AZORÍN EN EL TIEMPO


La fundación. March convoca para el mes de mayo un ciclo de conferencias en torno a Azorin y vuelve hasta nosotros aquel escritor que tantos descubrimientos de los clásicos nos entregó en su literatura.

“En 1896, — decía Azorín — , una tarde, en un tren, llegué a Madrid. Entré a trabajar en un diario; trabajé reciamente; llegaba a la redacción a primera hora, cuando no había nadie; me retiraba con el alba. La retribución era escasa e incierta. No sé de qué modo podía vivir en Madrid; mi vida era austera y mi comer frugal. El Madrid de entonces era un Madrid abigarrado; su centro literario estaba en el café de Fornos. Las mesas de mármol de Fornos conocían las blancas cuartillas. Me vi precisado a volver al pueblo. ¿Qué iba a hacer yo en el pueblo? ¿De qué modo satisfaría mi vocación literaria? Pude volver a Madrid. Dos o tres veces repasé el camino de Madrid al pueblo y del pueblo a Madrid. Y cada vez que me veía recluido en el pueblo me embargaba una incertidumbre angustiosa. “Ya, definitivamente – decía yo -, no seré nada.” Amaba el pueblo; amaba las gentes del pueblo; amaba el campo. Pero ¿y la viva literatura? ¿Y la vida fecunda y varia de las redacciones y de los editores? No podía resignarme al fracaso. (…) Y volví, ahora ya establemente, a Madrid. La angustia de la incertidumbre había terminado (…) En 1902 publiqué mi primera novela, La voluntad; en 1903 publiqué la segunda, Antonio Azorín. (…) Ya podía yo vivir en Madrid, sentirme seguro en Madrid. La ruta de Don Quijote me había hecho popular; la Andalucía trágica motivó – en “El Imparcial” – una interrupción extraña, inesperada. Y pasé al “ABC”, cuando (1905) se estaba ya publicando, antes de salir a la calle, en probaturas tenaces, para el interior de la casa.”

Estas palabras de Azorín, recogidas en su libro Postdata, de 1959, me llevan hasta otro Azorín en el tiempo.

casa

El tiempo me hace subir las escaleras de la madrileña casa de Azorín (calle Zorrilla 21) donde murió aquel 3 de marzo de 1967. y el tiempo me empuja a darle mi pésame dolorido y sincero a su viuda, doña Julia Guinda, que estaba junto al féretro. Allí permanecí largo rato. El tiempo me lleva también a una pequeña biblioteca pública de una ciudad de provincias donde, años atrás, yo me sumergía en Azorín. Aprendía de él a aplicar los adjetivos, los “primores de lo vulgar”, la observación, la limpidez de la prosa. Aprendí de él el amor a los clásicos, “los clásicos redivivos”, “los clásicos futuros”.

azorin

El tiempo pausado me acompañaba por el campo de las lecturas en aquellos años de estudiante. Con Azorín me asomaba por un ventanuco de la literatura y veía escribir a Lope, a Garcilaso, mientras ellos no me veían. Con Azorín llevándome de la mano tocaba los muebles de las habitaciones y me preguntaba con sus mismas palabras: “¿tienen alma las cosas? ¿tienen alma los viejos muebles, los muros, los jardines, las puertas?”, y enseguida, “¿ qué son las cosas?… Todas estas cosas que  están inmóviles en las vitrinas van a partir hacia la vida. ¿Cuál será el rumbo por el mundo? Todas estas cosas inertes bajo los cristales van a acompañarnos en nuestras alegrías y en nuestros dolores…Un mueble, un objeto anodino, una baratilla que vemos todos los días y a todas horas encierra tanta vida como nosotros mismos…No hay ninguna cosa vulgar, como no hay ningún ser despreciable.”

Así me quedé pensativo – envuelto en el tiempo – aquel 3 de marzo de 1967 mientras velaba el cadáver de Azorín  rodeado por las cosas.

José Julio Perlado

(1- Azorin EFE) (ilustraciones de Alenarte revista)

LO QUE DICE Y HACE UN POEMA

“Sin duda — recuerda Pedro Salinas —, distinguir entre lo que un poema dice y lo que hace es siempre útil para la aclaración de nuestro entendimiento, pero hay que prevenirse contra el peligro de creer que una poesía no dice nada, no tiene que decir nada y que puede escribirse algo poéticamente significante sin que diga nada. Porque el poeta existe sólo a través de un decir. Se juega la vida en las palabras que fatalmente — y no obstante los desesperados esfuerzos superrealistas —dicen algo, y aún mucho, apenas se formulan. En la Edad Media, poema era sinónimo de Decir. Lo cierto es que una poesía perfecta dice y hace: hace lo que dice.”

