SONRISA DEL BEATO ANGÉLICO

 

 

“De vez en cuando me detengo ante un cuadro del Beato Angélico y evoco su sonrisa. Esa sonrisa quiso ser destacada por Vasari cuando anotó su vida. Fray Giovanni da Fiesole, en su siglo Guido di Pietro, más tarde  Beato Angélico, “tuvo continuamente su cuerpo atareado en la pintura — dice Vasari — y nunca quiso hacer otra cosa  que santos.  Pudo ser rico , y no le importó nada serlo, es más, decía que la verdadera riqueza consistía en contentarse con poco. Pudo mandar en muchos, y lo evitaba, diciendo tener menos trabajo y menos riesgo de equivocarse obedeciendo a los demás. Pudo alcanzar honores en su orden y fuera, pero no los estimó. Era muy sobrio. Se dice que los frailes nunca le vieron encolerizado, lo cual me parece en verdad asombroso, y que limitándose a sonreír, reconvenía a los amigos. En sus obras se percibe devoción y habilidad natural, y, en efecto, nadie ha pintado Santos con tal aspecto de bondad como él.  Antes de profesar fue pintor y miniaturista, y en San Marcos de Florencia hay algunos libros miniados por él. Tuvo por costumbre no retocar ni arreglar ninguna pintura suya, sino dejarlas siempre tal como le habían salido la primera vez.”

 

 

(Imágenes— 1–Beato Angélico- lucro hispánico/  2- Beato Angélico- uffici)

LA “QUINTA DEL SORDO”

 

“…  Conocía que los responsables del Museo del Prado se habían propuesto desde hacía muchos años reproducir en la medida de lo posible algo que realmente era muy difícil conseguir: la disposición y ubicación que las llamadas “pinturas negras” habían tenido en la denominada “Quinta del Sordo”, la casa de ladrillos de adobe que Goya, con setenta y tres años, había comprado en febrero de 1819 por sesenta mil reales en un terreno ascendente sobre el río Manzanares, en el lado Oeste de Madrid. A mí siempre me había intrigado aquella casa, había leído varias cosas sobre ella, y creo que hasta sentía una extraña atracción hacia aquella Quinta situada cerca del Paseo de Extremadura, al sudeste del camino de la ermita de San Isidro, allí donde en tiempos había existido un sendero rodeado de árboles, entre ellos unos álamos plantados hacía casi medio siglo y que conducían a la vivienda del pintor rodeada de su jardín de moreras, peras, albaricoques, membrillos y doscientas sesenta parras que florecían en la finca situada sobre una colina y desde la que Goya podía divisar perfectamente el Palacio Real, San Andrés y todo Madrid hasta la montaña del Príncipe Pío. Sabía también que entre aquellos muros, incluso de un modo realmente físico encima de ellos, es decir, sobre aquellas paredes de las dos salas grandes de la casa que él quiso decorar, Goya había realizado directamente al óleo y sobre el muro una serie de pinturas para mí fascinantes y de difícil interpretación y las había pintado únicamente para sí mismo, reflejando su mundo interior. Tanto me había intrigado aquella Quinta y tantas