LOS TEMAS QUE LE PERSIGUEN A UNO

A mí, durante años, me ha “perseguido” el tema de Japón. Nunca he estado en Japón, creo que nunca iré allí, pero cuando veo la señal de los libros comprados en París, por ejemplo, sobre temas japoneses, me asombra el misterio. ¿Qué pasaba en París en 1969? Pues que yo vivía allí, sumergido en mil asuntos políticos y sociales diversos en razón de mi trabajo profesional. Bajo las arañas iluminadas del Palacio del Elíseo conocí a De Gaulle y a André Malraux, los martes me dedicaba a escuchar a los vietnamitas discutir con los diplomáticos norteamericanos para intentar cerrar las “conversaciones del Vietnam”. Había vivido ya en la orilla izquierda de la ciudad la “ revuelta de mayo del 68” ,había conocido a Cohn Bendit, había visitado varías noches el tumultuoso teatro Odeón de las conversaciones políticas y sociales, había charlado ampliamente en su piso cerca de Notre- Dame con Gabriel Marcel y en las afueras de París con el director de cine Robert Bresson, había visto pasear por la orilla derecha de París a Ionesco, Anouilh, Mauriac y tantos otros, había ido a la librería “ La Hune” a comprar, naturalmente en francés, las “Notas de almohada” de Sei Shônagon, el volumen “La vida de la Corte en el Antiguo Japón” de Ivan Morris, “Historias que ahora pertenecen al pasado’, “La novela de Genji” de Murasaki Shikibu, los “cuentos” de Akutagawa Ryünosuke, los “Cuentos de Ise,”y varios libros más en torno a Japón. ¿ Y por qué Japón? Lo ignoro. ¿Por qué no Israel o Grecia, o China? Un enigma. Nadie en mi familia estaba relacionado con Japón, ningún profesor me había hablado de ese país. Y sin embargo, una atracción misteriosa me llevaba a aquel lugar del que escribiría muchos años después. Las primeras líneas de “Una dama japonesa” que estoy publicando poco a poco en MI SIGLO datan de 2013. Cincuenta y cuatro años después de la compra de aquellos libros en París empecé a escribir sobre Japón. Un largo trecho de noches de lectura paseando entre los abanicos y los kimonos que me dibujaba en voz baja Sei Shônagon mientras me acompañaba con su delicado estilo la gran escritora Murasaki Shikibu.

Montañas, plantas, mares, edificios, cosas que hacen abatir el corazón — me decía Sei Shônagon en voz baja — , flores de árboles, pájaros, insectos, cosas elegantes, cosas de las que uno no se acuerda, ríos, puentes, cosas que era necesario comparar, cosas raras, cosas agradables, alegrías de las repeticiones musicales en la fiesta especial de Kamo, cosas que llevan a la melancolía , cosas de una gracia refinada, cosas que causan estupor, cosas penosas, cosas que ganan al ser pintadas, cosas que dan vergüenza, el número de vestidos, los sobrenombres del bambú, cosas que distraen en los momentos de aburrimiento, cosas que no son buenas para nada, cosas envidiables, el viento, las islas, las danzas, la casa de un funcionario, la nieve, la luna, el encanto de un semblante, cosas que dan confianza, el abrigo de las mujeres, las enfermedades, cosas difíciles de decir, canciones, las visitas en los días de lluvia, las visitas en los días de calor, las rupturas y las reconciliaciones, todo aquello me lo ha ido susurrando durante años desde su almohada Sei Shônagon antes de ponerme yo a escribir. Contar la historia de una japonesa lleva naturalmente su tiempo. Por ello Hisae Izumi es mi gran amiga y con ella recorreré el camino hasta el final.

José Julio Perlado

( Imágenes- 1- estampa japonesa/ 2- pájaro singular japonés/ 3- pájaro singular japonés)