“Una sandía, partida por la mitad — escribe Marià Manent en su Diario de 1918 —, forma como una luna roja y húmeda. Era hermoso ver la pequeña luna asequible, repartida en segmentos, en pedazos, en luna menguante. Y menguaba deprisa entre los dientes de los amigos, de la pequeña amiga, que llevaba hoy un vestido de color de fresa, y tenía los labios mojados y la cara encendida. ¡Orgía de fruta! La efímera luna roja, el bello astro vivo bajo la crudeza de la luz eléctrica, se iba deshaciendo en un agua dulce, llena de escollos negros y brillantes. En el gran sol de la canícula había madurado aquel pequeño mundo, había conservado para nosotros un dulce frescor líquido. En un momento en que Anna se acercaba el segmento de sandía a la boca, alguien la ha cogido por la verde cáscara y la ha movido, rápido, por el rostro risueño. Parecía una flor empapada de lluvia.”
(Imagen — Sigmar Polke)