“Estoy en mi biblioteca — dice Alberto Manguel —, rodeado de estanterías vacías y de torres de libros cada vez más altas. Se me ocurre que puedo rastrear todos mis recuerdos a través de estos volúmenes que se amontonan. De pronto, todo parece superfluo, tanta acumulación de papel impreso (… ) Los libros que me llevo por la noche a la cama y los libros que ordeno en la biblioteca durante el día son distintos. Los primeros me imponen su tiempo y longitud, su propio ritmo de narrar antes de dormirme; los segundos están sometidos a mis ideas de orden y categorías y me obedecen casi ciegamente ( a veces se rebelan y tengo que cambiarlos de sitio en la estantería).
(…) No me gusta que nadie me resuma un libro. Prefiero que se me tiente con un título, con una escena, con una cita, pero no con la historia completa. Amigos entusiastas, notas de solapas, profesores e historias de la literatura destruyen buena parte del placer de leer contándonos el argumento. La memoria también puede acabar con gran parte del placer de no saber lo que va a pasar.”
(Imágenes— 1- /Holbein -1536/ 2- Jan van der heyden 1712)