“No hay en el mes de junio cielo tan azul —decía el filósofo inglés C E.M. Joad – que no pueda llegarse a uno aún más azul; ninguna puesta de sol es tan hermosa que no pueda despertar en nosotros el pensamiento de otra más hermosa aún. El alma está al propio tiempo gozosa y pesarosa. El velo ha sido levantado tan rápidamente que apenas tuvimos tiempo de darnos cuenta de que había desaparecido antes de que volviera a caer. Pero en el momento mismo de alzarse el velo tenemos una visión de algo que está detrás, que está más allá de él, que pasa antes de que sea claramente visto y que, al pasar, deja detrás de sí un indecible sentimiento de melancolía y anhelo. Solo el místico alcanza una visión en cierto grado duradera, y por ella tiene que pagar inevitablemente un precio.”
“—¿ Ha visto? ¿Ha visto usted esto? —pronunció absorto, sin levantar su mirada hundida. Miré aquella fotografía.
—Este hombre al que se le acaba de decir que va a morir en los próximos minutos — murmuró el profesor como si hablara consigo mismo — no ha muerto nunca. No sabe qué es el morir.
Guardó un instante de silencio, y ambos recorrimos aquella figura de rasgos orientales.
— Pienso que si antes hubiera muerto este hombre alguna vez — dijo de pronto Vial— igual que muchas veces ha tenido que sufrir, amar y fracasar, como ha tenido oportunidad de llorar y de reír y de realizar todos los actos de la vida, este rostro tendría ahora una expresión distinta, impensable para mí. — prosiguió el profesor — ; para mí — repitió — , para él y para el resto. Pero este hombre — dijo Vial sin dejar de mirarlo — como todos los hombres, va a morir — esperó —, ¿lo ve?, va a morir por primera y última vez. — Ahora hablaba muy lentamente — . No conoce ”su” muerte. Ni siquiera conoce la muerte, sino por cuantas muertes ( no suyas) ha llegado él a ser testigo. Y ese grupo de hombres a su lado, todos los hombres del mundo menos él, ése que le va a disparar, así como los millares de millones de ojos que estamos observándole a través de la fotografía, es decir, todos los que no somos él y le contemplamos, nada sabemos tampoco del morir — guardó silencio — Es esta ”una muerte” más — hablaba con enorme lentitud —: estampido, fogonazo, caída, inmovilidad perpetua — aguardó — , pero no es la ”esencia de la muerte”.
¿Quién puede comprender tal ”esencia”?— añadió—. Únicamente aquellos que ya han muerto, suponiendo que la conserven consigo tal y como en vida se guardan esencias y vivencias. Ninguno de los que han muerto ha revelado sin embargo esa ”esencia“ al resto. — hizo una pausa—¿La conservan? Nada se sabe. — terminó con tremenda lentitud — Nada se comunica a los hombres con vida.”
José Julio Perlado
(del libro ”Contramuerte”)
(Imagen— foto Eddie Adams- un oficial de policía ejecuta a un presunto miembro del Viet Cong- 1968)
A Hemingway le preguntaron en cierta ocasión de quién había aprendido más para escribir y él citó a Tintoretto, Jerónimo Bosch, Breughel, Goya, Giotto, Cėzanne, Van Gogh y Gauguin. y añadió: “He incluido a pintores porque yo aprendo a escribir también en los pintores. Alguien se preguntará cómo sucede eso. Pero explicarlo también nos llevaría un día entero”. Dos Passos declaró igualmente: ”Parte de mi servicio militar fue en el frente italiano. Y allí estaba la pintura. Lo digo porque estoy seguro de que la gran pintura narrativa de los siglos XlV y XV influyó profundamente sobre mis ideas de cómo narrar en palabras una historia.”
“He nacido y crecido en las ciénagas bálticas, al amor
de las olas de zinc, que siempre revientan a pares,
y es de aquí que provienen las rimas, y de aquí, la voz apagada
que se trenza ente ellas como el pelo mojado
si es que aquella se llega a trenzar. Apoyado en el codo,
no distingue el oido el fragor de la roca,
sino el choque de telas, postigos y palmas, anota
teteras que hierven, a lo sumo el gritar de gaviotas.
El alma, en tan llana región, se salva de falsos manejos
por no haber un rincón que te oculte y se ve aún más lejos.
Solamente al sonido el espacio es opaco,
pues el ojo no ha de llorar por la falta de eco.”