(Imágenes- 1- Frederic Cuming/ 2-foto Wolkmar wentzel- national geographic

DE LA MELANCOLÍA Y SUS ALREDEDORES

Se pensaría que por las terrazas del sentimiento, por esas avenidas que nos traen    recuerdos violáceos, recuerdos que nos dejan un raro sabor de boca, algo que al parecer escapó y que vuelve ahora de nuevo, algo  que nos da la impresión de  que eso ya no lo volveremos a vivir, aquello que nos pareció tan radiante en el pasado y que nunca retornará en el presente, unos juegos quizás, o unos rostros, unos rostros, sí, bellos y desaparecidos, conversaciones fugaces, luminosas horas, todo ese mundo que ahora nos trae el viento de los años, la brevedad de la existencia,  eso que llega y que nos envuelve de pronto en  golpe imprevisto del  pensamiento, lo podríamos bautizar sin duda  como melancolía, y es cierto, la dama de la  melancolía nos acompaña por esas terrazas del sentimiento y anda despacio con nosotros, pisa por donde nuestro silencio pisa y apenas nos habla, tan sumida va en cuanto nosotros estamos pensando que la melancolía en ocasiones somos nosotros mismos.

  ( Durero. La Melancolía)

 “El temor y la tristeza – advirtió  Hércules de Sajonia – son los verdaderos y constantes caracteres de la mayoría de los melancólicos,  pero no de todos, puesto que algunos se distinguen por su buen talante, otros por su atrevimiento, y los hay que no manifiestan ninguna forma de temor o pesadumbre”. “Se incluyen entre los melancólicos – señaló a su vez Ecio -, no sólo a los descontentos, arrebatados,  desdichados y de rostro pálido o de color terroso, sino aún más a los sujetos alegres, joviales,  bromistas y de buen color en sus semblantes”. Por tanto la melancolía no es  hermana exclusiva de los tristes, y la “acedia” – la llamada “tristeza o melancolía del mundo”, (expresión también de una vacilación o  rechazo a devenir lo que la persona realmente es, por su propia naturaleza) -, aquello que Kierkegaard llamaba “la desesperación de la debilidad”, tiene unas hijas propias que el filósofo alemán Josef Pieper ha analizado muy agudamente. “Ningún hombre puede mantenerse en la tristeza”, se lee en la Biblia,  y una de las hijas de esa “acedia” o tristeza  es la vagabunda inquietud de espíritu, que a su vez se revela  (y esto, en principio, nos parecería sorprendente) en la abundancia de palabras en la conversación, es decir, en la verbosidad o charlatanería incesante,  en la ininterrumpida  búsqueda  de novedades – por tanto, en la curiosidad permanente -, como también  en la dispersión, en la ausencia de sosiego y de reposo, en realidad en el no parar  y en  la inestabilidad de lugar y de decisión.

Por todas estas rendijas – muchas de ellas muy características de nuestra  época  – se cuela la llamada  “tristeza del mundo” o “acedia” y, naturalmente,  la melancolía.”Hoy  ya se han  experimentado hasta la saciedad – y así lo ha señalado otro gran autor contemporáneo  – las promesas de libertad ilimitada y empezamos a comprender de nuevo la expresión “melancolía de este mundo”. Las alegrías prohibidas pierden su esplendor en el momento en que ya no están prohibidas. Vemos frecuentemente en el rostro de los jóvenes una extraña amargura, un conformismo bastante lejano del empuje juvenil hacia lo desconocido. Todo lo que se puede esperar ya se conoce y todo amor desemboca en la desilusión por la finitud del mundo. El hombre tiene miedo de estar sólo consigo mismo, pierde su centro, se convierte en un vagabundo intelectual, que siempre se está alejando de sí mismo. De ahí esa verbosidad y curiosidad a la que acabamos de referirnos,  ya que el hombre con su permanente  hablar huye del pensamiento. Puesto que se le ha quitado la visión hacia lo  Infinito, busca insaciablemente sustitutos”. Por otro lado, al invertirse los objetivos en el trabajo  (Aristóteles decía “no nos consagramos a una vida activa sino con vistas a tener ocio” y  ahora decimos, “nosotros no trabajamos solamente para vivir, sino que vivimos para el trabajo”),  la melancolía no tiene por qué estar  unida únicamente a la indolencia o la  pereza  sino que puede manifestarse perfectamente escondida  en una frenética actividad externa. La melancolía, por tanto,  no es compañera exclusiva de los  pasivos paseantes en las  terrazas de los  sentimientos sino que puede encontrarse igualmente entre  quienes se han arrojado a  un activismo frenético, a la locura del trabajo por el trabajo…

