”He dado muchas vueltas al bolígrafo entre los dedos antes de decidir qué palabra pondría la primera para iniciar otro relato o lo que vaya a ser — confesaba Carmen Martín Gaite en ” Cuadernos de todo” — .Ya me he visto otras veces en una situación semejante, según miraba al bolígrafo lo pensaba, es un respeto por la letra escrita que debe venir de aquella manía escolar de los cuadernos de limpio. No se atreve uno a hollar el papel como si lo que queda escrito fuera más definitivo que lo que se habla o comprometiera más. Cuando se habla, se pueden decir las mayores tonterías y quedarse uno contento, hasta creer que le ha comunicado algo a los demás, sobre todo si sus rostros reflejan aquiescencia. La gente le envalentona a uno con su falta de crítica. Pero ¿ por qué un pedazo de papel que después puede romperse ha de intimidar más que el rostro de otra persona? No lo he entendido nunca.”