VERANO 2022 ( 9) : A LA ORILLA DEL LAGO

A la fresca sombra de los bambúes,

dos monjes de la montaña, sentados,

se enfrascan en su juego de ajedrez.

Nadie los ve a través de la espesura.

Pero de vez en cuando se percibe

el ruido de una pieza que se mueve.

Bai Juyi (772- 846) — “Canto solitario en la montaña”

(Imágenes— 1-Thomas Eakins – 1876–museo metropolitano de Nueva Yor / 2- Aku Maki)

PERFUMES SILENCIOSOS E INVISIBLES

Estuvimos paseando los dos, Bruno Schil y yo, muchas mañanas por aquel largo sótano del Museo. El claustro estaba construido por Cesar Pelli, imitando, o al menos influido, por el que ya existía en el edificio Sabatini de Madrid, en el museo Reina Sofía, y se abría, como ocurría con el de Sabatini, a un patio de amplias galerías abovedadas sostenidas por pilastras de piedra y con vanos abiertos hacia el exterior que permitían regular la iluminación natural. Los bajos del museo iban mostrando todos aquellos espacios de ladrillo abovedados por donde caminábamos los dos, Schil y yo generalmente envueltos por el cercano aroma del Botánico que nos llegaba a mitad de mañana y escoltados también por las velas aromáticas que aquí y allá había distribuido oportunamente el arquitecto argentino. Para mí todo aquello siempre me parecía un gran espectáculo. ¿De qué hablábamos los dos ? De mil cosas. Schil vestía como siempre su limpio blusón amplio, a veces blanco y a veces color tierra, que me recordaba el de un sencillo campesino y con sus ojos pequeños e inquietos, muy movibles, y las guedejas lacias de sus escasos cabellos, con su mentón recortado y pequeño y su corta estatura, parecía, a quien no le conociera, un hombre en apariencia muy insignificante y quizá algo atrabilario en su vestimenta y en sus formas, pero, al menos para mí, un hombre de personalidad singular, casi asombrosa, que me atraía, y a veces hasta me desconcertaba, con su memoria y sus conocimientos.

Yo he llegado a imaginar en ocasiones, pensando en él, si no sería una especie de sabio infravalorado, no sé bien por qué pensaba en todo ello porque en realidad tampoco podría demostrarlo. ¿Sabía usted — me dijo en una de aquellas mañanas — que, igual que existe la Real Academia Española, existe también una importante Academia del Perfume? Yo — añadió —, como simple estudioso y mero apasionado del tema, estoy muy alejado de esa Academia y de sus honores, aunque reconozco el valor y la importancia que tiene una Institución como esa, con sus 23 Académicos que la forman, 16 de Número, 5 de Mérito y 2 de Honor. Cada uno de ellos, añadió, como ocurre con la Academia Española, tiene de alguna forma su sillón, esta vez solamente simbólico, unido a una nota olfativa que es la que define a su persona. Recuerdo que uno de esos académicos, el tangerino Carlos Benaïm, cuyo sillón va unido al poleo, afIrmó un día lo siguiente: “el perfume es una obra de arte silenciosa e invisible que evoca en el ser humano fantasías, recuerdos y emociones.” ¿Y sabe usted por qué dijo eso de ”silenciosa e invisible”? Porque en el curso de los siglos, el olfato —- y por tanto, el perfume — no ha sido suficientemente valorado. Aristóteles, por ejemplo, al hablar de los sentidos, pone siempre por delante la vista y el oído. Y es lógico, y no voy yo a corregir a Aristóteles. Pero el olfato es primordial. Ese académico del que le hablo evocaba, por ejemplo, que el aroma de la flor de naranja le infundía recuerdos de su infancia en Tánger, en su Marruecos natal, cuando caminaba entre arboledas de naranjos. Y también el rocío de agua de flores de naranja que llenaba el aire cuando la gente celebraba fiestas en las calles y saboreaban los pétalos de flores de naranja confitadas, y ese olor se quedó en él para siempre.

Todo el mundo, siguió diciendo Schil, tiene recuerdos unidos a ciertos olores, usted también los tiene. Surgirán de pronto o más tarde, eso depende de muchas cosas, de la espontaneidad y del esfuerzo. Pero no hay que poner demasiado esfuerzo para descubrir esas notas olfativas— que, como en la música, se llaman así, “notas”, (por eso también existe un paralelismo entre música y olfato) — y esas notas olfativas se agrupan en un acorde y varios acordes acaban componiendo una melodía: la melodía del perfume. Recuerdo también a otro académico de esa Institución, Emilio Valeros, cuyo sillón va unido a la lavanda, que insistía en que el perfume era la forma más tenaz del recuerdo y no puedo olvidar la tarde en que visité y paseé largamente por los campos de lavanda en Brihuega, en la Alcarria, cerca de Madrid, unos campos preciosos, llenos de fragancia y de colorido.

