COLORES EN LA GRAN GUERRA

«El azul es el color típicamente celeste – dirá Kandinsky -. Serena y calma, profundizándose. El azul profundo atrae al hombre hacia el infinito, despierta en él el deseo de pureza y una sed de lo sobrenatural. Es el color del cielo tal como aparece desde que escuchamos la palabra «cielo». Deslizándose hacia el negro se colorea de una tristeza que sobrepasa lo humano, semejante a aquella en que suelen hundirse algunas personas en ciertos estados graves que no tienen fin y que no pueden tenerlo. Cuando se aclara, el azul parece lejano e indiferente como en el alto cielo. A medida que se aclara pierde su sonoridad hasta no ser más que una quietud silenciosa y blanca. Si se quisiera representar musicalmente los distintos azules, se diría que el azul claro se parece a la flauta, el azul oscuro al violonchelo y, al oscurecerse, cada vez más, evoca la muelle sonoridad de un contrabajo. En su apariencia más grave y más solemne, es comparable a los sonidos más graves del órgano».De lo espiritual en el arte«.-Nueva Visión )

Pero el azul se adensa. Las luces del azul abren las ventanas y de ellas salen cuerpos que miran a  las bombas, expresionismo que extiende los brazos intentando parar las nubes de la guerra, calles que se retuercen donde el azul de Jakob Steinhardt , por ejemplo, no tiene nada que ver con el de Kandinsky, azul inquietante, azul de noche de bombardeos, los artistas oyen silbar a los colores e intentan escapar con trazos de toda la barbarie. No, no es la Gran Guerra. No hay Gran Guerra. Todas las guerras son Grandes en su repetitiva crueldad, todos los pánicos estallan. La exposición que acaba de inaugurarse en Madrid en el Museo Thyssen y que estará hasta el 11 de enero, «¡1914! La vanguardia y la Gran Guerra», lo que hace es presentarnos la creación interpretando los sonidos en la noche, los cuerpos devastados.

Las flechas que caen como pájaros desde el cuadro de Klee apuntan a cada inocente despavorido que huye ante los pájaros cayendo como flechas. Cada pájaro lleva en su alargado vientre la metralla rectilínea y el corazón está debajo corriendo hacia el refugio, buscando a ciegas el amparo. Nadie escapa al poderío de los colores, a las explosiones de Otto Dix, a los caballos de Franz Marc, a los fogonazos de Ludwig Meidner. Los caballlos y los cañones y las columnas de humo siembran de fealdad y de impureza paisajes apocalípticos.  Vemos  perfectamente la velocidad del sonido y oímos perfectamente el trazo del color.  Nadie podía imaginar al lanzar las bombas, que debajo, mirándolas – sobre todo, pintándolas – estaban los artistas.

(Imágenes:»Lírico», 1911.-Wassily Kandinsky.-Óleo sobre lienzo.-Museum Boijmans Van Beuningen, Rotterdam/ «La ciudad», 1913.-Jakob Steinhardt.-Óleo sobre lienzo.-Staatliche Museen zu Berlin, Nationalgalerie, Berlín/ «Pájaros tirándose en picado y flechas», 1919 .-Paul Klee.-Calco de óleo y acuarela sobre capa de lápices grasos.- The Metropolitan Museum of Art, The Berggruen Klee Collection, 1984, Nueva York)