo, el sentido de la fragilidad y de lo efímero en la cultura japonesa, las imágenes luego brotan libres e instantáneas;  como las cerezas – siempre es así la investigación -, unas cuestiones atraen a otras, unos libros a otros, y al fin, apartando a un lado los «andamios» de la investigación y del estudio, se escribe la invención que fluye, la que uno inventa y toma aire y cuerpo en la ficción del relato. 
José Julio Perlado

(Imágenes— 1- Utamaro/ 2- Kassamatsu Shiro 1938- bruce gif archive)