José Julio Perlado

(del libro ”La mirada”) (relato inédito)

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

(Imágenes — Botánico de Madrid)

VERANO 2022 (8) : HILOS Y AGUJA EN LA MANO

Hilos y aguja en la mano

de la cariñosa madre.

Túnica que pondrá al hijo

que se marchará de viaje.

Da puntadas muy rápidas:

teme que tarde en volver.

¿Podrá una pequeña hierba

pagar la benigna luz

del sol de la primavera?

Meng Jiao (751- 814)- “Canción del joven viajero”

(Imagen— Liu Weib— 2007– art china gallery hambourg- artnet)

VERANO 2022 (7) : CABALLOS TÅRTAROS

Célebres son los caballos de Dayuan.

Delgados, tienen los lomos

puntiagudos y destacados,

y las orejas afiladas,

semejantes a bambúes cortados.

Con los cascos ligeros como el viento,

son relámpagos.

Voladores y briosos,

te llevan a franquear

inauditas distancias en un solo día.

Puedes confiarles sin recelo tu vida.

Du Fu (712- 770)

(Imagen— Giovanni Boldini- 1980)

EL REGRESO

Intentó meter el calor al fondo de la lavadora pero no era fácil porque era un calor pegajoso por la humedad de las costas y las playas del sur y muy seco en cambio por las montañas del norte. Y cuando metió los caballos que siempre descendían al anochecer y empezaron a dar vueltas y vueltas los cuerpos, las cabezas y las crines entre los remolinos del agua vio que aquel calor persistía, estaba al fondo de la lavadora, no era el sol, tampoco una mancha de sol que se pudiera lavar, tampoco era fuego, no era rojizo, no era el mango del bombero que acude a sofocar la llama, no era el resplandor, tampoco la desnudez del campo devastado, tampoco el humo ni la respiración ni la humedad en la ropa interior del verano , ni siquiera los trajes de baño, porque todo aquello la lavadora lo solía limpiar cada año al volver de vacaciones, se echaban muy pocas tazas de jabón y enseguida la espuma se llevaba todo: pantalones, blusas y conversaciones, tazas que había recogido el camarero, las sombrillas, el sueño matinal, la cesta con los bocadillos, las cremas, las sandalias, toda la arena de las sandalias, el bastón para subir la montaña, las canciones, el vino, las guitarras. A veces había que poner tres o cuatro lavadoras al llegar porque estaba el salón lleno de trastos inservibles, las fotos que había que clasificar, los videos que era necesario editar, los ladridos del perro, las risas, los bostezos, las confidencias, las conversaciones. Todo se lo llevaba la espuma y lo iba retorciendo y dándole vueltas y vueltas dentro del agua y él se sentaba a veces delante de la lavadora para ver pasar trozos de recuerdos deshilachados en donde aparecían nostalgias y planes de verano que se habían deshecho enseguida pero que nunca daban tristeza porque se había pasado bien, asomaban amaneceres en caminos desconocidos, primeros amores, subidas a ermitas inciertas, veleros blancos cruzando el silencio y era emocionante ver retorcerse todo aquello y cómo iba quedando cada vez más blanco cuanto había ocurrido, más blanco, cada vez más blanco.

Entonces, al final, fue sacando toda aquella blancura y la extendió sobre las mesas. Pero el calor persistía, él lo veía al fondo de la lavadora, se resistía a salir. Al fin consiguió sacarlo como pudo. Era un calor intenso, como un tapiz. Tomó unas pinzas, salió al patio interior, y colgó el calor con enorme cuidado sujeto con aquellas pinzas, y el calor se extendió todo a lo largo del patio interior hasta el suelo, hasta los bajos del suelo, y lo hizo como siempre, ardiente e invisible.

José Julio Perlado

(Imagen – wikipedia)

VERANO 2022 (6) : El RÍO Y LA LUNA

Con las crecidas primaverales,

se integra el río en el océano.

De las olas emerge

una luna brillante.

Sus rayos acompañan

el agua agitada

hasta el confín del mundo.

