
Robert Hughes, el gran critico de arte de la revista ”Time”, se adentraba en el tema de las naturalezas muertas en la pintura, sobre todo ” en la mesa holandesa del siglo XVll cargada de jarras de oro, liebres, frutas, pescados, aves y gotas de rocío” para compararla y distinguirla de las “naturalezas muertas’ del italiano Giorgio Morandi, cuyo pintor se expone estos días en Madrid, en la Fundación Maphre, bajo el título ”Morandi Resonancia infinita”
‘En Morandi — decía Hughes— las cosas son distintas. Los objetos son intemporales: botellas lechosas de cuello largo y frascos cuadrados, una lata de galletas, unos cuantos jarros de metal de pico largo. No llevan marcas, dibujos o nombre de fábrica. Se piensa en ellos como en un titubeante esquema de arquitectura ideal. Algunas veces, los esbeltos cuellos de las botellas, dispuestas en conjunto, recuerdan vagamente las torres de Bolonia o San Gimignano. Parecen frágiles, pero perdurarán durante décadas, cuadro tras cuadro. La forma como están pintadas parece un poco torpe porque no hay concesiones a la prisa. Morandi raspaba más cuadros de los que acababa : su autocensura era implacable.Morandi ( que no se trasladó a ninguna parte mas que a un piso de Bolonia) no utilizaba atajos. Rechazaba las formas abreviadas y agudas. Los objetos se filtran deliberadamente en la atención del espectador. Poco a poco se ”desarrollan” en el ojo, y se comienza a captar sus relaciones internas.’
