EL COLOR DEL DINERO

 


“Diseñar un billete de banco es un complicado truco de magia. En parte intenta evocar la identidad nacional. También depende de otros indicadores de valor, como la precisión y la calidad de la producción para prevenir falsificaciones. Pero hay otros mensajes — así lo explica el británico Deyan Sudjic en “El lenguaje de las cosas”—: la modernidad, por ejemplo, suele expresarse mediante la ruptura con las convenciones del diseño de billetes, y esto puede servir como indicador de los valores culturales de los bancos centrales que los firman. El banco suizo los diseña ahora en formato vertical. Poco antes de la adopción del euro, Holanda se empeñó en hacer billetes que rompiesen  los recursos habituales del  diseño de moneda, y culminó el proceso con un flamígero girasol amarillo que ocupaba una cara entera del billete de cincuenta florines.

Pero el grabado en metal aún denota con más convicción el valor de un pedazo de papel que, por ejemplo, un dibujo en acuarela.

 

El dólar estadounidense  juega con la ventaja  de una iconografía imponente —  el ojo que todo lo ve, y esa famosa pirámide —, de modo que, pese a los ajustes que últimamente han debilitado el sentimiento de superioridad de la divisa, aún conserva una cierta aura. Parece valioso porque resulta complicado, gracias a todas esas volutas tipográficas arremolinadas, tan precisas y tan difíciles de dibujar. Parece valioso porque transmite la impresión de ser una revelación casi  divina. Y, por encima de todo, está el color. El verde es ahora, por supuesto, el color del dinero.

Siguiendo los pasos de Estados Unidos, los demás países conjuran a sus héroes nacionales, cuyas imágenes, grabadas con esmero, se utilizan para convencernos de que podemos confiarles los ahorros de las viudas y los huérfanos.

 

La elección del héroe adecuado está sujeta a múltiples consideraciones. Los británicos creen que estas figuras deben pertenecer casi obligatoriamente al siglo XlX, ser varones y estar equipados con un abundante vello facial. Tanto los británicos como los franceses solían inclinarse por el siglo XVlll, pero esta predisposición los obligaba a mostrar a sus próceres, poetas y filósofos adornados con pelucas.

Sea como sea, Gran Bretaña exhibe hoy en sus billetes de veinte libras, sin peluca y con el rostro afeitado, al escocés Adam Smith. La otra cara del billete, con un retrato de la reina, se concentra en una evocación del espíritu británico. El nombre del Banco de Inglaterra está inscrito en una caligrafía gótica de precedentes  dieciochescos, pero también recuerda el aspecto de los billetes  en la década de 1950, cuando los diseñadores empezaron a recuperar motivos gráficos del pasado.

 

 

(Imágenes—1–John Jeong- arario gallery- Corea/ 2-Jonnho Jeon – 2006/ 3– free Imagen/ 4- Marinus van Reymerswaele- 1539- museo del Prado)

EL PÁJARO ATRAPADO EN LA RED

 

 

“Los críticos repiten,

extraviados por mí,

que mi es una institución.

Sin esta culpa mía, habrían sabido

que en mí los muchos son uno, aunque aparezcan

multiplicados por los espejos. Lo malo

es que el pájaro atrapado en la red

no sabe si es él mismo o uno de sus demasiados dobles”.

Eugenio Montale–  “El tú»

(Imagen – Foto : Richard Day – National Geographic)

DESCRIPCIÓN DE UNA SIESTA

 


