BASHŌ Y EL HAIKU


No sé si fue aquella misma tarde o en otra posterior — siguió contando Hisae en sus Memorias—, cuando me habló Bashō de poesía y concretamente del haiku. Primero me contó que aquella cabaña donde ahora vivía se la había regalado un discípulo suyo, creo que se llamaba Sampu, no lo recuerdo bien, y después me empezó a hablar del haiku. Enseguida me recitó uno:

Se va la primavera

quejas de pájaros, lágrimas

en los ojos de los peces.

Yo había oído hablar de modo muy general del haiku como una expresión de una iluminación transitoria, en la que se veía en profundidad la vida de las cosas. Ahora aquello lo comprobaba mejor al escuchar a Bashō cómo lo recitaba. Bashō me explicaba que en el haiku se mostraban las cosas tal y cómo existían a la vez fuera y dentro de la mente. Era una forma de volver a la naturaleza, a nuestra naturaleza de luna, a nuestra naturaleza de cerezo en flor, a nuestra naturaleza de la caída de la hoja. Era una forma a través de la cual la lluvia fría del invierno, las sombras de la tarde, incluso el día con su calor, y también la larga noche, se hacían verdaderamente vivos y participaban de nuestra humanidad hablando con su propio lenguaje. “


José Julio Perlado

(del libro ”Una dama japonesa”)

(Texto inédito)

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(Imagen —Ikeda Terukata)