EL OJO SIN RUIDO

Cada vez que me canso, el campo me descansa. El ojo sobre lo verde. Ayer estuve en el campo, sentado en una hamaca, y el ojo se fue tumbando, reposando en lo verde. Una vez más comprobé que el mar no suele relajarme: la monotonía del agua me fatiga. En cambio, el campo verde, abierto a espacios que se van reduciendo en el horizonte, verdes entrelazados y superpuestos, verdes brillantes, mates, oscuros, matices en capas, extensiones de césped, hace que mi ojo resbale en las laderas de la densidad, que la pupila se alargue por las ramas, los arbustos, aquel gusanillo adormecido sobre una hoja, esa mariposa que vuela, el polvillo de la luz en los troncos, el sol, la tibieza, la calma. Violetas, ortigas, musgos, helechos, a todo desciende el ojo en la umbría. Luego el ojo se estira elevándose a la nube, pasea por la blancura de la nube, la pupila absorbe el aire del paisaje, bebe los colores, se alimenta. Así estuve largo tiempo, el ojo sin ruido, yendo y viniendo del silencio al silencio, cabeceando en soledad.

José Julio Perlado

¡MIS MEJORES DESEOS DE UN FELIZ AÑO 2022 PARA TODOS!

(Imagen— Andrew Wyeth- 1931)