
El escritor irlandés del siglo XVlll Laurence Sterne dividía los viajes como viajes ociosos, viajes curiosos, viajes embusteros, viajes vanidosos y viajes melancólicos, y a los viajeros como viajeros por necesidad, viajeros delincuentes, viajeros inocentes e infortunados, simples viajeros y viajeros sentimentales. El simbolismo del viaje, como señala Chevalier en su ”Diccionario”, se resume en la búsqueda de la verdad, de la paz y de la inmortalidad y en la búsqueda también y en el descubrimiento , si ello es posible, de un centro espiritual. La navegación, el curso de los ríos, la ruta hacia las islas, han estado muchas veces vinculados al viaje. Estudiar, investigar, buscar, vivir intensamente lo nuevo y lo profundo, son modalidades del viaje. Los héroes son permanentemente viajeros, es decir, inquietos.
Pero hay otro viaje que nos sorprende siempre y que nos alecciona. Sucede a la mitad y a veces casi al final de nuestra vida. Cuando vamos doblando una a una las vueltas del camino y creíamos hasta entonces deslumbrarnos con tantas verdades solapadas y nos encontramos de bruces y de pronto con la única y auténtica verdad.
José Julio Perlado