“ Son las cinco y media de la tarde— escribe Pla en “El cuaderno gris” —.Hace un tiempo un poco bochornoso, pesante. Las puertas del local que dan al jardín del Ateneo, están abiertas y por ellas entra el rumor sordo de la ciudad. En la Peña hay poca gente. La conversación se produce en voz baja. Don Pere Rahola duerme en un sillón. Hace media hora que  duerme con una beatitud admirable, la cabeza recostada en el respaldo del asiento, la boca medió abierta bajo el bigote abultado, de guías también un poco cyranescas — dicho sea de paso. Respira profundamente y cuando el pecho retoma aire se produce un ronquido amplio y grave. Cada vez que se produce el ruido, los pocos contertulios del local miran al durmiente con una mirada de respeto y de sorpresa; después  se miran mutuamente y no saben, notoriamente, qué palabra tienen que formular. Cada tarde — desde hace muchos años -~ se produce idéntico, impresionante espectáculo. Don Pere va sin nada en la cabeza. A veces me he imaginado el efecto que haría si durmiese con el sombrero puesto. Su calva es fresca, ligeramente rosada. De su persona irradia un perfume de “Piver, rue de la Paix”. Los cabellos  que le rodean la calva le hacen una curva vuelta hacia arriba — una especie de percha en miniatura. Don Pere lleva el bigote y la barba admirablemente cuidados.  Es una barba que no es ni grande ni pequeña; no es fluente y africana como la que llevaba Jaume Brossa, ni metafísica y puntiaguda como una teta de cabra; es una barba sólida, justa y adecuada al prestigio social de la persona que la ha segregado. Bajo la barba , don Pere lleva un plastrón de calidad densa y lujosa. Sobre el plastrón, una perla pálida. Viste de color gris. En el meñique de la mano izquierda — que reposa sobre el brazo del asiento — montado sobre un anillo, un pequeño brillante de un resplandor confortable.”

 

 

 

(Imágenes-: — 1- Albert Gleizes- 1913/ 2- Odilón Redon)

REDESCUBRIMIENTO DE LA CASA

 

 

“El espíritu doméstico es calmo, familiar, natural —decía John Burroughs— : ama el bienestar, la intimidad, la discreción; le gusta el rincón de la chimenea, el viejo sillón, las ropas habituales, los ambientes sin afectación, los niños, los placeres simples. El hombre medio, en cierto sentido, construye su casa a su imagen y semejanza. Como los caracoles y los moluscos, el ser humano segrega su vivienda. Cuando uno se construye solemnemente su casa, hace públicos sus gustos y sus modales, o la necesidad que se tiene de ellos. Si el instinto doméstico es fuerte, si uno es humilde y sencillo, la casa reflejará sin disimulo esas cualidades. Si, por el contrario, se es arrogante y se tiene una ambición malsana, o se es frio y egoísta, esas cualidades se transparentarían igualmente.

La casa aporta refugio, comodidad, salud, hospitalidad; en ella se come y se duerme, se nace y se muere, y su apariencia debería estar de acuerdo con los usos cotidianos carentes  de pretensión,  y con los objetos y lugares de la naturaleza universal. Debe hundir sus raíces en el amor; su ambiente particular y su personalidad deben emanar de la vida doméstica.”

 

 

(Imágenes -1- comedor de Monet/ 2-Berthe Morisot)

LA MUERTE DE VIRGINIA

El 28 de marzo se cumplirán 80 años de la desaparición de Virginia Woolf en las aguas del río Ouse. “Aquellos últimos 319 días de  1940 y 1941 de precipitada y lenta catástrofe— recordaría Leonard Woolf en “La muerte de Virginia”— fueron los días más terribles y agonizantes de mi vida. El mundo de mi vida privada y de la historia de Inglaterra y de las piedras y cemento de Londres se desintegraron. Rastrear su recuerdo sacándolo de la propia memoria, como debo hacerlo ahora si sigo recordando públicamente, es difícil y penoso. La renuente reminiscencia del dolor prolijo es peculiarmente penosa. La excitación en el momento de la catástrofe, el estímulo, día a día, hora a hora, minuto a minuto, de tener que hacer algo es un infalible calmante de la desgracia. Siempre me sorprendo al ver que, instantáneamente, olvidamos el dolor más agudo si podemos concentrarnos en algo distinto, incluso en una trivialidad. Mientras uno se concentra en cruzar una calle llena de gente, en Londres, la conciencia torturante de un dolor de muelas o de un fracaso amoroso se olvida completamente. Pero no hay distracciones ni alivios en el recuerdo personal de la infelicidad.