    ( El Pensador. Rodín)

 Estudiada la melancolía por grandes autores  – son célebres los volúmenes  “Saturno y la melancolía” de Klibansky y Panofsky y el exhaustivo tratado de Robert Burton, “Anatomía de la melancolía”  -, se han analizado las múltiples causas que la provocan, se han enumerado sus  síntomas, se han aportado posibles remedios y curaciones, se ha contemplado la relación que ella puede  tener con el amor, los celos, la belleza del rostro o de los ojos, se ha considerado – y así lo hace Burton -cómo nos puede afectar la melancolía amorosa al traspasar las fronteras de los sentidos, de qué forma los encuentros, las conversaciones, los cantos, los engaños, las promesas, las quejas y las lágrimas trenzan muchas de esas melancolías que existen en el mundo, y cómo el miedo, la pena, la desconfianza, ciertas conductas extrañas, juramentos, juicios, ultrajes y gestos influyen en ella,  cercando  a la melancolía con  las pasiones y turbaciones de la mente – con  la envidia, la malicia, las preocupaciones, miserias, vanaglorias y tristezas de la existencia -, mezclándola con pavores, burlas, calumnias, necesidades y ausencias. El universo de la melancolía es amplísimo y por citar un aspecto entre mil  he ahí a la música como uno de los  remedios  – según Burton  – para apartar esa melancolía. “La música -señala él  – es la mayor medicina de la mente,  un poderoso golpe para elevar y reavivar un alma lánguida, “afectando no sólo a los oídos, sino a las propias arterias, los espíritus vitales y animales, eleva la mente y la agudiza” como así  dice  Lemnio. Juan de Salisbury, por su parte, indica que la música tiene su efecto sobre las almas más embotadas, severas y dolientes, “expulsa la pena con alegría, y si hay algunas nubes, polvo o escoria de las preocupaciones todavía latentes en nuestros  pensamientos, los barre poderosamente”.

¿Es esto así de diáfano? No, no lo es. El dorso de este posible remedio de la música lo muestra Platón, el cual prohíbe la música a todos los jóvenes, porque la mayoría están enamorados y no hay que alimentar el fuego con el fuego. Muchos hombres – apunta también  Robert Burton – se ponen melancólicos al escuchar música, pero les causa una agradable melancolía, y por lo tanto, para quienes están descontentos, con pesar, miedo, dolor o están abatidos, es el mayor remedio presente. Plutarco a su vez  decía que la música vuelve a algunos hombres tan locos como tigres y  Homero, que la música hace a algunos despertar y a otros dormir, mientras Teofrasto profetizaba que las enfermedades tanto se pueden adquirir  como mitigar con la música.

Naturalmente, si hubiera que elegir un cuadro cuyo tema sea éste que nos ocupa nos encontraremos siempre con Durero y su celebre grabado “La Melancolía“. “En la Edad Media – nos recuerda Kenneth Clark al comentar la obra  -“melancolía” quería decir una simple combinación de pereza, aburrimiento y desaliento que debe de haber sido muy corriente en el seno de una sociedad analfabeta. Pero la aplicación que de ella hace Durero dista muchos de ser simplista. Esta figura es la humanidad en su forma más evolucionada, provista de alas para elevarse .Está sentada en la actitud del “Pensador” de Rodin, y todavía tiene en la mano el compás, símbolo de la medición con que la ciencia conquistará el mundo A su alrededor aparecen todos los emblemas de la acción constructiva: un serrucho, unas tenazas, una balanza, un martillo, un crisol y dos elementos de la geometría de los sólidos, un poliedro y una esfera. Pero ella, desdeñando todos esos instrumentos de construcción, permanece ahí sentada, meditando sobre la futilidad del esfuerzo humano Su mirada obsesiva refleja algún profundo trastorno psíquico”.