Joseph Brodsky— Poema I de ”Parte de la oración”en ”No vendrá el diluvio tras nosotros” Antología poética ( 1960- 1996) (traducción de Ricardo San Vicente)
Contaba García Márquez cómo iba naciendo poco a poco dentro de él una historia: ”Es una foto de Hirohito. En ella aparece la nueva emperatriz, la esposa de Akihito. Está lloviendo. Al fondo, fuera del foco, se ven los guardias con impermeables blancos, y más al fondo la multitud con paraguas, periódicos y trapos en la cabeza, y en el centro de la foto, en un segundo plano, la emperatriz sola, muy delgada, totalmente vestida de negro, con un velo negro y un paraguas negro. Vi aquella foto maravillosa y lo primero que me vino al corazón fue que allí había una historia. Una historia que, por supuesto, no es la de la muerte del emperador, la que está contando la foto, sino otra: una historia de media hora. Se me quedó esa idee en la cabeza y ha seguido ahí, dando vueltas. Ya eliminé el fondo, descarté por completo los guardias vestidos de blanco, la gente…Por un momento me quedé únicamente con la imagen de la emperatriz bajo la lluvia, pero muy pronto la descarté también. Y entonces lo único que me quedó fue el paraguas. Estoy absolutamente convencido de que en ese paraguas hay una historia.”
“Pertenezco a esa categoría de dilapidadores de fortunas imaginarias. Por lo menos una vez a la semana, la víspera de los resultados de la lotería, celebro una fiesta secreta en la que dispongo pródigamente del premio deseado. En tantos años noto que la manera de disponer de esta fortuna mental — confiesa Julio Ramón Ribeyro en su ”Diario” — carece de fantasía y sigue siempre las mismas variantes. Una parte para mí, otra para mi mujer, otra para mi hijo, exactamente iguales. Una cuarta parte, cuyo montante varía de semana en semana según me sienta más o menos generoso, está destinada a nuestras familias. En lo que respecta a mi parte, reservo un porcentaje para ayudar a artistas y escritores, mediante becas o premios, que les permitan vivir un tiempo con holgura, dedicados completamente a la creación. El resto ya está distribuido: una casa en Lima, frente al mar; un pequeño coche para recorrer el Perú; una buena biblioteca y dinero en algún banco o negocio seguro que me permita vivir sin dependencia el resto de mi vida. Tanto he pensado en esto que diría casi que lo he vivido y si alguna vez me llega no me produciría ninguna sorpresa. Diré simplemente: ” Bueno, ya era hora, procedamos.”
(Imágenes—1- Marinus van Reymerswaele- 1539- museo del Prado/ 2-Marka 2008-Societe realiste bronce- wwork)
“No se sabe de dónde salen. De pronto se van y parece que se hayan ido para siempre. Pero un buen día vuelven, invaden grandes extensiones de terreno y, a veces, algún jardín solitario. — escribe Mercè Rodoreda — La planta se parece a la planta del girasol: derecha, con las hojas rasposas y anchas. Flores saeta las hay amarillas, rojas, azules, color de zanahoria, moradas como el ahogo. Parecen hechas de satén. Apuntan al cielo. Si hace viento, se dobla toda la planta. La flor sigue el movimiento sin que el viento la maltrate. Si llueve, cortan la lluvia: las gotas les resbalan por los costados deprisa y corriendo. Las charolan. Y cuando ya han vivido bastante, la planta dispara la flor con la violencia de un tiro. Es una mezcla de colores y de felicidad que huye cielo arriba. No hacen ningún daño. Vuelan altas y desaparecen.”
(Imágenes— 1- Li Shunxiong/ 2- violetas- la coctelera)
Recuerdo perfectamente el día en que compré aquella nueva edición de “El corazón de las tinieblas”. El texto de Conrad, aparentemente breve —unas ciento cuarenta y cinco páginas— estaba traducido por Sergio Pitol, pero el librero, que me conocía bien desde hacía años, me animó a llevarme precisamente aquel volumen porque, me dijo, llevaba incorporada una interesante introducción que seguramente me gustaría consultar: el paralelismo entre cine y literatura, las correspondencias, y también las diferencias, entre la versión cinematográfica de Coppola y el texto de Conrad. Es como seguir dos viajes, me añadió acompañándome hasta la puerta.
Efectivamente era así. Sentado aquel fin de semana en mi despacho y dispuesto a viajar por el río, me puse enseguida a escuchar el largo monólogo de Marlow en la cubierta del barco, pero pronto me interrumpió Coppola para contarme las dificultades que había tenido para escoger al intérprete de Kurtz : primero había pensado en Al Pacino pero luego tuvo que elegir a Marlon Brando. ”Cuando comencé a trabajar en la película, me decía Coppola, pensé que iba a ser el único film americano que iba a tratar la guerra, y seguí filmando con esa idea. Pero descubrí que muchas de las ideas y de las imágenes con las que estaba trabajando empezaban a coincidir con las realidades de mi propia vida y que yo estaba subiendo por un río en una selva remota, buscando respuestas y esperando en algún tipo de catarsis.”
