
De vez en cuando uno escribe un texto y lo introduce en una botella. No es un texto largo, a veces parece un solo verso, otras un poema, otras un principio de cuento, otras una novela comprimida. Está escrito con fe. ¿ Qué es la fe? Escribir en el vacío, ser uno mismo en el escritorio, en el campo, en la playa, con el lápiz, ante el ordenador. La fe arrastra a la libertad y la libertad va saliendo del interior de donde estaba para estirarse sobre las palabras y las palabras entonces toman la fuerza de la libertad para reírse de ciertas modas, de ciertos críticos, de ciertos comentarios y de todos los silencios que asoman en las rocas mientras la botella pasa delante de ellos mansamente, dando tumbos entre las olas y dejando que el texto vaya siempre viajando sin mojarse, incólume, transparente; el texto puede verse perfectamente a través del cristal cómo viaja horizontal, las palabras van dormidas, vivas, pero dormidas. ¿ Y por qué van dormidas y horizontales? Porque escribí ese texto con el alma ya horizontal, le quité todas las crispaciones y vanidades, todas la ambiciones superfluas, los dimes y diretes de los aplausos y fustraciones, los desdenes inservibles, el encogimiento de hombros, los desprecios. Entonces, con la mano, fui alisando y amansando todo cuanto quería decir, y luego, con las tenacillas de los dedos y con mucho cuidado, tomé distintas piezas del texto y las fui metiendo una a una dentro de la botella. No sé si ustedes habrán hecho esa operación alguna vez. Porque es una operación difícil, hay que meter la pieza de la infancia, la de la memoria, la del recuerdo de los padres, la del colegio, los vaivenes del matrimonio, las equivocaciones, la sinceridad, los hallazgos. Todo eso tiene que estar bien ensamblado y en su sitio, aunque la vida no siempre encaje así, pero el texto, para que quepa entero en la botella y se mantenga erguido como esas miniaturas blancas de los barcos que viven dentro de un cristal, tiene que tener un cuerpo compacto y alado, como ocurre con la existencia.
Entonces lo que hice fue cerrar por completo la botella y arrojarla al mar. El mar se llevó el texto durante muchos meses, a veces creo que durante.años. Creí que nunca más lo volvería a ver. Hasta que un día apareció a mis pies. Abrí la botella que venía de ml avatares distintos, empapada de algas y de espuma. Abrí la botella, el texto estaba intacto. Entonces, al leerlo, es cuando me dije: lo publicaré.
José Julio Perlado
miniaturas de barcos