La melancolía, pues, ha sido siempre  tema que con diversas variantes ha recorrido los siglos. Hoy quizá sean los temores del futuro y los recuerdos del pasado los que inquietan a veces a nuestro presente, sobresaltando sus aguas. La serenidad que debería instalarse en cada uno de nuestros momento actuales se ve alterado por tormentas, o bien que ya pasaron o bien o que aún no llegaron y  ni sabemos siquiera si llegarán. Si  miramos tan obsesivamente al ayer que ya  sucedió y que no tiene remedio o al mañana que aún no ha sucedido y que es una gran incógnita en el porvenir, deberíamos preguntarnos por qué a veces nos embarga tanto en el presente  esa curiosa y muchas veces perjudicial  melancolía.

 José Julio Perlado

(ilustraciones de Alenarte Revista)

NIEBLA

 

 

“Niebla por todas artes. Niebla río arriba, donde mana entre verdes islotes y praderas; — escribe Dickens en “Casa desolada” — ; niebla río abajo, donde ondula viciada entre las hileras de embarcaciones y por la contaminada ciudad, grande y sucia, que se extiende al borde del agua. Niebla entre los marjales de Essex, niebla en los cerros de Kent. Niebla reptando por las chimeneas de los barcos carboneros, niebla densa en los muelles, flotando entre los aparejos de los grandes navíos; niebla que cae sobre las barcazas y botes. Niebla en los ojos y gargantas de los viejos pensionistas de Greenwich, que resuellan junto  al hogar de sus guardianes; niebla  en la pipa que por la tarde fuma el colérico patrón; niebla que pellizca con crueldad los dedos de los pies y las manos del tembloroso grumete que está en cubierta. La gente vaga por los puentes, asomándose desde  las barandillas a los cielos desplomados en la niebla, mientras esta los envuelve  a todos, como si colgasen de un globo y pendieran de las brumosas nubes+.

(Imagen— Alfred Cohn- 1920)

GEORGIA O ‘ KEEFFE

Ahora, ante la exposición en el Thyssen de Madrid sobre Georgia O K’ooffe vienen hasta nosotros sus iimágenes y sus palabras:

“Me había criado — decía ella —- de forma bastante parecida al resto(…) y un día me sorprendí a mí misma diciendo— No puedo vivir como quiero. No puedo ir donde quiero— No puedo hacer lo que quiero—- Ni siquiera puedo decir lo que quiero. La escuela y lo que los artistas me han enseñado me impiden incluso pintar como quiero. Decidí que era una tonta estúpida por no pintar al menos como quería…”



Georgia O’ Keeffe, entre 1929 y 1946, une la multitud a la soledad, la gran urbe al desierto el bullicio al silencio. Alterna Nueva York con Nuevo México.

“Trabajo sobre una idea durante mucho tiempo — decía ella — Es cómo intimar con una persona , y yo no intimo fácilmente.”


Se ha dicho de ella que se autorretrató a través de flores y frutas. Ante Nueva York ella quería pintar la”rugiente ciudad” como “algo más grande, más grandioso, más completo de lo que jamás antes lo había sido en la historia.”

“Cuando pienso en la muerte, sólo siento que ya no podré ver este hermoso paisaje nunca más…”

(Imágenes— Georgia O’ Keeffe- 1,2,3,45- 1927)

¿LOS LÍMITES DE LA AMISTAD?


¿Hasta dónde pueden llegar los límites de la amistad? ¿Es que la amistad tiene algún límite? Edward Albee, el célebre dramaturgo norteamericano, escribió “Delicado equilibrio“, obra tensa y turbulenta que obtendría el Premio Pulitzer, se estrenaría en 1966 en Nueva York y sería luego  llevada a la pantalla en 1973 por Tony Richardson y protagonizada por Katharina Hepburn en el papel de Agnes, Paul  Scofield en el de Tobías, Joseph  Cotten en el de Harry y Betsy  Blair en el de Edna.

La casa de Tobías y de Agnes, en donde el delicado equilibrio del matrimonio se hace ya patente desde la primera escena, es “invadida” por una pareja amiga, la de Edna y Harry, que llegan aturdidos y aterrorizados por algo que les ha ocurrido fuera. Vienen en busca del refugio de los amigos, pero no aspiran a quedarse por un tiempo determinado sino que desean  “instalarse” allí para siempre y encontrar permanente cobijo.

