TOLSTOI Y EL DINERO

En medio de las turbulencias y tormentas monetarias leo estas frases de Tolstoi:

«Con arreglo a la definición más sencilla y más exacta, el dinero sólo es un signo convencional que da derecho o, más bien, medios de aprovecharse del trabajo ajeno. En su significación ideal, el dinero no debiera dar ese derecho o esos medios sino en un solo caso: cuando representa efectivamente trabajo propio; pero no puede ser así más que en una sociedad donde no exista violencia. Porque una vez que una sociedad cualquiera permita y hasta consagre la explotación, es decir, la posibilidad de aprovecharse del trabajo ajeno, esta posibilidad se expresa también por el dinero. (…)

Se vende el producto del propio trabajo pasado, presente o futuro; se vende algunas veces el alimento propio; pero en la mayoría de los casos, de ningún modo para adquirir un dinero que facilite el cambio. Lo mismo podrían hacerse los cambios sin dinero; pero este último se exige por fuerza como un medio de explotación.

Cuando un Faraón exigía que sus esclavos trabajasen, estos últimos le suministraban tan sólo su trabajo pasado o presente, y no su trabajo futuro.

Pues bien; desde que en el mundo existe la moneda, y desde que, como consecuencia de ella, se ha establecido el crédito, se ha hecho posible enajenar el propio trabajo futuro.

Por eso, gracias a la violencia que reina en nuestra sociedad actual, el dinero no representa más que una nueva forma de esclavitud impersonal, en lugar de la antigua esclavitud personal.

No digo que ese estado de cosas no fuera necesario para el desarrollo de la humanidad y para su progreso. Sólo trato de darme cuenta del papel que desempeña el dinero, y de ese error general en virtud del cual admitía yo, como todos los demás, que el dinero representa el trabajo.

Hecha la experiencia, he adquirido el convencimiento de que no representa el trabajo, sino que, en la mayoría de los casos, representa la explotación, la violencia o la complicadísima astucia que se funda en ella».

(Imágenes: foto: Andreas Gursky.-Imagery Our World/ Tolstoi, por Repin (1887))

IDOLATRÍA DEL PODER Y DEL DINERO

Leo en Scriptor org  y aquí lo transmito:

«Decía entre otras cosas el Cardenal Juan Luis Cipriani, hablando a sus conciudadanos, que  la idolatría del poder y del dinero «está llegando a unos niveles en el mundo muy preocupantes»:

«Cuando se quiere tantas veces el dinero, es para el poder; y, tantas veces cuando se quiere el poder es para el dinero. Todo esto para imponer nuestro subjetivismo, soberbia y orgullo» (…).

En ese sentido, señaló que las crisis financiera de Estados no es por «deudas tóxicas» sino por corrupción, «porque ha hecho trampa el que tenía que evaluar una hipoteca; el que tenía que hacer un préstamo; el gerente general que tenía que hacer un estudio de flujos, finanzas, de préstamos y deuda; el que tenía que observar y regular para que no hubiera esa trampa; el secretario de tesoro que tenía que ver como estaba la situación del país; y, así, en el gran país de la economía, hay una gran cadena de corrupción».

Barclayscernobbio Yo (y lo siento mucho por la «intelligentsia», que a buen seguro tiene palabras para justificar lo que haga falta), me escandalizo hasta los tuétanos cuando leo hoy mismo, por ejemplo, que 80 bancarios del Barclays (uno de los bancos que ha sido ayudado con el dinero de los contribuyentes británicos)  han festejado a 100 clientes y sus partners, con un viaje y estancia «corporativo», en Cernobbio, Villa dell’Este (Italia), con un gasto de medio millón de libras esterlinas».