vueltas le había dado a su emplazamiento que en meses anteriores a aquella visita que ahora estaba realizando al Museo, había querido perderme un día por esa zona de Madrid cercana al paseo de Extremadura, paseando despacio durante una hora o dos, no lo podría fijar con precisión, y haciéndolo sin rumbo fijo a través de una serie de calles, por ejemplo la de Caramuel, o la de Antonio de Zamora, la de doña Urraca, doña Berenguela, cardenal Mendoza y Juan Tornero, parándome a propósito en esquinas y en puertas de comercios para observarlo todo desde allí a mitad de mañana, en un intento inútil por resucitar detrás de aquel mundo moderno un ambiente que ya había sido consumido por el tiempo. Yo sabía que precisamente entre la calle de Caramuel y la de Juan Tornero, ahora ocupadas por automóviles y viandantes que me rodeaban e iban de un sitio para otro, había estado situada la “Quinta del Sordo”, única construcción existente cuando Goya compró el terreno, y que sobre aquellos lugares se habían levantado las dos plantas de la casa con sus habitaciones centrales comunicadas por una sencilla escalera. Y ahora me venían otra vez a la memoria las dos habitaciones de la “Quinta del Sordo” y las comparaba con éstas del Museo, recordando haber leído en algún lugar que, a causa de los dos ventanucos de la sala de la planta baja de la Quinta, la luz para Goya había sido casi con toda lógica un instrumento esencial: se decía, por ejemplo, que con toda seguridad el pintor había trabajado por las noches en aquella sala de la planta baja ayudándose a la luz de unas velas mientras que en la sala del primer piso había sido en cambio la luz del día de Madrid la que, entrando por los dos amplios balcones que la casa tenía, había dado otras tonalidades a las pinturas. Por eso cuando me fui acercando dentro de aquel espacio íntimo del Museo a aquellas escenas de Goya en las que dominaba el negro y unos tonos pardos y fríos, tampoco me extrañó descubrir en muchas de ellas, al observarlas con mayor atención, el amarillo, los ocres, azules y rojos, los carmines y aún unos ligeros toques de verdes. No todo era negro, pues, en las “pinturas negras”. Me sorprendió, por ejemplo y de repente, al girar la cabeza hacía la izquierda nada más entrar en una de las salas, la composición pictórica de un “Perro”, o lo que sería más adecuado definir, una enorme masa de un gris amarillento, una gran zona lisa y vacía de espacio en la que asomaba en su base inferior la pequeña cabeza de un perro, una cabeza perfectamente dibujada con aquella precisión que Goya tenía para plasmar animales, un perro que estaba surgiendo de una masa amorfa, emergiendo de algo parecido a un talud pero que ni siquiera podría decirse que fuera arena, un perro, o cabeza de perro que no se sabía bien si se estaba hundiendo o intentaba escapar, que podía estar pidiendo socorro o piedad, pero que esencialmente transmitía angustia…”