-Si el terror viene…desciende… -dice Edna pidiendo amparo a sus amigos- si de pronto…necesitamos…vamos adonde se nos espera, adonde sabemos que se nos quiere, no sólo adonde queremos; venimos adonde la mesa ha sido tendida para nosotros en esa oportunidad…adonde la cama está preparada…y calentada…y está lista por si la precisamos. No somos…transeúntes…

En el tercer acto, Tobías, en una confesión  en la que vuelca cuantas contradicciones  lleva dentro, exclamará:

-¿La amistad no llega a eso? ¿Al amor? ¿Cuarenta años no cuentan para nada? Hemos hecho lo nuestro juntos, viejo – le dirá a Harry -, somos amigos, hemos pasado buenas y malas juntos. ¿Cómo es ahora, viejo? (Grito) ¿CÓMO ES AHORA MUCHACHO? ¡¿BUENA?! ¡¿MALA?! ¡BUENO, SEA LO QUE FUERA LO HEMOS PASADO, VIEJO! (Suave) Y no tienes que preguntar. Te aprecio, Harry, sí, de verdad, no me gusta Edna, pero eso no cuenta para nada, te aprecio mucho; pero encuentro que mi aprecio tiene sus límites…¡PERO ESOS SON MIS LÍMITES! ¡NO LOS TUYOS! (…) ¡VAS A TRAER TU TERROR Y VAS A ENTRAR AQUÍ Y VAS A VIVIR CON NOSOTROS! ¡VAS A TRAER TU PESTE! ¡TE VAS A QUEDAR CON

NOSOTROS! ¡NO TE QUIERO AQUÍ! ¡NO LOS QUIERO! ¡PERO POR DIOS…SE QUEDARÁN!

Esta enorme virulencia y  turbulencia de las palabras de Tobías que quiere y no quiere a la vez aceptar  a sus amigos, aceptarlos para que vivan para siempre en su casa, desencadena las contradicciones de un corazón dividido, corazón que sufría ya un “delicado equilibrio”  amenazando  su vida matrimonial.

No es el caso aquí de desvelar el desenlace de este intenso drama de Albee que presenta numerosas capas de interpretación social, psicológica y literaria. Esa “peste” de la que habla Tobías y que, según él, trae Harry desde fuera, es una  referencia e influencia indudable de Camus sobre Albee, ya que el autor norteamericano admiraba mucho al francés. ¿Pero qué haría cualquiera de nosotros en una situación así? ¿Aceptaría que un amigo angustiado se quedara a compartir para siempre y en nuestra propia casa nuestra vida? ¿Tiene un límite la  amistad? ¿O las fronteras de la amistad desaparecen puesto que si nos fijáramos en ellas no existiría verdadera amistad? El tema de la amistad  ha recorrido épocas e historia de la vida pública y  privada durante siglos. “Sin amigos – dejó dicho Aristóteles- nadie querría vivir, aunque tuviese todos los bienes”.  A veces la amistad se ha cristalizado incluso en objetos de recuerdo. Petrarca, que sentía un hondo afecto por San Agustín, había tomado la costumbre de anotar en un cuadernillo especial el diálogo que siempre mantenía con su amigo muerto hacía casi mil años. Guardaba celosamente para sí ese cuadernillo que era un objeto-reliquia en su vida íntima: había creado un verdadero discurso amistoso con una persona de otro tiempo. Más adelante, en 1441 y en Florencia, el certamen de la  Academia de aquella ciudad se centró en la amistad como asunto y se propuso tratar en lengua vulgar un tema institucional del mundo clásico.

Pero no solamente la distancia de siglos en la evocación personal sino el amplio espacio de amistad cuyo arco unen los libros ha servido en la Historia para acercar en confidencia a escritores y lectores e irlos haciendo cada vez más amigos. “Sin duda la amistad, la amistad que se refiere a los individuos – escribirá  Proust  -, es cosa frívola, y la lectura es una amistad. Pero al menos es una amistad sincera, y el hecho de que se dirija a un muerto, a un ausente, le da un algo de desinteresado, casi de emocionante. Es además una amistad exenta de todo lo que constituye la fealdad de las otras. Como nosotros, los vivientes, no somos todos más que unos muertos que no han entrado todavía en funciones, todas esas finezas, todos esos saludos en el vestíbulo que llamamos deferencia, gratitud, afecto, y en lo que tanta mentira ponemos, son estériles y fatigosos. (…) En la lectura, la amistad torna súbitamente a su pureza primigenia. Con los libros, nada de amabilidad. Estos amigos, si pasamos la velada con ellos, es verdaderamente porque tenemos gana de pasarla”.

  José Julio Perlado

(Imagen — William Heick – 1948)

SONREÍR EN UN BLOG ( 11) : LOS ALMIRANTES ININTELIGIBLES

 

 

“Si un gobierno declara ininteligible a un almirante pasarán cosas extrañas en el país, porque nunca se ha sabido que a un almirante  le agrade ser declarado ininteligible y todavía menos que un gobierno civil haya  declarado ininteligible a un almirante.