(Imagen: Bruce Museum in Greenwich.-things to see.-The New York Times)

LE CLÉZIO Y LA AVENTURA

«Para mí la escritura es más bien una aventura – decía Le Clézio a Pierre Maury hace más de veinte años -, una manera de salir de mí mismo y de encontrar otra cosa, una manera de descubrirme, sobre todo, de intentar comprenderme mejor. La escritura, de todas formas, procede muy frecuentemente por interrogaciones, por tanteos más que por afirmaciones. De todas las artes, la de escribir es la menos afirmativa. Pienso que un arte que se hace necesidad, hacer una mesa o un mueble, por ejemplo, no pregunta ese «puede ser». Tiene muchas certidumbres. El arte cinematográfico también, es un arte muy seguro…Uno no se puede permitir incertidumbres, tanteos. Lo que es fascinante en la escritura, en las novelas, en la literatura de una manera general, es que ella se va haciendo poco a poco. No se construye de un golpe. Cuando se lee, por ejemplo, a Conrad, Tourgueniev o a otros grandes novelistas, cuando uno termina de leer sus obras, se tiene el sentimiento de que alguna cosa se les ha escapado, de que ellos no están seguramente satisfechos del todo. Y sin embargo, el conjunto da la impresión de algo muy vivo.

Los verdaderos libros no tienen fin, justamente porque se trata de un movimiento perpetuo. Es un movimiento que no se detiene con la muerte del escritor. Con frecuencia se tiene el sentimiento de que el escritor es como un instante, como una bombilla que ilumina un instante, pero que luego cambia. La literatura es la corriente que está hecha de la lectura y de la escritura y que son infinitamente inseparables. Es este alimento, esta respiración, alguna cosa que va y que viene, y en la que el lector y el escritor son actores. Me parece que hoy se está llegando un poco con la novela a aquello que seguramente había fascinado a los griegos con el teatro y que se ha perdido un poco en el teatro de hoy, ya que el teatro está en competencia con el cine. Pero la novela permite esa  especie de cambio de personalidad. Hay algo que se hace y que se deshace con la novela. Un poco como si todo hubiera estado escrito por algún escondido Minotauro y que los escritores simplemente sean los escribas, que se encuentran a su servicio».

(Imagen: Le Clézio.-foto: Xavier Martin.-página12.com.ar)

EL GRAN DINERO

«NECESÍTASE HOMBRE JOVEN

Oh dime cuánto tiempo

Tendré que esperar

para contable avispado y ambicioso, en banco que recluta a sus dirigentes entre sus propias filas…- escribe Dos Passos en el «Noticiario 47» de su novela «El gran dinero» (1938) al contar la Gran Depresión – delineante proyectista con experiencia en construcciones fabriles e industriales de ladrillo, madera y cemento armado…broncista…rotulista…moldeador…pintor de carrocerías…oficial de primera para filetes y remates…joven para calcetería, lencería y mercería…auxiliar para departamento de compras…calígrafo versado en cuentas…operario trabajador y vigoroso para montar troqueles de piezas mecánicas… agente electoral…químico para estandarización de sabores…encargado de montacargas…vendedor a domicilio…agente de seguros…encargado de facturación…joyero…peón…maquinista…fresador…empleado para naviera…vendedor de zapatos…rotulista…agente comercial para mercado de pescado al por menor…maestro…cronometrador…matricero para utillaje, calcador, encargado de almacén de herramientas, traductor, mecanógrafo…guarnecedor de ventanas…empaquetador…»

«Cuando estalló la pompa de la Bolsa – sigue escribiendo Dos Passos en otra página de ese libro -, el señor Ford, el filósofo de aldea, dijo jubiloso: «Os lo advertí. Es lo que os pasa por daros al juego y endeudaros. El país demuestra que está sano» Pero cuando el país, con los zapatos rotos, los pantalones deshilachados, los cinturones apretados sobre los estómagos vacíos, las manos ociosas, resquebrajadas y agrietadas por el frío del día más frío de marzo de 1932…», y el novelista deja caer los puntos suspensivos.