(en el 275 aniversario del nacimiento de Goya)

José Julio Perlado

( del libro “Los cuadernos Miquelrius” – Memorias)

TODOS  LOS  DERECHOS RESERVADOS

 

(Imágenes—1- Goya- Wikipedia/ 2- Goya- perro semihundido- museo Del Prado)

CONSEJOS DEL MAESTRO ECKHART SOBRE EL ESCRIBIR

 

 

“  Si quiere dominar este arte de escribir  tiene que ejercitarse  mucho y con frecuencia en él, por difícil y penoso que sea y aunque le parezca imposible— dice el maestro Eckhart —. Si hace ejercicios frecuentemente y con gran aplicación, llegará  a  aprender  y obtener este arte. En primer lugar tiene que pensar en cada una de las letras  y  representárselas firmemente. Después que ha llegado a poseer  el arte de escribir, no necesita pensar en cada una de las letras, ni necesita la ayuda de la imaginación. Escribe libremente y sin dificultad  alguna lo mismo cosas pequeñas que grandes obras que han de surgir por medio de su arte. A él le basta no saber que en un momento dado tiene que ejercitar su arte. Y bien que no piense siempre en él, y sea lo que quiera en lo que piense, lleva a cabo la obra mediante su arte”.

(Imagen — Lovis Corinth)

LA GRAMÁTICA DE LOS SUEÑOS

 

 

“Un día empecé a preguntarme — decía el escritor Kazuo Ishiguro —, ¿ cuál es la gramática de los sueños? Imagine usted — le proponía a su interlocutor —que estamos ahora mismo teniendo esta conversación en esta sala y no hay nadie más en la casa y de pronto entra en escena una tercera persona . En una obra convencional, alguien llamaría a la puerta, entraría y le saludaríamos. Pero la mente del que sueña es muy impaciente para estas cosas, lo que suele pasar en los sueños es que estamos aquí sentados en esta sala y de pronto nos  damos cuenta de que una tercera persona lleva sentada aquí todo el tiempo, a nuestro lado. Puede que experimentemos una ligera sensación de sorpresa por el hecho de que hasta  ahora no hayamos sido conscientes de la presencia  de esa persona, pero pasaremos  a hablar con toda naturalidad del tema que saque el  recién llegado. Esto me pareció bastante interesante para escribir un libro. Y empecé a ver paralelismos entre la memoria y el sueño, en la forma en que manipulamos ambos conforme a las necesidades emocionales de cada momento. El lenguaje de los sueños iba a permitirme además escribir una historia que pudiera leerse como un relato metafórico y no como el comentario a una sociedad en particular. A lo largo de unos cuantos meses llené una carpeta de notas y al final me sentí preparado para escribir una novela.”

 

 

(Imágenes— 1-He Zubin- Virginia miller gallerie- artnet/ 2- Julia Fuillerton- Batten)

TURNER, AGUA Y SANGRE

 

“Pensemos en algunos de los últimos cuadros de Turner — decía John Berger en 1972 — e imaginémonos en la pequeña barbería londinense: agua, espuma, vapor, metal reluciente, espejos empapados, blancas palanganas o jofainas en las que el barbero agita con la brocha agua jabonosa, los detritus depositados en ella. Consideremos la equivalencia entre la navaja de su padre y la espátula que, pese a la crítica y la moda del momento, Turner insistía en utilizar tan extensamente . Y algo todavía más profundo, en el nivel de la fantasmagoría infantil, figurémonos esa combinación, siempre posible en una barbería, de sangre y agua, agua y sangre. A los veinte años, Turner planeó pintar un tema del Apocalipsis  titulado “El agua se convirtió  en sangre”. Nunca llegó a pintarlo. Pero visualmente, mediante las puestas de sol y los incendios, este llegaría a ser el tema de cientos de sus obras y estudios posteriores.

 

 

La violencia en los cuadros de Turner parece elemental: está expresada por el agua, el viento, el fuego. En algunas ocasiones se diría que es una cualidad que pertenece tan solo a la luz. Escribiendo a propósito de una obra  tardía llamada  “ El ángel de pie en el sol”, Turner hablaba de la luz como de algo que “devora” todo el mundo visible (..) Ya he sugerido que tal vez esta visión se debiera en parte a ciertas experiencias de infancia.  Turner vivió durante la primera fase apocalíptica  de la Revolución industrial en el Reino Unido. El vapor era algo más que lo que inundaba la barbería paterna. El bermellón tenía que ver con los altos hornos tanto como con la sangre. El viento soplaba a través de las válvulas tanto como sobre los Alpes. La luz, que a él le parece devorar todo el mundo visible, era muy parecida a la nueva energía productiva que estaba desafiando y destruyendo todas las ideas previas sobre la riqueza, la distancia, el trabajo humano, la ciudad, la naturaleza, la voluntad divina, los niños, el tiempo. Es un error pensar en Turner como en el virtuoso pintor de los efectos naturales, que era más o menos cómo se le valoraba  oficialmente hasta que John Ruskin ofreció una interpretación de su obra mucho más profunda.”

 

 

(Imágenes—1-Turner- 1884- museum syindicate/ 2-Turner- 1843- tate gallery/ 3- Turner- 1843)

SOBRE LA SABIDURÍA

 

“La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta— dice el libro de la Sabiduría—. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.”

