LA PERLA

“ El alma herida y fecundada posee en el fondo de sí misma un instrumento que le permite solidificar el tiempo en eternidad. Es la perla — escribe Paul Claudel.

La perla, fruto del mar y concepción de la duración, no tiene otro valor que el de su belleza y su perfección intrínseca, resultado de su simplicidad, de su pureza y claridad, y el valor del deseo que ella inspira…

La perla es esa sabiduría superior que preferimos a nuestra sustancia…

Mas he aquí que en esta otra perla se percibe una luz que crece, es algo jubiloso, brillante y vivo que llaman oriente, como un corazón que descubre una especie de parcialidad en el amor. Es como un tesoro que se vuelve, como una mejilla que se sonroja, a una mirada, de sensibilidad y de pudor; se ha despertado un punto luminoso, un reflejo rosado al que un verde inefable no siempre le es extraño. Una especie de conciencia virginal, una inocencia abierta a la predilección. Es una ventana que se ha abierto, un alma que trasciende el velo, la lámpara que responde al rayo, el mérito que acoge a la gracia, la pureza que se enlaza con el perdón…

Y no he hablado de las perlas oscuras, de esas gotas de noche líquida y dorada que, ellas también, ¡tienen su oriente y resplandecen! Lo que hace la gloria de los Elegidos en ellas es el presentimiento. ”Soy morena, pero soy bella”, dice el Cantar de los Cantares. Es como una voz que se ha callado; mas la mirada traiciona, allí, al canto…”

(Imágenes—1-Odilon Redon- 1903/ 2- Flotiana Barbu)

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