La pérdida de control de Virginia sobre su mente, la depresión y desesperación que acabaron en su muerte, empezó sólo un mes o dos antes de su final. Aunque los esfuerzos y tensiones de la vida en Londres y en Sussex durante los ocho meses que median entre abril de 1940 y enero de 1941 significaron para ella, como para cualquier ser viviente en aquella atormentada área, algo terrible, fue más feliz durante la mayor parte y su mente se mantuvo más tranquila de lo que era usual.

 

(…) En Virginia hay una suerte de quietísmo y de contemplación alerta de la muerte  reflejado en su Diario,  distinto a lo que es para todos nosotros a lo largo de nuestras vidas, algo alejado, irreal, visto por el lado equivocado del telescopio de la vida,  sino algo inmediato, extraordinariamente próximo y real, que cuelga perpetuamente sobre nuestras cabezas, algo que puede, a cada momento,,caer con gran estrépito… y aniquilarnos…. La muerte, creo, estaba siempre próxima a la superficie de la mente de Virginia, la contemplación de la muerte. Formaba parte de la profunda inestabilidad de su mente.  En aquellos últimos meses  de 1940, con la muerte rodeándola por todas partes, pensó: “Le dije a Leonard: no quiero morir todavía.”

 

 

(Imágenes— 1- Tullio Pericoli/ 2-Vanessa Bell- retrato de Leonard Woolf- 1940/ 3- Virginia Woolf)

EL MAESTRO DEL TÉ EN EL BOSQUE DE KITANO

 

 

“Hisae, ante todo lo que veía y que estaba ocurriendo, aspiraba a ser una de las primeras personas que pudieran acercarse más hasta la sala de Hideyoshi y poder observarlo todo mejor puesto que aquello aumentaba  su  curiosidad. Las veces a las que había asistido a una ceremonia del té siempre le había atraído la simplicidad, sencillez y sobriedad que aquí no llegaba a encontrar. Le daba la impresión de que cuanto estaba observando tenía mucho de ostentación. No se atrevía sin embargo a comentar nada con quienes estaban cerca de ella bajo los árboles porque sabía que en todas las ceremonias, si alguien no aprobaba por completo el escenario, debía abandonar el lugar para no alterar la armonía. Recordaba las veces en que ella había bajado la cabeza para poder entrar por las pequeñas puertas de las casas de té e igualmente sus pasos menudos dentro de cada jardín hasta llegar al interior. Aquello siempre le había parecido un ceremonial   pausado, muy distinto a lo que ahora estaba viendo. Recordaba también las tres fases de la ebullición del té que tanto le agradaba observar: primero las pequeñas burbujas semejantes a ojos de peces en el agua, luego las burbujas como cuentas de cristal, y al fin las pequeñas olas saltando en la tetera.

 

 