«No echéis toda la culpa a Broadway – sigue diciendo Dos Passos en el «Noticiario 5o» de su novela- , salvo contadas excepciones, la gestión de nuestro gobierno ha estado y está en manos honradas y competentes: las finanzas son sólidas y están bien administradas, los intereses económicos de la nación – incluidos patronos, ejecutivos y empleados -, responden a motivaciones honrosas y patrióticas, y la situación económica actual garantiza el mantenimiento de la confianza y la prosperidad».

Y pocas páginas más allá se lee en «El gran dinero«:

«afuera, la escena constituía un auténtico alborozo: mujeres elegantemente vestidas se paseaban de un lado a otro retorciéndose las manos, impotentes para salvar sus pertenencias, mientras de las ventanas de los pisos superiores caía una lluvia indiscriminada de baúles, maletas y ropa. Joyas y curiosidades valoradas en miles de dólares eran recogidas del césped por los mirones, que las escondían bajo los abrigos y desaparecían».

Era la Gran Depresión. Leo estos días la trilogía de Dos Passos mientras miro los telediarios. Alguien en algún lugar está tomando notas mentales y en su día escribirá un libro. Leo también reflexiones sobre cuanto sucede y destaco aquí el interesante coloquio que acaba de tener Juan Pedro Quiñonero con Philippe Moreau Defarges recogido en Una temporada en el infierno, coloquio muy ilustrativo para iluminar los tiempos que vivimos.

(Imagen: Nueva York,1947, foto: Louis Faurer.-Michael Hopper Gallery)

COLORES EN LA GRAN GUERRA

«El azul es el color típicamente celeste – dirá Kandinsky -. Serena y calma, profundizándose. El azul profundo atrae al hombre hacia el infinito, despierta en él el deseo de pureza y una sed de lo sobrenatural. Es el color del cielo tal como aparece desde que escuchamos la palabra «cielo». Deslizándose hacia el negro se colorea de una tristeza que sobrepasa lo humano, semejante a aquella en que suelen hundirse algunas personas en ciertos estados graves que no tienen fin y que no pueden tenerlo. Cuando se aclara, el azul parece lejano e indiferente como en el alto cielo. A medida que se aclara pierde su sonoridad hasta no ser más que una quietud silenciosa y blanca. Si se quisiera representar musicalmente los distintos azules, se diría que el azul claro se parece a la flauta, el azul oscuro al violonchelo y, al oscurecerse, cada vez más, evoca la muelle sonoridad de un contrabajo. En su apariencia más grave y más solemne, es comparable a los sonidos más graves del órgano».De lo espiritual en el arte«.-Nueva Visión )

Pero el azul se adensa. Las luces del azul abren las ventanas y de ellas salen cuerpos que miran a  las bombas, expresionismo que extiende los brazos intentando parar las nubes de la guerra, calles que se retuercen donde el azul de Jakob Steinhardt , por ejemplo, no tiene nada que ver con el de Kandinsky, azul inquietante, azul de noche de bombardeos, los artistas oyen silbar a los colores e intentan escapar con trazos de toda la barbarie. No, no es la Gran Guerra. No hay Gran Guerra. Todas las guerras son Grandes en su repetitiva crueldad, todos los pánicos estallan. La exposición que acaba de inaugurarse en Madrid en el Museo Thyssen y que estará hasta el 11 de enero, «¡1914! La vanguardia y la Gran Guerra», lo que hace es presentarnos la creación interpretando los sonidos en la noche, los cuerpos devastados.

Las flechas que caen como pájaros desde el cuadro de Klee apuntan a cada inocente despavorido que huye ante los pájaros cayendo como flechas. Cada pájaro lleva en su alargado vientre la metralla rectilínea y el corazón está debajo corriendo hacia el refugio, buscando a ciegas el amparo. Nadie escapa al poderío de los colores, a las explosiones de Otto Dix, a los caballos de Franz Marc, a los fogonazos de Ludwig Meidner. Los caballlos y los cañones y las columnas de humo siembran de fealdad y de impureza paisajes apocalípticos.  Vemos  perfectamente la velocidad del sonido y oímos perfectamente el trazo del color.  Nadie podía imaginar al lanzar las bombas, que debajo, mirándolas – sobre todo, pintándolas – estaban los artistas.

