(Continúo con mis evocaciones y recuerdos de aquellos años finales de los 50 y principios de los 60 en los que estuve de redactor- jefe de “La Estafeta Literaria” y agradezco a la profesora Ana Isabel Ballesteros su estímulo y atención investigadora que me anima a rememorar aquella época literaria.)
(Prosigo publicando en MI SIGLO evocaciones y recuerdos)
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Me pregunta entre otras cosas la profesora Ana Isabel Ballesteros si en aquella Tercera Etapa de “La Estafeta” (1957- 1962) descubrimos quienes hacíamos la Revista algún nuevo valor literario. Naturalmente que sí. La Revista se abría a nuevos nombres que fueron apareciendo poco a poco en sus páginas.
Pero voy a fijarme en dos.
Creo que fue en 1960, no recuerdo bien el mes exacto, cuando hice un viaje breve a León , creo que para dar una pequeña charla o conferencia, y allí, en la emisora “La voz de León”, conocí a Francisco Umbral que me hizo una entrevista en uno de los espacios radiofónicos de los que él era responsable. Los biógrafos de Umbral anotan que fue el 29 de mayo de 1958 cuando Francisco Pérez Martínez, que así se llamaba realmente el escritor, pronunció por primera vez ante los micrófonos su nuevo nombre, Francisco Umbral, al terminar de leer su texto evocando a Juan Ramón Jiménez. Por tanto cuando yo lo conocí ya se firmaba con el nombre de Umbral. Recuerdo muy bien la conversación que mantuvimos en la radio porque el escritor me preguntó con mucho interés cómo era la vida literaria en Madrid, puesto que él —me dijo — deseaba venir pronto a la capital. Su primera visita a Madrid fue en diciembre de 1960, cuando, invitado por José Hierro, responsable del Aula de poesía del Ateneo, hizo una lectura de sus cuentos a pocos metros de los locales de “La Estafeta Literaria”. Aquella visita de Umbral a Madrid fue muy breve porque su llegada definitiva a la capital se iniciaría el 6 de febrero de 1961. No podría fijar en qué momento, quizás en esa visita a Madrid en diciembre de 1960, le ofrecí las páginas de “La Estafeta” a Umbral ,pero él lo reconoció , citándome agradecido, en su libro “La noche que llegué al café Gijón”; también a Rafael Morales le dedicó un recuerdo en otra obra suya. Por todo ello, “La Estafeta Literaria” “descubrió”, si así puede decirse, un nuevo valor, o más bien le proporcionó una rampa de lanzamiento, ya que en 1961 Umbral no había conquistado Madrid, aún no lo conocía casi nadie fuera de León, empezaba a vivir en Madrid como podía gracias a dispersas colaboraciones, entre ellas en nuestra Revista. Umbral publicó en “La Estafeta” durante esa Tercera Etapa 12 colaboraciones y con ellas y con ayuda de otras revistas fue abriéndose poco a poco camino.
El otro caso de “descubrimiento” personal, o al menos de acogida y estímulo desde la Redacción de la Revista, fue el del novelista José María Sanjuán Urmeneta, que sería en su día Premio Sésamo de Cuentos en 1963, Premio “Hucha de Oro” de Cuentos en 1966 y Premio Nadal en 1967. Yo lo conocía por coincidir en la Escuela de Periodismo, fuimos amigos, nos vimos muchas veces, y vino en varias ocasiones por “La Estafeta” y, aunque no publicó en la Revista, creo que le dimos siempre desde allí ánimos y compañía para su carrera de escritor.. No se me olvidará la noche en que , en 1966, le llevé hasta su casa, ya en su cama de enfermo — tenía una enfermedad incurable —, la Hucha de Oro que le concedimos en aquel jurado en el que aquel año estaba yo. Me miró agotado de sufrimientos . Murió en 1968 con 30 años.
Por otro lado, y dentro también de los recuerdos personales, la imagen que tengo del día en que, en junio de 1969, conduciendo yo mi coche en Paris por los Campos Elíseos y llevando a mi derecha al director de ABC, entonces Torcuato Luca de Tena, que realizaba una breve visita a la capital, Luca de Tena me sugirió que en las elecciones presidenciales francesas tomara más partido por el candidato Alain Poher, presidente del Senado, que por Georges Pompidou, ya que Poher , según su opinión, iba a ganar. Le respondí con toda amabilidad y cortesía que quien estaba en París era yo y que al seguir de cerca los acontecimientos, seguiría apostando por Pompidou porque iba a ser el vencedor. Y así fue.
Esta ha sido la única presión que en el plano periodístico y literario he sentido en mi vida.)
(Imágenes—1 y 2 – foto Ted Kinkaid)
Soy Amaya Martínez Morales, nieta del poeta Rafael Morales. Muchas gracias por sus palabras y sus recuerdos sobre mi abuelo Rafael. Me han gustado mucho.
Amaya,
Tu abuelo Rafael fue un gran poeta, no sólo en los Poemas del toro,, sino en la “Canción sobre el asfalto”, en “La máscara y los dientes” y en tantas otras cosas más. Trabajé con él más de dos años, tarde tras tarde, y los dos nos llevamos siempre muy bien. Era un hombre esencialmente bueno, alegre, de gran sonrisa, muy cercano y muy humano, con un fino sentido ante lo estético. Él tenía por entonces cuarenta años y yo tenía veintitrés. Fuimos muy amigos. En 1967 me dedicó sus “Poesías completas” con una dedicatoria larga y entrañable, recordando nuestro trabajo juntos.
Me alegro de encontrarme con su nieta, te agradezco tu atención y me alegro también que te haya gustado lo que de él escribo. Es la pura verdad de unos recuerdos
Saludos muy cordiales
José Julio Perlado