Seguí río adelante durante toda aquella tarde en mi despacho y escuché la voz de Marlow que me contaba cómo Conrad había escrito ”El corazón de las tinieblas” en poco más de dos meses, entre finales de1898 y principios de 1899. Marlow, narrador y alter ego de Conrad era un marino mercante británico de la década de 1890, que navega por el río Congo al servicio de una voraz compañía comercial belga con el propósito de encontrar a Kurtz, comerciante de marfil desaparecido en extrañas circunstancias.
En ese momento de la lectura del libro en mi despacho vi y escuché las tremendas cargas del ataque al poblado con los helicópteros de la Caballería Aérea de Kilgore con un bombardeo con napalm simulado que, según Coppola, consumió 6.OOO litros de gasolina en tan sólo noventa segundos. Literatura y cine se complementaban. Coppola me seguía diciendo : ”Yo estaba allí, en medio de la selva, y todo el mundo me miraba. Teníamos problemas, no sólo a causa de las terribles tormentas y las tensiones en el trabajo, sino porque habíamos llegado a un punto en el que no podíamos continuar la película. La misma película se convirtió en una especie de Vietnam, yo no podía salir de ella, y la única forma que tenía de salir de ella era a través de una escalada en el estilo, y el film así se fue volviendo cada vez más mítico. No se sabe si Kurtz, el protagonista, es un loco o un héroe. Y seguramente era ambas cosas. Pienso que ése es el verdadero tema de la película, esa dualidad entre el bien y el mal.”
Entonces ya a la caída de la tarde en mi larga lectura del libro me fui acercando poco a poco hasta donde estaba Kurtz. “Kurtz peroraba. ¡Qué voz! ¡Qué voz! Resonó profundamente hasta el mismo fin. Su fortaleza sobrevivió para ocultar entre los magníficos pliegues de su elocuencia la estéril oscuridad de su corazón.(…) La sombra del Kurtz original frecuentaba la cabecera de aquella sombra vacía cuyo destino era ser enterrada en el seno de una tierra primigenia. Pero tanto el diabólico amor como el odio sobrenatural de los misterios que había penetrado luchaban por la posesión de aquella alma saciada de emociones primitivas, ávida de gloria falsa, distinción fingida y de todas las apariencias de éxito y poder.”
José Julio Perlado
(Imágenes— 1, 2 y 3 – Imágenes de la película de Coppola/ 4- Caterine Milinaire- getty images
El ilustrador americano Maurice Sendak dedicado a la literatura infantil recordaba estas palabras sobre la infancia: ” los niños tienen un comportamiento instintivo frente a la verdad. Quieren la verdad. Y esto es casi lo único que podemos hacer por los niños, pasarles la verdad que está a nuestro alcance. No podemos salvarles del mundo, no podemos protegerlos de la sociedad, no podemos sino vestirlos, alimentarlos, darles un techo y, por encima de todo, una cosa: no engañarles. Por eso tengo por tan grandes a los cuentos de Grimm porque no mienten. Son la vida, y tienen una calidad estilística tan notable, que igualmente son para adultos. Queremos, como niños, aprender y, en el fondo, tampoco sabemos mucho más que ellos. A pesar de la edad, la barba y el dinero, tenemos idénticas necesidades. Pero somos tan mentirosos que nos obstinamos en no admitirlo.
Y aún algo más: Lo que los cuentos encierran no es, en el fondo, terrorífico para los niños. Ellos lo saben ya, los niños son muy sabios: preservan a sus padres de este conocimiento, pero también sufren al tener que pretender que son niños, porque sus padres lo quieren. Además los padres tienen ideas sobre los niños, a las que los niños se tienen que ajustar.”
(Imágenes-1- Vynn Bulkock/ 2- Francois Joseph Navez- 1831- museo del Louvre)
“Ernest Hemingway lo describió como era, en los años veinte, cuando el frío se hacía sentir más: árboles totalmente desnudos, que había que mirar como si fueran una especie de esculturas concisas; se ve el soplo del viento en la lámina fina y opaca de los estanques y en el chorro nítido de los surtidores — así lo recuerda Pere Gimferrrer en uno de sus “Dietarios” —.Quien atraviesa el jardín de Luxemburgo, en un día claro, frío y venteado, es el joven Hemingway, pero es el Hemingway viejo quien lo recuerda. En aquellos años, el museo de Luxemburgo era albergue de los cuadros impresionistas que luego fueron trasladados al Jeu de Paume. A menudo, Hemingway, con el estómago vacío, contemplaba un Monet, o un Cézanne: persistentes, los volúmenes plasmados en la tela se iban afilando, como aguzados por el hambre misma, cada vez más, detallados con agudeza obsesiva, como las palabras— esenciales, exactas, verídicas — que el joven Hemingway escribía, eliminaba, condensaba, sustituía en la tersura de un papel tan limpio y abstracto como el cielo de invierno sobre el jardín cubierto de escarcha.”