(Imágenes:»Lírico», 1911.-Wassily Kandinsky.-Óleo sobre lienzo.-Museum Boijmans Van Beuningen, Rotterdam/ «La ciudad», 1913.-Jakob Steinhardt.-Óleo sobre lienzo.-Staatliche Museen zu Berlin, Nationalgalerie, Berlín/ «Pájaros tirándose en picado y flechas», 1919 .-Paul Klee.-Calco de óleo y acuarela sobre capa de lápices grasos.- The Metropolitan Museum of Art, The Berggruen Klee Collection, 1984, Nueva York)

¿ EL FIN DE LA PROSPERIDAD ?

«Qué sonido vibra alto en el aire

Rumor de maternal lamento

Qué hordas encapuchadas hormiguean

Por llanuras sin fin, tropezando en las grietas de la tierra

Cercados por el liso horizonte

Qué ciudad es esa sobre las montañas

Que se resquebraja y ajusta y estalla en el aire violeta

Torres que se derrumban

Jerusalem Atenas Alejandría

Viena Londres

Fantasmal».

T.S. Eliot: «The Waste Land»

Eliot ronda una vez más las sacudidas de la actualidad. El 29 de septiembre lo cité a propósito de la Crisis en Wall Street ( y por su parte también lo hizo Una temporada en el infierno). Hoy la crisis no está sólo en Wall Street sino que está extendida. La Revista Renacimiento, en su número 59-60, acaba de dedicar un monográfico a Eliot. Stephen Spender, en la intervención que sobre Eliot tuvo en Barcelona en 1988 y algunos de cuyos fragmentos se publican en este monográfico, habla de que «The Waste Land» «hacía referencia, como yo creo – dice -, a la idea del fin de la Civilización (…) Al final de los años veinte y principio de los treinta, parecía realmente pertenecer a esa serie de libros escritos en el caos de la época y que pertenecían a este fin de la Civilización Occidental».

Estos días Time se pregunta -acompañando a esta fotografía de las colas del paro en el Chicago de 1931 – si esto es el fin de la prosperidad.

El fin. Todo el mundo habla del fin de algo.

Y todo el mundo dice que no estamos en el fin sino en el principio.

(Imágenes: Fráncfort-foto: Ralp Orlowski/Getty.-Time/ Chicago, 1931.-foto: Peter Macdiarmid/Getty.-Time)

¿ HALLAZGO DEL GALEÓN ?

No, no es un galeón el que está fotográficamente anclado en los muelles de las calles de Nueva York cuando la cámara lo recoge en 1934 y superpone barco y edificos. Pero esta imagen empuja a la memoria y la memoria nos lleva de algún modo hasta las páginas en las que cien años de soledad eran contadas por la fábula y aquella escritura de García Márzquez nos decía que » frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores».

Es la primera vez que la palabra soledad aparece en los Cien años. Luego la soledad proseguirá y dará vueltas por el libro entre el tiempo estancado y el tiempo degradado y la soledad se nos hará inolvidable. En la convulsa realidad de estos días – no sólo en Nueva York  sino en todo el mundo –  la invención de la realidad anclada en este muelle es contemplada desde Mi Siglo.

(Imagen: barco en la ciudad de Nueva York.-foto: Byron Collection/ Museum of the City of New York, 1934- The New York Times)

BANCOS, DINERO Y LIBROS

¿Dónde guardar el dinero?

Repaso lo que estoy leyendo:

«Los libros son como cajas. Guardan en su interior las huellas de los lectores que fuimos.