Pero pensando en todas estas cosas le sorprendió ver de repente que ya empezaba a desfilar casi delante de ella una corta y extraña procesión. El regente y gran señor de la guerra Toyotomi Hideyoshi salía en  esos momentos de su recinto y se dirigía en lenta comitiva hacia la muchedumbre, prácticamente en dirección hacia el rincón donde Hisae se encontraba. Figuraban en aquella pequeña comitiva dos ayudantes que transportaban en dos bandejas los personales utensilios del té pertenecientes a Hideyoshi,  venía detrás la pausada figura de Sen no Rikyū, el gran maestro del té, que caminaba a cortos pasos y muy despacio, envuelto en su kimono marrón , y tras él una serie de estandartes en colores muy vivos, el primero de ellos un gran caballo blanco con sus patas delanteras  levantadas al aire, que indudablemente representaban, o así lo pensó Hisae, hazañas y batallas. Al llegar al lugar concreto donde ella se encontraba,  la comitiva se detuvo. Ante su sorpresa, Hisae vio que el primero que rompió el silencio y comenzó a hablar no fue el regente Hideyoshi sino aquel gran maestro de té, Sen no Rikyū, del que ella siempre había oído elogiar su sencilla sabiduría, y que ahora de pie, bastante erguido a  pesar de su  edad, y distanciándose por completo del guerrero Hideyoshi, pronunció con voz  pausada las siguientes  palabras: “ Como sabéis — dijo—, el arte del té consiste simplemente en hervir agua, hacer el té y beberlo. .Pero cuando se vierte el agua en el tazón— añadió—, no es sólo el agua lo que se vierte en él, muchas cosas entran en el tazón, buenas y malas, puras e impuras, cosas de las que uno tendría que avergonzarse, cosas  que nunca se pueden verter salvo en el propio inconsciente. El espíritu del té — continuó—, consiste por tanto en limpiar los seis sentidos de la contaminación. Viendo la flor en el jarrón, el sentido del olfato se purifica; escuchando el borboteo del agua en el hervidor de hierro y  el goteo del tubo de bambú, los oídos se purifican; saboreando el té, la boca se purifica; manejando los utensilios del  té, el sentido del tacto se purifica. Cuando todos los órganos de los sentidos son así purificados, la mente se limpia de suciedad. Aunque mucha gente bebe té — concluyó  —, si no conoces el camino del té, es el té el que te bebe a ti”.

 

 

Calló en ese momento Sen no Rikyū y  hubo  unos segundos  de  silencio. Pero cuando parecía que ya no iba a hablar más, aún quiso hacer en su mismo tono pausado un  breve elogio de  la tranquilidad, la armonía, el respeto y  la pureza, y también de la importancia de lo pequeño sobre lo grande, de lo frágil sobre lo sólido, de la sencillez sobre el lujo. Y luego, introduciendo sus manos en las mangas de su kimono, extrajo de allí dos pequeños objetos que  llevaba guardados: un sencillo cuenco de tosca cerámica y una pala de bambú . En ese instante el sol iluminaba  la masa de los pinos  del bosque de Kitano y caía  a la vez sobre las bandejas doradas pertenecientes a Hideyoshi, pero  Hisae no se fijó:en el sol ni tampoco en sus reflejos:  seguía mirando fascinada la figura inmóvil, menuda y humilde del maestro del té que ahora permanecía en completo silencio.”

José Julio Perlado

( de libro “Una dama japonesa’)

(relato inédito)

TODOS  LOS   DERECHOS   RESERVADOS

 

(Imágenes— : 1-Kokedera- Japan art/2-Hiroshi Yoshida/ 3-Hasegawa Tohaku/ 4- Kitsu Suzuki- metmuseum org)

BRODSKY Y VENECIA

“Lo más relevante de Venecia — decía el ruso Joseph Brodsky— es que la ciudad es tan hermosa que se puede vivir allí sin estar enamorado. Tiene una belleza asombrosa que uno toma conciencia de que jamás  podrá inventar o crear algo — especialmente en términos de pura existencia— de una belleza semejante. Venecia pertenece a una categoría superior. Si tuviera que reencarnarme,  no me importaría ser un gato, pero un gato que vive en Venecia. Hacia 1970 se me metió en la cabeza la idea fija de que tenía que ir a Venecia.  Tenía incluso un plan para irme a vivir allí y alquilar un piso en la planta baja de algún “palazzo” a orillas de un canal. Me sentaría a escribir y tiraría las colillas al agua para oír cómo se apagaban con un sonido sibilante. Cuando obtuve libertad para viajar en 1972, después de un semestre dando clases en Ann Arbor, lo primero que hice fue comprar un billete de ida y vuelta a Venecia para pasar allí las vacaciones de Navidad. Es interesante ver a los turistas que llegan a la ciudad. La belleza que encuentran es tan abrumadora que se quedan anonadados. Lo primero que hacen es ir a las tiendas de ropa para vestirse adecuadamente — Venecia tiene las mejores “ boutiques” de Europa —, pero cuando salen otra vez a la calle, perfectamente ataviados, sigue habiendo una dolorosa incongruencia entre la gente, las masas, y todo lo que hay alrededor. Porque por muy bien que se vistan, y por muy generosa que haya sido la naturaleza con ellos, carecen de la dignidad del artificio que los rodea, que es en parte la dignidad de la decadencia. En Venecia, uno toma conciencia de que lo que el hombre es capaz de hacer con las manos es mucho mejor que él mismo. Lo que me gusta de Venecia, aparte de su belleza, es la decadencia, la belleza de la decadencia. Es algo irrepetible. Como dijo Dante: “Una de las principales características de una obra de arte es que es imposible de repetir”.