Si a pesar de eso el gobierno lo declara, sucederá que el almirante declarado telefoneará a otros almirantes y en algún lugar del buque insignia habrá una reunión secreta donde numerosas condecoraciones y charreteras se agitarán convulsionadas, tratando de poner en claro cosas tales como el significado de la ininteligibilidad, por qué se declara ininteligible a un almirante y, en caso de que la declaración tenga algún fundamento, cómo puede ser que el almirante declarado haya procedido ininteligiblemente hasta el punto de que lo declaren, y así sucesivamente.

Lo más probable es que los almirantes ininteligibles se solidaricen con el declarado, en la medida en que la susodicha declaración afecta el buen nombre y honor de un colega que a lo largo de su digna carrera no ha dado jamás el menor motivo para que lo declaren. En consecuencia, si se acata la declaración del gobierno se navega a toda máquina hacia la anarquía y el retiro forzoso, por lo cual frente a la gravedad de los hechos sólo cabe una respuesta solidaria: concentrar la escuadra en la rada y bombardear la casa de gobierno, que un arquitecto insensato ha puesto prácticamente al borde del agua con las consiguientes ventajas balísticas.

(…)

Julio Cortázar— “ Sobre la solución de las controversias” (“La vuelta al día en ochenta mundos”)

 

 

(Imágenes—1-David Merveille/ 2-Chagall-Guerra 1916- museo tyssen)

LA TARDE ES UNA IDEA

 


“La tarde es una idea.

Y la idea es un ojo.

Y el ojo una ventana

a la que se asoma mi voz

para decir el nombre de la tarde

como si fuera un relieve.

Y en ese relieve se posa un pájaro

que ya no necesita cantar para ser.”

Roberto Juarroz —“ Séptima poesía vertical” (1982)

(Imagen —Edward Steichen-1899)

EN EL DÍA DEL LIBRO

“Estoy en mi biblioteca — dice Alberto Manguel —, rodeado de estanterías vacías y de torres de libros cada vez más altas. Se me ocurre que puedo rastrear todos mis recuerdos a través de estos volúmenes que se amontonan. De pronto, todo parece superfluo, tanta acumulación de papel impreso (… ) Los libros que me llevo por la noche a la cama y los libros que ordeno en la biblioteca durante el día  son distintos. Los primeros me imponen su tiempo y longitud, su propio ritmo de narrar antes de dormirme; los segundos están sometidos a mis ideas de orden y categorías y me obedecen casi ciegamente ( a veces se rebelan y tengo que cambiarlos de sitio en la estantería).

(…) No me gusta que nadie me resuma un libro. Prefiero que se me tiente con un título, con una escena, con una cita, pero no con la historia completa. Amigos entusiastas, notas de solapas, profesores e historias de la literatura destruyen buena parte del placer de leer contándonos el argumento. La memoria también puede acabar con gran parte del placer de no saber lo que va a pasar.”

(Imágenes— 1- /Holbein -1536/ 2- Jan van der heyden 1712)

VISIÓN DE LA SANDÍA

 

“Una sandía, partida por la mitad — escribe Marià Manent en su Diario de 1918 —, forma  como una luna roja y húmeda. Era hermoso  ver la pequeña luna asequible, repartida en segmentos, en pedazos, en luna menguante. Y menguaba deprisa entre los dientes de los amigos, de la pequeña amiga, que llevaba hoy un vestido de color de fresa, y tenía los labios mojados y la cara encendida. ¡Orgía de fruta! La efímera luna roja, el bello astro vivo bajo la crudeza de la luz eléctrica, se iba deshaciendo en un agua dulce, llena de escollos negros y brillantes. En el gran sol de la canícula había madurado aquel pequeño mundo, había conservado para nosotros un dulce frescor líquido.  En un momento en que Anna se acercaba el segmento de sandía a la boca, alguien la ha cogido por la verde cáscara y la ha movido, rápido, por el rostro risueño. Parecía una flor empapada de lluvia.”

(Imagen — Sigmar Polke)

VIEJO MADRID ( 97) : TORRE DE LOS LUJANES

 

 

”Declarada monumento nacional y restaurada después de mil ambages — dice Ramón Gómez de la Serna en su “Elucidario de Madrid” —-, la Torre de los Lujanes ha tomado un aspecto de castillete de teatro que no tenía su estampa.

