RILKE Y RUSIA


Hace veinte años — decía Rilke —pasé algún tiempo en Rusia. Preparado sólo de modo muy general por la lectura de las obras de Dostoievski, en ese país que me hizo sentir como si hubiese llegado a mi verdadero hogar se formó en mí una noción de claridad penetrante Es difícil de expresar con palabras. Quizás fuese algo así: los rusos me enseñaron de mil modos cómo la servidumbre y la aflicción más profundas no ocasionan necesariamente la aniquilación del alma. Hay en ella, al menos en el alma eslava, un grado de resistencia a la sujeción tan alto que incluso bajo la opresión más abrumadora es capaz de proporcionarle una especie de secreto cuarto de juegos, una cuarta dimensión de existencia en la que, por muy angustiosas que sean las condiciones externas, reina una libertad nueva, infinita y verdadera.

(Imágenes—1– San Petersburgo- wikipedia/ 2- rilke- wikipedia)

3 comentarios en “RILKE Y RUSIA

  1. Reblogueó esto en Site Titley comentado:
    ¿Cuál es el sentido de la existencia?, ¿Cuáles son frente a la muerte los valores decisivos? ¿Existe una relación entre el amor y la muerte?
    El mismo dolor del duelo es producto del amor, de la preocupación por los demás, por el paciente mismo. Si alguien viviera en el completo aislamiento, en la total ausencia de compromiso, en la absoluta indiferencia hacia los demás, no experimentaría la pena, la angustia por la muerte de un ser querido.
    Ante esto, el amor al otro en comunicación o con el amado; crea lazos indestructibles e imperecederos, como lo expresa el dramaturgo y filósofo francés Gabriel Marcel: “amar a otro es decirle, tú no morirás” y sin dejar al lado al filósofo del superhombre “todo amor, todo auténtico amor, tiene decía Nietzsche, deseos de eternidad”.

    LA MUERTE AL SEPARARNOS DEL QUE SE ALEJA, NOS ENSEÑA A ACERCARNOS A LOS QUE DEJA.

    La vida es un préstamo, cuya duración no está a nuestro arbitrio. Lo nuestro es el usufructo, ese aprecio por la vida y el disfrutar de ella pero con un sentimiento de desapego, de desprendimiento, de a veces no aferrarnos a lo que tenemos prestado.
    Incluso el arte de morir no consiste en despreciar la vida o huir de ella. La muerte como la vida es don y tarea, pues para Rainer Maria Rilke, el poeta rebelde, el hombre es aquel que gesta y da a luz a la muerte y cada acto humano es parte de esta gestación.

    El majestuoso mito de Orfeo y Eurídice en parte nos enseña que la verdadera presencia de estar con la pérdida de un ser querido o de un mismo paciente, no consiste pues en estar “frente de”, “junta a” o “al lado de”, sino en “ser con”; viviéndose de manera participativa conjunta como un vislumbre de un misterio.

    Se puede tener valor ante la muerte, pero que la muerte sea un valor, parece algo contradictorio; así lo señala Pérez Valera. Por eso mismo, se exploran los valores humanos en la práctica médica cotidiana y la muerte.

    El hombre es un ser axiotrópico: su ser y su quehacer giran alrededor de los valores, pero sobre todo el mismo es un valor. De esta manera podemos considerar los valores de la persona y la persona como valor, ante el drama de la muerte en su polifacética presencia.

    Los valores, no encierran al sujeto en sí mismo, no encierran al médico en una “torre de marfil” donde el paciente clama ser escuchado, sino lo abren a salir de sí para proyectar la propia interioridad en el objeto valioso contemplado.

    De este modo la comprensión de los valores no es un acontecimiento mecánico o automático, sino que exige la colaboración activa del sujeto, ciertas disposiciones o actitudes de la persona: superar la actitud de indiferencia, vencer la inercia conformista, cultivar la sensibilidad al valor con la admiración y el asombro que tan a menudo corre el riesgo de debilitarse, ahondar la vinculación entre ser y valer impulsando al deber- ser.

    Tal parece que el modo de ver la muerte repercute en el modo de ver la vida y más aún la vida de un individuo con algún padecimiento. La vida que comenzó con el llanto, termina con el llanto y se prolonga con el llanto de los seres queridos. Todo lo que se nos da en la vida son bienes prestados. La muerte nos revela la fragilidad humana, la condición menesterosa y enfermiza del ser humano, con sus aspectos positivos; aunque en la práctica solemos captar más bien los negativos, de ahí que produzca dolor, tristeza y angustia.

    La muerte es un crisol que purifica el oro de la escoria, que aquilata lo valioso y volatiza lo efímero. Todo lo que fue apariencia y oropel se torna inconsistente, y resplandecen, en cambio con fulgor los auténticos valores de la vida.

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