Hace poco tuve ocasión de ver los libros de Cortázar. Muchos guardaban papeles en su interior: páginas de periódicos, un par de dibujos, un boletín marítimo, el resguardo de una maleta… Me contaron también que habían aparecido billetes de banco.

Borges también guardaba el dinero en los libros. Y Lampedusa, el autor de El Gatopardo. Contaba en broma a sus amigos que los libros eran su mayor tesoro».

 Leo todo esto antes de introducir entre las páginas del libro un billete de banco. Luego coloco el ejemplar en la biblioteca: Jesús Marchamalo/ Mario MerlinoPalabras en el Bosque». Diálogos de Lobos y Preposiciones·(Cuadernos de Mangana. Centro de profesores de Cuenca).

¿Los libros son como cajas?

Dado lo que está ocurriendo me quedo pensativo.

(Imágenes: foto Issei Kati/ Reuters/ photo essays.-Time/ foto: Justin Lane/Epa/ Corbin.-photo essays.-Time)

CUANDO DESPERTÓ, EL MICRORRELATO TODAVÍA ESTABA ALLí

«-¿Cómo llegas a una escritura tan concisa y breve?.- le preguntó Graciela Carminatti a Augusto Monterroso. («Viaje al centro de la fábula».-Anagrama )

– Tachando. Tres renglones tachados, valen más que uno añadido. (…) Julio César inventó el telégrafo 2000 años antes que Morse con su mensaje: «Vine, vi, vencí». Y es seguro que lo escribió así por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran: pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y la elegancia de la frase».

Acaba de publicarse en el nuevo y más cómodo formato de la revista Ínsula un excelente número monográfico del mes de septiembre sobre el microrrelato en España coordinado por Fernando Valls, que a su vez habla estos días de él en su interesante blog La nave de los locos refiriendo las equivocaciones y errores que algunos periodistas cometen al informar sobre el microrrelato.

«El microrrelato- dice Valls en «Ínsula» -es un género fuera del comercio, por lo que el autor lo encara con libertad plena, prestándose a menudo a la experimentación, al valerse de la reescritura o la intertextualidad, sin que deba faltarle ni lo ambiguo ni el humor. Dada su condición extrema, la aparente facilidad que supone componerlo, no escasea lo trivial o la frase meramente ingeniosa, aunque – no lo olvidemos – esto ocurre con frecuencia en otras formas tan prestigiosas en sociedad como la novela, donde bajo el ropaje de lo ameno sólo se encubre lo banal, y no por ello descalificamos al género, en su conjunto. Y a diferencia del relato, con el que comparte diversas similitudes, sólo puede centrarse en un mínimo detalle, arrancando de inmediato para acabar al instante, permaneciendo gran parte del tejido narrativo sumergido, esto es, sobreentendido».

 Cuando despertó, la paciencia todavía estaba allí. La paciencia esperaba al escritor y el escritor miraba a la paciencia antes de proseguir.

Tal paciencia también se la  quiso confesar Monterroso a Graciela Carminatti:

– Creo que el consejo latino –dijo–  de guardar las cosas unos siete años sigue siendo bueno. Yo añadiría el de pensarlas.

-¿Y que ocurre si uno se muere antes?

Y Monterroso contestó:

-Nada.

(Imágenes:foto: Alexandre Duret-Lutz: Planets.-Imagery & our world/ ilustraciones de Augusto Monterroso.-cv.cervantes.es)

LÁGRIMAS

Eso a lo que muchos se les escapa, una gota de dolor, de recuerdo o de emoción, la que sale mansamente de la pupila resbalando hacia el  mundo, la recoge Darío Villalba  antes de caer gracias a  su técnica mixta sobre photolinen entelado y lienzo, en una exposición en que la pintura y la fotografía se unen en Madrid hasta el 11 de octubre en la Galería Marlborough.

(Imagen: «Lágrimas», de Darío Villaba.-2008.-50 x 42.-Galería Marlborough)