La Academia de Ciencias Morales y Políticas ocupa el palacio de los Lujanes, y en su gran salón, a la par que algunos discursos luminosos, muchos viejos políticos han leído sus discursos.
En ese recinto histórico también se vuelve  histórica la Academia, que no barruntó la manera con que hay que gobernar el mundo, empeñándose en retrasadas fórmulas en momento de latidos impacientes y nuevos, inesperados a la derecha e inesperados a la izquierda.

Pero la torre no tiene que ver nada con nada, guardando en su frente un recuerdo categórico y gozándose en ser avizora y vigía, como todas las torres, que, si vieron y vivieron el pasado en su talante genial y levantado ésta la facultad de que vean y divisen lo porvenir.

Francisco l en la Torre de los Lujanes, fue tratado a cuerpo de Rey, sin  que le perturbase la escena fanfarrona y rumbosa en que seguramente intervino un soldado llamado Roldán, que le presentó una bala de oro que había preparado a su salud, deseando darle muerte de una manera digna, y que Francisco l agradeció por la buena intención revelada al fabricarla tan costosa y por el regalo que de ella le hacía.”

 

(Imágenes—1 y 2- calle del Codo- que da a la plaza donde se levanta La Torre de los Lujanes— foto jjp- 2009)

GAUDÍ, LA ARQUITECTURA, LAS PIEDRAS


“Cuando una roca infernal ha asumido esta forma, puede permanecer así durante milenios: exhausta, desahuciada o abandonada a sí misma; o tal vez sea su manera de orar — le contestaba Gaudí al italiano Giorgio Manganelli en sus “Entrevistas imposibles”—.Las piedras lisas sedujeron a otras refinadas y porosas piedras a hacerse fluviales, marinas, y aquella mezcla inspiró a otras el movimiento de las algas; las hierbas fueron inventadas por los desfiladeros, los bosques por los abismos, y las cavernas se ofrecieron al hambre, el miedo, la devoción, la torpeza de los animales y finalmente del hombre, mientras otras piedras maceradas en agua de ciénaga,llamaban a monstruos voladores fuera de otras piedras más ambiciosss e incautas. Pero las cavernas llevaban milenios esperando al hombre ¿Y acaso la casa es diferente de una caverna, sólo que no quiere que la llamen caverna? Por eso mis casas son cavernas, para que así el hombre pueda entrar en ellas. Y no las he construido; me he limitado a ayudar a las piedras, nada más: sus ambiciones y también su dolor. Pero yo no siento piedad de las piedras.

Elijamos entonces unas piedras a un tiempo ambiciosas, narcisistas, esquizofrénicas, pecaminosas, solitarias, y dejémoslas crecer en forma de chimenea, de grande y gloriosa chimenea, con todas sus bocas abiertas, de modo que a los cautos humanos les parezcan únicamente bocas para dejar salir el humo, pero para quien está fuera aparezcan realmente como lo que son: puertas, orificios permanentemente abiertos de par en par para acoger.

Y en la Sagrada Familia — seguía contestando Gaudí — fingí conducir allí mis piedras… Realicé sólo la fachada : una fachada torcida, falsa, maquillada… Aquella fachada era falsa: la iglesia estaba dentro, era el vacío, el vacío era el mundo, y esa fachada era un guiño, nada más.Esperemos mil, un millón de años, siempre. La iglesia que no existe ha sido construida. Sus límites técnicamente, van de sí mismo a sí misma; todo el mundo. Esperemos. Ni yo ni las piedras podemos hacer nada más.”



(imágenes—1- dreamstime)

MUJERES DE CINE

 

Ahora que es tan difícil ir al cine, vienen las mujeres del cine hasta la pluma del escritor y psicoanalista francés J.- B. Pontalis:

Romy Schneider, sus ojos que sonríen, su inmensa tristeza que no puede ocultar.

 

Anouk Aimé, inolvidable en “Lola de Nantes”

 

Kim  Novak en “Picnic”

 

 

 

Maria Schell, sus ojos claros, pero demasiado santa, demasiado víctima.

 

Julianne Moore, en todos sus films, no solamente en “Las Horas”. Su ternura, su desesperanza.

 

Katharine Hepburn, por su vivacidad, su ironía, pero con un cuerpo demasiado anguloso.