(Imagen — Angelo Broncino)

LOS LÁPICES DE STEINBECK

 

“He buscado durante años el lápiz perfecto —-confesaba Steinbeck contestando a una entrevista  —.He encontrado algunos muy buenos, pero nunca el lápiz perfecto. Sin embargo, el problema nunca eran los lápices, sino yo: un lápiz que me funciona bien unos días no me vale otros. Por ejemplo, ayer utilicé un lápiz blando y fino que se deslizaba de fábula sobre el papel, así que esta mañana he querido repetir la experiencia, pero no ha funcionado, se ha roto la punta y ha sido un desastre, he terminado rasgando el papel. De modo que necesito un lápiz más duro, al menos durante un rato. Estoy utilizando uno del número 23. Tengo esa bandeja de plástico donde guardo tres clases de lápices para días de escritura dura y días de escritura blanda. A veces cambio de lápiz a mitad de jornada, pero en ocasiones es porque así lo quiero. También tengo algunos lápices  super  blandos que no utilizo muy a menudo, porque para usarlos  tengo que sentirme tan delicado como un pétalo de rosa, cosa que no me pasa a menudo, pero cuando llegan esos momentos, estoy preparado. Es bueno estar preparado siempre. Los lápices me suponen un gran gasto, compro cuatro docenas de una vez.  Cuando los dedos de mi mano, en la posición corriente que empleo para escribir, tocan el metal de la goma del lápiz, dejó de usarlo. También tengo la clase de lápiz con que te escribo ahora, pero es demasiado blando. Ya ves cómo son mis prejuicios, indolentes y placenteros. Creo que a todo el mundo le gusta ser un poco excéntrico, y ésta es mi excentricidad: mis manías con los lápices. No son muy peligrosas, quizá tengo otras peores. El afilador de lápices eléctrico puede parecer un poco inútil, pero nunca he tenido nada que use más y me resulte más práctico. Afilar a mano todos los lápices que utilizo cada día, no sé cuántos, pero al menos sesenta, no sólo me llevaría mucho tiempo, sino que me cansaría la mano. Me gusta afilarlos todos de golpe, y así no tener que volver a hacerlo en todo el día. Dirás que me hace perder bastante tiempo, pero también he conseguido algo: me he liberado de la sensación de apremio con la que comencé a escribir estas páginas, y eso es exactamente lo que pretendía. Todos mis lápices están gastados y creo que lo celebraré comprando doce lápices nuevos. A veces el puro lujo de tener lápices nuevos y bonitos me da fuerzas e inventiva.”

 

(Imágenes— 1- Steinbeck-swisseducch/ 2-Steinbeck- digitalgallery)

DON DIEGO DEL CORRAL Y ARELLANO

 

 

“Y aquí tienen ustedes — dijo el guía al entrar — el soberbio retrato de don Diego del Corral y Arellano, oidor que fue del Consejo de Castilla, catedrático de la universidad de Salamanca y visitador del aposento del rey.  Fue pintado por Velázquez en 1632, aunque hay algunos problemas de datación. Esta figura egregia y de admirable estampa como ustedes pueden ver, retrato  que clava su mirar en mí y en los demás , mirar grave y de reposado juicio, hombre de leyes, hombre de aplomo y de firmeza, cabeza suya esta que sale de su golilla blanca con la que cubre la amplia toga negra con su cruz  de Santiago asomando por ella, esta masa oscura de su retrato en pie, su calzado negro, este Don Diego del Corral y Arellano nació en Santo Domingo de Silos hacia 1570 y estudió en Salamanca, llegó a ser canciller de Aragón y se casó con doña Antonia de Ipeñarrieta, y este cuadro estuvo en el Palacio que los Corral tenían en Zarauz, en Guipúzcoa, según dice el inventario de don Cristóbal del Corral e Ipeñarrieta, y el lienzo luego quedó en poder de sus descendientes, los llamados marqueses de Narros, hasta que a mediados del siglo XlX lo trajeron a Madrid y sería entonces un pariente de ellos, la duquesa de  Villahermosa, quien lo legó al Museo del Prado y  aquí está,  y ahora lo ven ustedes.