¿Qué río en primavera

no goza de la luna?

Zhang Ruoxu (660-720) ”El río primaveral, en una noche de luna y flores”

(Imagen —Lisa Falzon)

VERANO 2022 (5) : SALIDA MATINAL

Digo adiós a Baidi entre nubes multicolores del alba

y hoy mismo llegaré a mi hogar recorriendo mil leguas.

Con el incesante aullar de los monos en ambas riberas,

se desliza, entre un bosque de montañas, mi barca.

Li Bai— (701- 762)— “Salida matinal de la ciudad Baidi”

(Imagen- National Geographic)

EL REY VIEJO


La siguiente sala en la que entré, nada más abandonar el claustro o patio, estaba dedicada a un pintor y artesanal realizador de vidrieras, un francés del siglo XX llamado Georges Rouault — así nos lo fue explicando el guía a las pocas personas que allí estábamos — y lo primero que me llamó la atención al ver el cuadro solitario en el centro de la pared fue la impresionante figura de un rostro. Era el retrato de medio cuerpo de un viejo rey visto de perfil que llevaba una flor en las manos. Fue pintado durante un periodo de veinte años, desde 1916 a 1938, según me enteré. Sus fragmentos expansivos de color brillante se combinan aquí —- comentó el guía— con la grave dignidad de la piedad medieval y con el resplandor de luz que le envuelve. Pero la pregunta principal que se hizo el guía, y que también me hice yo, fue la siguiente: ¿para quién van destinadas esas flores? ¿Cómo en su vejez, este rey, marcadas las heridas de su vida en los surcos profundos de sus mejillas, aparece con un impulso y una decisión de ternura insospechadas? ¿ Qué quiere hacerse perdonar? ¿ Qué quiere conquistar de su pueblo con el ofrecimiento de esas flores? Mi mirada no se alejaba de esas flores. ”Tengo los ojos enfermos —- confesaba el artista y así nos lo iba relatando el guía — a fuerza de vigilias y de intentar hacer una elección para seleccionar aquellas obras que quiero destruir antes de morir”. Esto lo decía Rouault en 1948. Moriría diez años después, en 1958, a los 87 años. Pero siempre tuvo Rouault una escondida inclinación por desembarazarse de lo inacabado, de lo que al fin él creía que no podría nunca terminar por culpa de su cansancio o de su edad. Se conserva una fotografía de Rouault en 1948 destruyendo 315 telas suyas retenidas y restituidas por los herederos del marchante Ambroise Vollard porque las juzgaba imperfectas. Y sin embargo dejó tras sí una larga producción muy enriquecedora y variada. Rostros, paisajes, payasos, motivos religiosos, ilustraciones de libros, aportaciones a vestuarios y a decorados como en el caso de los ballets rusos de Diaghilev… ¿En qué trabajó entonces y cuál fue su vida desde 1916 a 1938 mientras este rey viejo permanecía con sus manos sosteniendo las flores? En muchas cosas. Principalmente, en 1917 , pintando su ”Miserere” que le ocuparía hasta 1926. Modificando durante años su pintura y renovando su paleta.

“He visto claramente que el payaso soy yo, somos nosotros…casi todos nosotros …— nos explicó el guía evocando confesiones del artista— .Este disfraz rico y bordado con lentejuelas nos lo da la vida, todos somos payasos, más o menos, todos llevamos “ un traje reluciente”, pero, si se nos sorprende como yo he sorprendido al viejo payaso, ¡ oh ! , entonces, ¿quién se atreverá a decir que no está conmovido hasta el fondo de sus entrañas por una inconmensurable piedad? Tengo el defecto “ de no dejar vestir a nadie su traje bordado y reluciente”, porque, sea rey o emperador, el hombre que tengo ante mí, lo que yo quiero ver es su alma… Y cuanto mayor es y más se le glorifica humanamente, más temo por su alma…”

Y el guía ya no nos dijo nada más y nos dejó contemplando pausadamente al Viejo Rey enigmático en la sala.

José Julio Perlado

( del libro ”La mirada” ) (relato inédito)

TODOS LOS DERECHOS RESERVADO

(Imágenes— Rouault: 1- el Rey Viejo/ 2 y 3- payasos)

LO INVEROSÍMIL Y LA VERDAD

Lo inverosímil es ccn frecuencia la propia verdad.

Bien está montarse en un caballito de cartón — decía Pierre Bonnard —- pero no creer que sea Pegaso.

