“Nada aparentemente ocurría sino el fluir de la vida. Pero lo que por entonces en muchos tratados se dio en llamar “masa” para diferenciarlo del “individuo” en concreto, no era sino un nervioso agitarse de cuerpos que superficialmente venía e iba como viajeros huecos de reflexión. Tal invasión de vaciedad no era, sin embargo, real; aquella denominada “masa” al andar — yendo y viniendo hacia donde sabía que debía ir y venir —, también presentía muchas más cosas que las que simulaba con un mero mirar: o bien en preocupaciones generales que, desveladas, nos hubieran dejado a mí y a tantos otros sobrecogidos o sobresaltados.
Personalmente yo no podría sino referirme a la observación de una “sospechosa tranquilidad casi perfecta”, bajo la cual podían detectarse movimientos interiores que presagiaban la posibilidad de que algo emergiera improvisadamente, alterando toda la aparente serenidad sólo con la sacudida de un estallido. Me asombraban ante todo signos reveladores de una inquietud: de qué modo personas que podían suponerse razonables y equilibradas, dejaban escapar aquí y allá — según la circunstancia y el grado de intimidad en la confidencia — sus temores, presunciones y cálculos, incluso vaticinios que querían envolverse en un ropaje de auto-seguridad o de cierto optimismo. Es ahora — después de tanto tiempo —, cuando me vuelve a sorprender aquel clima de recelo en voz baja, igual que susurros de conciencias tan semilúcidas para entrever como semiacobardadas para declarar con libertad: igual que si viesen y escuchasen el extraño rumor de lo que se fraguaba, pero no se atrevieran a pronunciarlo sino a hurtadillas y solitariamente, reprimiendo todas sus denuncias en un sofoco ahogado, similar al de una confusa confesión.”
José Julio Perlado —“Contramuerte”
(Imágenes— 1-Nikolai Gorrski/ 2- Maya Kapouski)