Si se ponen ustedes ahora en el centro cerca de mi lo verán mejor. Dice Brown en su estudio de Velázquez como “pintor y cortesano” que  aquí  Velázquez va directamente al fondo de un hombre cuya activa y alerta inteligencia ha evitado  los efectos de la vejez. Como jurista don Diego del Corral tenía el respeto del monarca y también del pintor y su mirada, que es la que nos interesa, no parpadea al juzgar la Historia y al no dudar en votar en contra de una pena de muerte, como así ocurrió en un célebre juicio. Hay un papel que sostiene en su mano izquierda  que unido a otros papeles que toma con la derecha nos confirman su labor intelectual y justiciera, aquí está su mesa “vestida” de terciopelo negro con realces  de oro, mesa de justicia sobre la que el personaje se apoya confirmando su posesión. Y luego están , fíjense bien, los negros fluidos y tornasolados de esta pintura, fluidez de pincelada de Velázquez que han llevado a decir a muchos estudiosos que este cuadro “ es uno de los más hermosos de la pintura. Encarna esta figura del prototipo de hombre de leyes, grave e intelectual, con  una expresión muy noble, de inflexible y reposado juicio.”

José Julio Perlado

( del libro “Museo de la mirada”)

(relato inédito)

TODOS   LOS   DERECHOS   RESERVADOS

(Imagen — Velázquez— “Don Diego del Corral y Arellano- Museo del Prado)

PASAPORTE DE POETA

 

 

”Cuando me preguntan a qué me dedico — confesaba el poeta inglés W. H. Auden —-, les digo que soy medievalista. Eso detiene la conversación. Si les dices  que eres poeta, te miran con cara rara, como diciendo : “Vaya, ¿ y de qué vive?”. En los viejos tiempos los hombres se enorgullecían de que en su pasaporte dijera “ Ocupación: caballero”. El pasaporte de Lord Antrim decía simplemente, “Ocupación: lord”, lo cual me parece muy correcto.”

(Imagen — Magritte-1965)

RELECTURAS TREMENDAS

 

“De vez en cuando una relectura deja en el ánimo una fuerte impresión. Releo estos días tres libros muy similares que evocan una vez más brutalidades de una época. “Los jardines de Beria” , de Unto Parvilathi, “Sin fronteras”, de Helene Jeanty Raven y “La casa de los rehenes” de André Frossard. Los dos primeros relatan sufrimientos padecidos por un finlandés deportado a Siberia y de una mujer que ha de pasarse por loca para salvar a su marido de la Gestapo; el tercero, es la confesión de un súbdito francés recluido en un campo de concentración alemán. “Semanas antes de Navidad – se lee en una de esas obras – comenzamos a guardar cortezas de pan de nuestras raciones y las convertimos en galletas secándolas en los radiadores. También  secamos rebanadas muy delgadas de torta de harina de cebada. Logré hacer también dos pequeñas velas de Navidad con la cera que chorreaba sobre la mesa cuando faltaba la electricidad y nos daban una vela para nuestra celda… Escondí aquellos trocitos de cera dentro de mi  colchón  durante meses y con ellos confeccioné dos pequeñas velas del grueso de un lápiz. Estaba prohibido, por supuesto, encender velas, pero lo hicimos, y los guardias no lo notaron porque en la celda había encendida una fuerte luz eléctrica y nosotros estábamos sentados entre las velas y la mirilla de la puerta.”

Nunca nos acostumbremos a ciertos relatos y a  cuantos padecimientos ha sufrido el ser humano a través de la Historia.

(Imagen  — Adam Fuss)

UN RATÓN BLANCO DE MARFIL

 

 

“Tu inquietud me hace pensar

en las aves de paso que se estrellan

contra los faros en las noches de tormenta.

También una tormenta es tu dulzura,

se desata sin mostrarse y sus sosiegos

son incluso más raros.

No sé cómo resistes

exhausta en este lago

de indiferencia que es tu corazón;

quizá te salva un amuleto

que guardas junto al lápiz de labios,

la polvera, la lima: un ratón blanco,

de marfil; ¡y así existes!”