 

 

(Imágenes : – 1- lucien Lévy Dhumer/ 2-Karl Kaufmann)

LIBROS MALOS Y BUENAS PELÍCULAS

 

 

“Sólo de los libros malos se hacen buenas películas. Así que nunca he elegido una buena novela para hacer una película; todas las novelas que he adaptado al cine son malas”, le confesó un día Buñuel a Vargas Llosa. Indudablemente existen excepciones. Pero al escritor peruano aquello le marcó. “Es muy difícil transformar —añadiría después — una buena novela en una película, pero en algunos casos se hace con éxito. Por ejemplo, Orson Welles hizo adaptaciones maravillosas, pero lo hizo tomándose muchas libertades, cambiando todo, porque el cine  tiene su propio lenguaje. Contar una historia con imágenes es muy distinto a contar una historia con palabras. Así que se debe ser totalmente libre para adaptar, cambiar o introducir nuevos elementos. El cine es, como la novela, un aspecto de la ficción. En una película, como en una novela, se crea una ficción que se convierte en una realidad separada que debe ser persuasiva y convincente. “

 

 

(Imágenes— 1– Brazier Celyn/ 2- El proceso- Orson Welles)

CRÓNICAS MARCIANAS

 

 

Las últimas noticias sobre el aterrizaje y observación de Marte nos llevan a recordar aquellas célebres”Crónicas  marcianas” de Ray Bradbury que tuvieron tanto eco en los años 50.  El editor Ray Russel hablaba del impacto causado por aquellas crónicas y decía  que “ aunque critiquemos los fallos en la obra de Bradbury ( esos que Kingsley Amis llamaba, con incisiva precisión, un “ especial estilo de imperfección, mitad extravagante, mitad seudopoético, que casa muy bien con el viejo corazón del lector de revistas de sábado por la tarde), es imposible negar su excepcional valía entre los escritores de ciencia ficción. Bradbury es el único de ellos que ha conquistado un puesto de privilegio, pero sin olvidarse nunca del género en que trabaja desde sus comienzos. En lugar de desertar de la ciencia ficción, la elevó al tiempo que él se elevaba.”

“¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, — decía por su parte Borges—, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?

¿Cómo pueden tocarme estas fantasías; y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo “fantástico” o a lo “real”, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o la novelería de la science-fiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street.”

 

 

(Imágenes— 1- foto Paul Nicklen- national geographic/ 2-ilustración de Dimitry  Maksimov- Desinh related)

LO QUE LLEVABA EN LA BOLSA

 

