Me pregunté muchas veces — decía el narrador de Carlos María Domínguez — por qué conservo libros que sólo en un futuro remoto podrían auxiliarme, títulos alejados de los recorridos más habituales, aquellos que he leído una vez y no volverán a abrir sus páginas en muchos años.¡Tal vez nunca! Pero cómo deshacerme, por ejemplo, de “Él llamado de la selva” sin borrar uno de los ladrillos de mi infancia, o “Zorba”, que selló con un llanto mi adolescencia, “La hora veinticinco”, y otros tantos hace años relegados a los estantes más altos, enteros, sin embargo, y mudos, en la sagrada fidelidad que nos adjudicamos.
(en el día de las bibliotecas)
( Imágenes- 1- la Cámara Radcliffe de la biblioteca circular de Oxford- la Vanguardia / 2- Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos ( terceros) (la Vanguardia)