Eugenio Móntale—“Dora Markus”

(Imagen- fundación Balenziaga)

LA ARDUA Y LABORIOSA PREPARACIÓN DE UN LIBRO

 

 

Muchos libros de ficción llevan consigo una serie de días, semanas y meses de lenta y laboriosa preparación que a veces no parece tener fin. Es el trabajo fundamental de documentación que sostendrá luego en pie todo el tablado de imágenes y palabras. Los ejemplos que podrían aportarse serían muy abundantes. Uno entre tantos es el que cuenta Vargas Llosa, trabajando en Paris sobre una de sus novelas:” una vez por semana —dice— iba al Jardín des Plantes a ver árboles y flores de la Amazonía y alguno de los guardianes me tomaría tal vez por un aplicado estudiante de botánica. En realidad, las lecturas amazónicas me vacunaron contra el vicio descriptivo y, al final, en mi libro sólo describiría un árbol que nunca pude ver en Paris, la lupuna, enorme y con jorobas, que aparece en los cuentos selváticos como residencia de espíritus malignos. Iba también de vez en cuando a ver animales de la selva al Zoológico del Bois de Vincennes, y recordaba, cada vez que divisaba  al puma o a la vicuña, lo que contaba otro escritor peruano que había vivido también muchos años en París, Ventura García Calderón: que al pasar ante el corral de la llama, los ojos del animal se humedecían de melancolía al reconocer a un compatriota.”

Despues de largos meses de observaciones,  comprobaciones, visitas y anotaciones, es cuando el escritor se pone a escribir.

(imagen —: Paul  Signac 1893)

EL RUIDO DEL VIENTO

 

”Tengo que acordarme del ruido del viento, de la angustia singular que experimentamos cuando sopla el viento — escribe Katherine Mansfield el 23 de enero de 1922 en su “Diario’ —. Luego el viento de la primavera, tibio y dulce, que nos escudriña el corazón. El viento que yo llamo el Anciano de los Días, el que sopla aquí, al anochecer. Y aquel otro que sacude el jardín por las noches, cuando salimos corriendo.

Polvo. Andar de espaldas al viento pesado e impetuoso. Andar por la Explanada cuando la cubre el agua del mar, traída por el viento. El viento veraniego, tan juguetón, que se columpiaba, que se mecía aquí en estos árboles. Y el viento que pasa por la hierba y la estremece. Todo esto me conmueve de un modo que no he entendido nunca. Veo siempre  un  prado, un potro y una joven danesa rubia que me cuenta algo de su padre político. . La muchacha se llama Elsa Bagge.”

(Imagen — Jean Francois Millet)

LA INTELIGENCIA Y LA ESTUPIDEZ

 

 

“La inteligencia completa, equilibrada, fecunda, es un caso tan insólito — dice el pintor, escritor  y músico Alberto Savinio —; el esfuerzo que hace el hombre por subir los escaños de la inteligencia es tan doloroso, tan desesperado; los daños que resultan de una inteligencia incompleta son tanto más grandes que los que pueden derivarse de una estupidez franca y dócil, que, poco a poco, surge una serie duda sobre el valor efectivo, sobre la utilidad de esta tan decantada, tan añorada inteligencia. El mismo ardor, la ambición misma que el hombre pone en la búsqueda de la inteligencia, ¿ no serán, acaso, prueba sumamente persuasiva de que la inteligencia es una condición innatural, inhumana? El hombre desea  ante todo lo que no posee, lo que no puede, no debe poseer. Y, entre las cosas que desea el hombre, como amor, salud, riqueza, honores, ¿ no es acaso la inteligencia la principal de todas, la gran deseada?  Pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que, en el fondo, se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre(…) De todas las decepciones de la inteligencia, caprichos, perfidias, traiciones, es ella la buena, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo. Es ella la paciente, la fidelísima, quien, después de todos los pecadillos y tropezones de la prolongada juventud, nos espera en el rincón del hogar, para  compartir con nosotros, en idilio dulcísimo,  la paz de nuestra  vejez.”