“Nada más entrar en mi sueño y llegar hasta la puerta donde me esperaban, abrí la bolsa para mostrar a todos lo que llevaba dentro y lo primero que apareció fue el río, mi río de infancia, un río con una alargada alameda de árboles al lado de los cuales el agua corría entre lo verde y lo azul, lamiendo piedras redondas bajo los puentes, pero sin mojar ni traspasar en ningún momento la áspera cubierta de lona de la bolsa que iba conmigo, cuyos bordes, no sé en qué momento, yo había procurado atar con cuerdas fuertes, dispuesto a recogerlo todo, a congregar mi vida, a no desparramar nada de lo que había hecho, como así  suele pasar a la vuelta de los viajes, apelotonando y aplastando la ropa sucia. Pero no todo aquello de mi vida era precisamente ropa sucia. Eran  recuerdos diversos.  Debajo del río, cuando  metí la mano en el fondo de la bolsa para palpar más profundidades y enseñarlas, me encontré con unas aristas cortantes que casi me dañan los dedos, las aristas de una conversación que había mantenido hacía muchos años con mi mujer, mejor dicho, una discusión enorme que aún me causaba heridas al tocarla, casi me hice daño  en los dedos al sacar una a una  las palabras que estaban allí arrumbadas, pero que yo, que siempre he odiado las discusiones,  nunca hubiera querido encontrármelas otra vez allí, en el fondo de la bolsa, una discusión de gritos y portazos que aún resonaban en la escalera, y  que además había surgido, como ocurre siempre, por un tema banal, una pelea absurda sobre quién de los dos había gastado más luz.  Y debajo de aquella discusión que aún atronaba de voces la escalera, palpé en el fondo de la bolsa,  algo que estaba boca abajo pero  que aún seguía perfectamente conservado, el espejo del cuarto de baño de mi casa ante el cual yo me lavaba las manos y en el que me sorprendía  ver siempre detrás de mi cara la cara de mi padre lavándose también él las manos en el tiempo, dándome a la vez consejos que  al principio eran sólo  pequeñas frases pero que luego se adelgazaban hasta quedarse en palabras, palabras que a mí me sirvieron a lo largo de años.

 

 

Después encontré también dentro de la bolsa, y saqué de su fondo, unas zapatillas azules de deporte que estaban ya algo descoloridas, pero que en cuanto las vi, aunque tenían las suelas bastante desgastadas, me llevaron a la alegría. Con aquellas zapatillas azules a mis dieciocho años había recorrido  yo las cintas de la alegría que eran árboles y mar a la vez, árboles que corrían conmigo haciendo correr al mar y a las zapatillas, y recuerdo que mi alegría volaba con aquellas suelas a toda velocidad y que el mundo era una  esperanza interminable. Y luego, con mucho cuidado, ayudándome fuertemente con los dos manos, saqué como pude de la bolsa las patas  y el respaldo del sillón de mi despacho en el que yo había trabajado tanto tiempo, un mueble al que le costaba salir porque se enganchaba con los pliegues de la bolsa, pero que en cuanto lo puse en pie se desparramó en páginas y en hojas, anotaciones y escrituras, el respaldo se hizo libro y los brazos de aquel mueble fueron lápices, plumas y cuadernos.

Y luego encontré, casi al final de mi sueño, poco antes de despertar, medio escondidas en los rincones de tela de la bolsa, diminutas pepitas blancas que yo casi  había olvidado, pero que había ido sembrando durante años en conversaciones con mis hijos y con mis amigos, pepitas de amor y de amistad a las que entonces no les di ninguna importancia, pero que ahora, al sacarlas y tenerlas entre las manos, vi que eran diamantes.”

José Julio Perlado

( del libro “La mirada”) ( relato inédito)

TODOS   LOS   DERECHOS   RESERVADOS

 

 

(Imágenes— 1-Park seo bo – 1992/ 2- Jakob Gasteiger- 2016/3- Yakoi Kusama – 1988)

SOBRE LOS INVITADOS

 