Un pintor en ciernes me decía un día: “Señor, siempre sale bien la primera capa de pintura, pero donde quiero verle es en la segunda.”

Representar sobre una superficie plana masas y objetos en el espacio, ese es — me decía—el problema del dibujo.

(Imágenes— 1- Bonnard //2 Pierre Bonnard)

VERANO 2022 (3) : CÓMO ES EL MAR


Algunos amigos me han escrito desde Madrid pidiéndome mi opinión acerca del mar — escribe Julio Camba—-.¿Es muy grande?- me pregunta uno de ellos. Honradamente debo contestarle que no lo sé, porque no lo he visto todo; vi un trozo en la ría de Arosa, otro en la de Marín y otro en la de Vigo. El mismo amigo me ruega le diga si el mar es bonito, y esta salida me pone en un aprieto. EL mar — tal como se le ve — no es ni mucho más bonito ni mucho mayor que el estanque del Retiro. Agua, agua salada que no sirve para beber : he aquí ell mar. Ha llegado ya la hora de decirle la verdad a este monstruo tan orgulloso. El mar es un prestigio falso. No es bonito ni mucho menos. La hermosura se la dan las playas y las costas.

El mar es muy inferior a su fama. SI vale algo es en el sentido industrial, como pescadería y como vía de comunicación. Los peces marinos, en efecto, son mejores que esos que fabrican en Madrid y que luego sirven en los cafés con salsa tártara o mayonesa. Pero líricamente, el mar no tiene importancia alguna. Al mar, como a muchos hombres, lo está perdiendo el afán de cambiar los negocios por la poesía.

(Imagen- Raul dufy- 1925)

VERANO 2022 : FLORES DE LOTO

Rostros de flor entre flores de lotos.

Verdes faldas entre el verdor de las hojas.

En la espesura no se las encuentra.

Sólo su canción delata su presencia.

Wang Changling ( 698- 756) – “Canción de las doncellas recolectoras de lotos“

(Imágenes— wikipedia)

FLORES Y VELAS : EL SÓTANO DEL BOTÁNICO


(…) Asomándose entre los tubos de acero como si fueran ventanas sorprendentes, vi de pronto una serie de pétalos ondulados de una gran rosa, ( que después averiguaría que se llamaba rosa ”Hansa”), una maravillosa rosa de flores grandes y dobles, de atractivo color violeta rojizo con reflejos malva. Estaba como asomada a la ventana del mundo, acodada entre hierros y tubos, tal y como si me hablase. Me sorprendió su altura asomando su cabeza entre tantos tubos cruzados y también quedé admirado de cómo se agrupaba, pero sobre todo me llegó de repente hasta mí su intensa fragancia con especiado perfume y con una pizca de clavo de olor. Sentí que no estuviera en ese momento a mi lado el pequeño alemán, Bruno Schil de pelo desgreñado y rostro lívido que tanto amaba los olores y que me hubiera ilustrado mucho sobre el fenómeno que yo estaba recibiendo en esos momentos. Aunque recibí muchos más. Anduve unos pasos adelante y quedé nuevamente sorprendido por cuanto veía. Aparte de la gran rosa color violeta que seguía asomando en lo alto entre distintos tubos metálicos, aparecían aquí y allá cabezas de lirios, tulipanes, narcisos y peonias distribuidos entre ondulaciones de hierros de acero inoxidable formando un extraño escenario floral por todo el subsuelo del Botánico. Yo había leído hacía tiempo que aquellas tierras del Jardín que se alargaban por encima del sótano que yo ahora atravesaba, habían surgido en 1755 cuando Fernando Vl ordenó la creación del Real Jardín Botánico de Madrid, que en sus inicios había quedado instalado en la llamada Huerta de Migas Calientes, en las inmediaciones de lo que hoy se denomina Puerta de Hierro, a orillas del río Manzanares. Luego, en 1774, Carlos lll dio instrucciones para su emplazamiento en el Paseo del Prado, que es el que tenía ahora. Pero todo aquello era ya historia. Como también era historia el sistema de riegos que se había aplicado para los jardines o como era historia la cesión de hectáreas de aquella enorme superficie para poder elevar más tarde el que sería al fondo Ministerio de Agricultura o para abrir la calle de Claudio Moyano, popular Cuesta de Moyano ilustrada de libros. Lo que en cambio no era historia sino asombrosa realidad era lo que yo continuaba contemplando. Aparecía en lo alto del camino que estaba recorriendo otra gran flor de color rosa pálido en su núcleo y casi fucsia en los bordes del pétalo trasmitiendo a todo el sótano un agradable aroma a limón y junto a ella una pequeña rosa intensamente amarilla. En medio de las dos rosas, y sostenidas por candelabros de cera, figuraban una serie de velas, no sólo con luz propia que iluminaba todo el sótano, sino ofreciendo diversas fragancias basadas, según me atrevería decir, en las esencias de un jardín de plantas. Como carezco de la sensibilidad que indudablemente poseía Bruno Schill para deleitarse con los olores, recuerdo que cuando tiempo después, los dos, Schill y yo, charlamos y paseamos por uno de aquellos pasillos, le comenté la impresión que me habían causado aquellas velas iluminadas y aromáticas, y él se aventuró a decir que quizá, aunque realmente no podía asegurarlo con certeza, aquellas velas guardarían esencias singulares, como por ejemplo, podían perfectamente conservar la madreselva, el enebro, la hiedra, el orégano o el ciprés. Como yo soy un profano en toda esta materia, me limité a anotar todo cuanto me decía y no añadí nada más.


