“Querido hijo, sólo para contarte que anoche volvió el lobo — así inicia su relato “Carta de provincias” Rafael Sánchez Ferlosio—. (… ) No tengo que decirte que el lobo ya no es fuente de aprensión ninguna por aquí ( qué digo, si tan siquiera habías nacido) y, en cambio, una gran temática de curiosidad, de diversión, de episodios antiguos cíen veces reajustados, mejorados y redondeados. Esto los viejos, que se dan muchas ínfulas y credenciales de testigos de vista de que el lobo existe o ha existido alguna vez; y a tanto llegan que algunos, como Fariña, hace como que se muere de risa de todos los que juran y perjuran haberlo visto anoche.
(…)
Uno, tu hermano no me ha dicho el nombre, que veranea en la península de Morrazo, ya sabes: en Galicia, que se puso a contar que ahora en Galicia los cazadores ya no salen a buscar al lobo por ahí por esos montes, adonde pocas veces podrían dar con él, sino que bajan a apostarse entre los pinares o los arcabucos que rodean los inmensos basureros de grandes poblaciones como Vigo o La Coruña, adonde el lobo baja a escarbar entre enseres de ESO o de Mistol, botellas de La Casera, tetrabiques de Pascual, bajo un vendaval de bolsas del Corte Inglés, hundiendo allí el fino hocico de una parte a otra, tras algún vago y mezclado efluvio de proteína de palo de una pata de cordero o la carcasa pectoral de un pollo tomatero.”
(Imagen— Winslow Homer- 1893)