(Imagen-:  foto: Xuebing du)

DOS MÁS DOS SON CINCO

 


“Siempre he pensado que en muchos terrenos del arte y la literatura dos + dos son cinco.  Es el salto a la fantasía, yo diría que el salto a la creación. La suma de los realismos nos entrega siempre el cuatro. La suma de las innovaciones, de los atrevimientos, de las vanguardias, nos entregará el cinco.  Dos + dos nos dan el cuatro siempre que un ojo esté situado  — y normalmente está situado —a la misma altura del otro en  el rostro de una mujer, uno a cada lado . Pero cuando Picasso pinta dos ojos juntos en la misma mejilla ha asumido hace tiempo que dos + dos son cinco y ese cinco le da la libertad de crear, de romper con lo que creíamos que era  lo establecido. Y el público ama ese cinco, aunque al principio le descoloque. Ese cinco es el salto de la aventura , sin ese cinco todo seguiría igual, la historia del arte sería  quizá un cuaderno de repetición.

 

 

Lo mismo ocurre  en la literatura . Lo tenemos en Gógol,  cuando un funcionario de San Petersburgo pierde su nariz y ésta adquiere vida  propia y recorre una experiencia distinta. O en el italiano Ítalo Calvino  que nos presenta  al “barón rampante”, Cosimo, que vive entre los árboles y viaja por los árboles; o en el “vizconde demediado”, Medardo de Terralba, partido en dos por una bala de cañón y viviendo dos vidas distintas; o en “el caballero inexistente”, esa armadura vacía, sostenida solo por su voluntad de ser. Calvino quiso reunir estos tres relatos bajo el título de “Nuestros antepasados”, pero yo creo que no son antepasados sino que están muy presentes porque abren una ventana a la fantasía y a la libertad creadora, algo que los recintos cerrados de otros textos anhelan de vez en cuando.

 

Si nos asomamos  por otro lado a Chagall veremos a gentes  viajar tumbadas y cruzadas entre las nubes, en el silencio de la noche, procesiones de sombras que nos revelan ese cinco del que hablamos al sumar dos + dos en la creación.  En el Arte Fantástico el Bosco nos proporciona imágenes  tremendas e inolvidables, el milanés Archimboldo compone con flores y frutas rostros  sorprendentes, Dalí se adentra en  audaces realidades oníricas, y habría que seguir en una lista muy numerosa de invenciones y atrevimientos que arte y literatura nos ofrecen.

No me queda por añadir mas que amo ese cinco. La resultante de esa suma del dos y el dos que da un salto de repente,  ilumina una chispa y en vez de caer al vacío deja extendido el mágico campo  de la sorpresa y la imaginación.”

José Julio Perlado

 

 

(Imágenes— 1-Picasso- 1937/ 2-Giuseppe Archimboldo-1566/ 3-Chagall – homenaje a Gógol- momaourgt/ 4-Chagall – sobrevolándo vitebsk)

CAMINOS VISIBLES E INVISIBLES

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«El tiempo pasa, los lugares permanecen – confiesa el escultor inglés Richard Long -. Un paseo atraviesa la vida, es físico, pero también invisible. Una escultura está quieta, es un alto en el camino, visible. La libertad de usar de manera precisa todos los grados de visibilidad y permanencia es importante en mi trabajo. El arte puede ser un paso o una piedra. Una escultura, un mapa, un texto, una fotografía, todas las formas de mi trabajo son iguales y complementarias. El conocimiento de mis acciones, en cualquier forma, es el arte. Mi arte es la esencia de mi experiencia, no una representación de ella».

Visibles e invisibles caminos se abren cada vez que empieza un día, sea uno artista o no. Lo importante es recorrer  esos caminos, hacerlo inteligentemente y hasta el final.

(Imagen.-Richard Long)