(Imágenes— 1- París 1929- national geographic/ 2- Montmartre 1947- Paul Almasy)
“Abrió la puerta del sueño y ya se fue encontrando con las aves, las plumas, los erizos, los olores, los pozos, el hablar de las mariposas mezclado con elefantes pesados, las violetas de lava, los mil pies distintos, hormigas, volcanes de nubes, himalayas de libros, el vuelo de pájaros exóticos, aquello que su ojo no veía nunca por las mañanas ni su oído oía por las tardes, y nadie podía imaginar que ahora, en plena noche, recorriendo el pasillo, tuviera que ir pisando bosques de agua y conversaciones revividas y perdidas, los viajes con familia bajo las estrellas, ciudades huyendo de las ventanillas, campanarios abandonados, y de repente, pensando en todo esto, tropezó sin querer con un mueble que se había atravesado en el sueño, un mueble de caoba, una pequeña consola francesa sostenida por cuatro patas de bronce decoradas con sarmientos y máscaras de faunos, y allí vio apoyada la blanca mano de Angélica y a su lado la mano de Tancredi antes de que iniciaran el vals en el salón de Donnafugata, vals y vaivén de la falda abombada de ella bajo las lámparas, y tuvo entonces que apartarse para dejar pasar aquel vuelo alegre bajo el techo de rosetones, y se sentó para verlos bailar desde la esquina de un sofá y allí estuvo largo rato mirando y contemplando los giros de la música y los dedos de la mano de Tancredi tocando el aire y el campo de florecillas de la falda de ella que se desparramaban por los muebles. Hasta que decidió levantarse y pasar a la siguiente habitación de la que tanto le habían hablado porque decían que era una habitación vacía con sólo un abanico en el suelo, y efectivamente así era, nada más abrir la puerta, allí se encontró el abanico medio caído hacia un lado, aquel abanico que había sido de su madre cuando ella conoció a su padre muy joven en el teatro de palcos dorados y donde había dejado caer a propósito el abanico de tela blanca para que su padre lo recogiese y la conociese, y enseguida vio el cuerpo de su madre tendido en el suelo, no lejos del abanico, su madre con los ojos cerrados, vestida con un elegante chal azul de noche, el corazón rojo y desnudo palpitando encima del chal, el cuello de su madre adornado de perlas, el cabello rubio recién peinado, los labios rosados, los brazos desvaídos, uno de los brazos intentaba llegar al abanico pero no podía, la enfermedad le impedía recoger aquel recuerdo, y entonces vio que el abanico se erguía y se abría y se iba acercando a ella, y la tela del abanico de repente se desplegó y el abanico comenzó su vaivén en las mejillas de su madre para reanimarla sin conseguirlo. Aunque en la tercera habitación, sin embargo, nada más abrir la puerta, lo que le deslumbró fue la luz. Una luz blanca que venía de las ventanas de las casas, casas blancas, piedras y matorrales blancos, una arenilla blanca que sus zapatillas iban pisando, arenilla de luz, de serenidad y de alegría, las suelas blancas de sus zapatillas se curvaban a cada descubrimiento y lo que descubría era la cinta de la luz, la cinta de la vida.”
“Cuando el artista es conducido involuntariamente, y aun a despecho de sí mismo a producir los materiales de su obra, éstos le son dados sin que él, valga la expresión, intervenga, como si le viniera de fuera — dice Schelling—.” Eliot dirá algo parecido: ” se trata de una concentración y de algo nuevo que resulta de tal concentración, concentración de un gran número de experiencias que a las personas activas y prácticas en modo alguno podrían parecerles experiencias; se trata de una concentración que no tiene lugar de un modo consciente y deliberado.” Carlyle hablaba también de que es allí donde en la poesía ” el hombre se concentra o se retira a las más recónditas profundidades de la realidad humana donde penetra a través de la quietud, esa infinita quietud — ahora en palabras de Hölderlin— en la que obran todas las energías y en la que todas las relaciones se verifican.”
”He dado muchas vueltas al bolígrafo entre los dedos antes de decidir qué palabra pondría la primera para iniciar otro relato o lo que vaya a ser — confesaba Carmen Martín Gaite en ” Cuadernos de todo” — .Ya me he visto otras veces en una situación semejante, según miraba al bolígrafo lo pensaba, es un respeto por la letra escrita que debe venir de aquella manía escolar de los cuadernos de limpio. No se atreve uno a hollar el papel como si lo que queda escrito fuera más definitivo que lo que se habla o comprometiera más. Cuando se habla, se pueden decir las mayores tonterías y quedarse uno contento, hasta creer que le ha comunicado algo a los demás, sobre todo si sus rostros reflejan aquiescencia. La gente le envalentona a uno con su falta de crítica. Pero ¿ por qué un pedazo de papel que después puede romperse ha de intimidar más que el rostro de otra persona? No lo he entendido nunca.”