Pero me parecía mentira viendo todo aquello que un arquitecto tan célebre como el argentino César Pelli, célebre entre otras cosas, por su capacidad para levantar torres altivas ante el cielo malasio o neoyorkino como había logrado hacer con las Torres Petronas en Kuala Lumpur o con el complejo del World Financial Center en Nueva York, tan afectado luego por el atentado del 11-S, hubiera querido detenerse en detalles tan nimios pero esenciales como las flores y las velas en ese largo subterráneo del museo de Madrid. Había querido iluminar y embellecer muy bien aquel espacio y para ello había aplicado fórmulas prácticamente idénticas a las usadas por él en su Museo Nacional de Arte de Osaka con una estructura completamente libre de restricciones geométricas. En Osaka la estructura de su museo la había basado en tubos de acero inoxidable recubiertos de titanio que emergían a nivel del suelo para desenvolverse luego como las alas de un ave. Pero los tubos que Pelli había colocado en Osaka presentaban un juego de vidrio que les permitía balancearse en el aire en todas direcciones presentando una especie de juego de cañas ondeando al viento y formando una ”selva” de tubos metálicos como alegoría — muy japonesa— de un ”bosque de bambú”. Aquí, en cambio, el juego de tubos metálicos envolvía y hacía moverse un amplio mapa de flores que me llevaba inevitablemente a la admirada contemplación.


José Julio Perlado

(del libro ”La mirada’) ( relato inédito)

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

(Imágenes—1- jazmines/ 2- peonia / 3-velas aromáticas – wikipedia)

VERANO 2022 (1) : LA VÍA LÁCTEA

El sol enciende el Pico de Incensario,

que exhala un vapor violáceo

Lejos una cascada

cuelga de la montaña.

En un vertiginoso vuelo

rueda mil pies hacia abajo.

¿Estará la Vía Láctea cayendo

de lo más alto del cielo?

Li Bai (701- 762)

(Imágenes—1- Walter Leistikov/2-Chip Hooper weston gallery)

YO NO ESCRIBIRÍA HOY ASÍ

Mediocre valor el de la mirada retrospectiva que el escritor arroja sobre sus libros — dice Julien Gracq—:su contenido, demasiado remachado durante su confección, ya no le sirve de nada; al contrario, se agudiza exageradamente en él con el paso de los años, la sensibilidad a las mutaciones de la forma ( “ yo no escribiría hoy así”) Todos los signos de madurez o de envejecimiento, que aporta un simple intervalo de algunos años, son percibidos,registrados pot él, con una sensibilidad en alerta.

(Imagen— Sueo Tacano)

CALOR

Según cuenta Cirlot en su “Diccionario de símbolos”, la representación del calor tiene siempre un sentido simbólico relacionado con la maduración de un proceso cualquiera, sea biológico o espiritual. La representación gráfica del calor, en los emblemas solares, se verifica por medio de rayos ondulantes, que alternan con los rectos correspondientes a la expresión de la luz. Por su parte, también en su ‘Diccionario de símbolos’” de Jean Chevalier, el calor anuncia psíquicamente la luz, como el amor al conocimiento intuitivo o a la actividad del espíritu. En la antigua China, el fuego y el calor estaban asociados al tema de la sequedad y de la obtención de la lluvia que en muchos casos suponía el calor rojo.

(Imagen— mysane artmayeur)