“Hay unos invitados que nunca cierran la puerta tras ellos y no apagan la luz cuando salen de su cuarto — contaba Somerset Maugham haciendo un balance de los invitados que había conocido en su vida—. Otros que se tumban en la cama con las botas embarradas para dormir una siestecilla después del “lunch”, de modo que es preciso mandar lavar la colcha cuando se marchan. Hay también el invitado que fuma en la cama y le quema a uno las sábanas. El que guarda un régimen y es preciso cocinar expresamente para él. Otros que esperan a que su vaso haya sido llenado hasta el borde para decir: “No, gracias, no quiero”. El que nunca vuelve a poner un libro en el sitio donde estaba y el que toma un volumen de una colección y no vuelve uno a verlo más. El que os pide dinero prestado y se marcha sin devolvéroslo. El que no puede permanecer sólo un momento, y el que se siente dominado por el deseo de hablaros en cuanto que vais a echar un vistazo al periódico. El invitado que, se halle donde se halle, quiere estar en otro sitio, y el que tiene que estar haciendo algo desde el momento que se levanta hasta la hora de acostarse. El que os trata como si fuera el dueño de una provincia conquistada y el que trae consigo ropa sucia de tres semanas para que uno la dé a lavar, o manda sus trajes a la tintorería y deja a vuestro cargo el pago de la factura. Invitados, en fin, que sacan todo cuanto pueden de vosotros y no os dan nada a cambio.

 

Pero también hay otros que están satisfechos simplemente con estar en vuestra compañía, que tratan de agradar, que tienen recursos propios, que os entretienen. Invitados cuya conversación es deliciosa, que se interesan por todo,  que le alegran y estimulan a uno, que, en resumen, nos dan más de lo que uno puede jamás pensar en darles, y cuya estancia se nos hace demasiado breve.”

 

 

(Imágenes—1- Felix Vallotton- 1909/ 2-Pierre Bonnard- 1915/ 3- Benny Andrews-1991)

SEGUIR VIVIENDO

 

 

“Y bien,  ¿ qué  podemos hacer? — se pregunta Sonia en “Tío Vania” de Chejov  —¡Debemos seguir viviendo! Seguiremos viviendo, tío  Vania. Viviremos a través de una larga, larga sucesión de días y tediosas noches. Soportaremos pacientemente las tribulaciones que nos imponga el destino; trabajaremos para los demás, ahora y en nuestra vejez, y jamás descansaremos. Cuando llegue el momento moriremos sin protestar, y una vez allí, en el otro mundo, diremos que hemos sufrido, que hemos vertido lágrimas, que hemos tenido una amarga vida, y Dios se compadecerá de nosotros. Y entonces, tío querido, ambos comenzaremos a conocer una vida brillante, hermosa y adorable. Nos regocijaremos y recordaremos nuestros problemas con ternura, con una sonrisa, y podremos descansar. Creo en ello, tío, lo creo con fervor, con pasión… ¡Podremos descansar!”

 

 

(Imágenes—1- Chejov- russkayaliteratura/ 2- Mikhail Nesterov-ura Rusia)

UN TEATRO SIN PÚBLICO

 


Ahora que las medidas para atajar la pandemia han dejado desiertas las salas de los teatros del mundo, la importancia del público destaca lógicamente  con su relevancia esencial. La función del teatro y su proyección sobre los hombres ha sido siempre definitiva. Historia y teatro han ido continuamente hermanados. Pero el alemán Lessing,  ya en el siglo XVlll , recordaba ante este punto que “ se quiere hacer creer sin fundamento que uno de los fines del teatro es mantener viva la historia de los grandes hombres.  Ése es el objetivo de la historia y no el del teatro. No debemos ir al teatro para aprender lo que hicieron determinadas personalidades, sino lo que todo hombre de un carácter dado hubiera hecho en determinadas circunstancias. La meta de la tragedia es infinitamente más filosófica que la de la historia y la disminuiríamos  en su real dignidad si la consagráramos al panegírico de los hombres célebres. Y si aprovecháramos de ella para alentar el orgullo nacional.”