 

 

 

(Imágenes— 1- Michele Morgan – Ernest Bachrach- 1940/2- Greta Garbo – Russel Ball- 1925/ 3- Katharine Hepburn)

VIAJES POR EL MUNDO (41) : UN TÉ INGLÉS

 

En casa de la señora Wyndham — recordaba Isadora Duncan —asistí por primera vez a un té inglés. Estas reuniones en torno a la chimenea tienen un encanto inimitable, con el té negro en las tazas, las rebanadas de pan con mantequilla, la niebla amarillenta al otro lado de las ventanas y la civilizada parsimonia de las voces inglesas.  Una atmósfera mágica de seguridad, de cultura, de bienestar impregna la casa inglesa. Fue igualmente en casa de los Wyndham donde pude observar por primera vez el singular comportamiento de los criados ingleses, que se mueven con una especie de aristocrática seguridad, no desprecian su condición ni tratan como en América de ascender en la escala social, sino que se sienten orgullosos de servir a las “grandes familias”, como hicieron sus padres y como harán sus hijos. Éste es uno de los elementos que infunden calma y seguridad a la vida.”

 

 

(Imágenes-: — 1–Raoul Dufy- 1919/ 2- Albert Goodwin)

RETRATO DE LORCA

“La primera y ünica vez que vi a Federico García Lorca, un año y medio antes de que muriese  — decía el gran periodista italiano Montanelli —, lo encontré ocupado en pintar. El pastel era, con el piano, su pasión, y alguien me dice hoy que tenía un sentido  del color comparable al de Matisse. Es posible, pero no estoy en condiciones de emitir juicios. El único cuadro suyo que he visto, apenas esbozado, es el que estaba componiendo aquella tarde de primavera en Madrid y que me ha dejado solamente una confusa impresión de rojo y amarillo, igualmente violentos. Fui a verle no para medir su habilidad ante el caballete, sino por la curiosidad que me inspiraban sus poesías y la leyenda, que a veces ya comenzaba a aurolearle y que él me confirmó, esquivando hábilmente mis preguntas a propósito de su origen gitano.

García Lorca era de estatura media, de rasgos más bien toscos, de frente convexa, de espesos y lisos cabellos, sólo tenía tres cosas: la mirada luminosa, la risa de niño y la voz, cuya gravedad baritonal y cálida recordaba el cante jondo que se estremece, como un acompañamiento de guitarra, en sus poemas. “Tiene ángel”, decían de él sus amigos. Y comenzó a tenerlo de veras, cuando en el curso de la conversación  cayó, no sé si a iniciativa mía o suya, el nombre de Dali. Entonces García Lorca, hasta aquel momento distraído, se animó de improviso y abriendo un cajón, sacó, para mostrármelos, los dibujos que su amigo, le había mandado desde Cadaqués. Eran unos Dalí surrealistas: rocas con rostros humanos, blandos monstruos marinos, esponjas calcinadas paseándose con muletas por la playa. Lorca enloquecía por esas cosas, de las que a mí solamente se me ocurría admirar la diligente ejecución, el perfecto dibujo, la industria artesana.

Años después, Indro Montanelli fue a ver a Dalí:  “ No había nada de extraordinario en Lorca, ¿ sabe? — le dijo el pintor —.En él se había encarnado un fenómeno poético sin ley, sin contornos, sin nada “comestible”. Era…”un joven”. ¡Mientras que de mi obra quedará un gran fuego, destinado a calentar la Humanidad por los siglos venideros, de la suya no permanecerán sino algunos rescoldos entre mucha ceniza…! No, no tenía nada de extraordinario, Federico…”

(Imágenes—: 1- Lorca— Wikipedia/ 2- Lorca con Buñuel  y otros escritores y  amigos- 1923/ 3- Lorca con Margarita Xirgu- La Vanguardia/ Dalí- Foto Arnold Newman)

CUANDO BEBÍAMOS LAS CERVEZAS

 

 

“Cuando bebíamos las cervezas eran azules

Con tus ojos de fresa desnuda inventabas el mar y su cólera incierta

En tus largos cabellos de otoño crecían palomas adorando el rocío

La soledad es más cierta que el tiempo decías

Y la claridad de los caracoles alzaba sus sortijas de fuego

Cuando bebíamos las cervezas eran azules

Nunca  tuviste una idea fija del sueño

Tus hijos aprendieron a tirar manzanas al cielo

Y sonreías  no sin antes saber lo que era la dicha

Buscaste la  paz después del combate

Y la lluvia reemplazó a la vida.”

Juan Cristóbal – ( Lima, 1941) — ( de “La isla del tesoro”, 1982)

(Imagen — Johann Georg Hainz— naturaleza muerta con vaso de cerveza y panecillos- 1665- Kunsthale- Hamburgo)