 

El público va al teatro no sólo para seguir y contemplar  historias sobresalientes o comunes sino para entretenerse, aprender, y mirar al otro lado de la pared que se levanta los rasgos e intimidades de las costumbres. El inglés George Meredith en su “Ensayo sobre la comedia”  hablaba de las ventajas que para un poeta cómico — y por eso para llevarlas al teatro  — tuvo el observar la agrupación en masa en torno a una Corte, es decir, “tener ante sus ojos, en plena actividad, ese mundo pedante e inquieto, de pretensiones enormes y serenas absurdidades; vociferantes  charlatanes, inocentes bobalicones, hipócritas, remilgados, extravagantes, pedantes, damas amustiadas y gramáticos demenciales, marquesas de sonetos, niñas simples de espíritu, mezclados todos como en un telar y bulliciosos como en la feria.”

Y frente a todos esos personajes está el público. El público disfruta viendo trazos de vida, que a veces no tienen principio ni final, pero que enseñan las virtudes y vergüenzas del mundo. De modo presencial o lejano, el público  asiente, rechaza  o aplaude. Es la necesidad que tiene todo teatro. Son los dos polos del arte y del espectáculo.

 

 

(Imágenes— 1- Gerard Gauci- 2002/ 2-Ohaio Sugimoto/ 3- teatro Lope de Vega)

VIAJES POR EL MUNDO (38): TETUÁN

“Han venido dos bereberes a traerme la piel de una pantera muerta hace muy poco — cuenta el escritor polaco Jean Potocki en su “Viaje a Marruecos” —. Venían de las montañas que están a tres jornadas de distancia. Habían sido veinte para realizar la cacería y habían rodeado la guarida del animal, quien se arrojaba de uno a otro y parecía más bien volar que correr. Consiguió matar a un joven bereber  y herir a varios otros.
Con este motivo he sabido que existen en los alrededores de Tetuán muchas hienas, con las que se han hecho muchos relatos. Entre otros, que su cerebro tiene la propiedad de privar de la razón a los que lo comen y por ello suele decirse de quien está atontado que “ ha comido hiena”.

Cuando digo bereberes me refiero a los montañeses, que viven en cabañas  y no en tiendas y hablan un dialecto árabe que es diferente del de los nómadas. Probablemente es a este pueblo al que hay que atribuir lo que los historiadores árabes dicen de la llegada de los bereberes y no a los schilloch tal y como yo creía hasta la fecha.”

 

(Imagen – — 1- boda en Marruecos – museo del Louvre)

EL GATO SE ENCARAMÓ

 


“El gato

se encaramó

en un remate

de la alacena y

primero la pata

delantera derecha

cautelosamente

después el trasero

desapareció

en el abismo

de la vacía

maceta.”

William Carlos Williams —“Poema”

(Imagen —Marie Cécile Thijs)

GENTES (9) : EL SOBERBIO

 

El soberbio es tal — dice el filósofo griego Teofrasto— que ordena al que le busca de prisa que después de comer le podrá hablar en el paseo. Si hace bien a otros, les dice aun en la calle que lo tengan presente, y les obliga a que se le acerquen ,  sin que jamás quiera acercarse ėl primero a nadie. Es capaz de mandar a los que le compran, o tienen que pagarle alguna cosa, que vuelvan otro día al amanecer. Yendo por la calle, no saluda a los que encuentra, y a lo más les inclina la cabeza. Si alguna vez le parece dar un convite a sus amigos, no come con ellos, sino encarga a alguno de sus criados que los cuide. Si va a ver a alguno, envía antes quien le diga cómo viene a visitarle. No permite que entren a verle cuando come.  Cuida también, si ajusta cuentas con alguno, de que un criado las haga, reste, saque las sumas y las ponga en el libro de anotaciones. Si escribe cartas, no tiene miedo de decir : “Me harás el favor”, sino “Quiero que hagas”, y también: “No se haga de este modo” y “Cuanto antes”. Porque la soberbia es “vilipendio de todos, a excepción de sí mismo”.

(Imagen — Jean Moral)