EL HOMBRE- LIBRO

“ Hay personajes realmente sorprendentes. Cuenta Elias Canetti en un ensayo sus aventuras con el libro que está escribiendo: “ el personaje principal de este libro – dice – conocido hoy como Kien, era designado en los primeros esbozos como un “hombre- libro”. Pues así, como hombre- libro, lo tenía ante mis ojos, a tal punto que su relación con los libros era mucho más importante que él mismo. El componerse de libros era entonces su único atributo, y no tenía ningún otro. Cuando por fin me puse a escribir su historia en forma coherente, le di el nombre de Incendio. En este nombre estaba contenido su final: tenía que acabar en un incendio. Mientras yo ignoraba aún cómo iría progresando la novela, una cosa era segura ya desde el comienzo: él se prendería fuego junto con sus libro y ardería con su biblioteca en el incendio que provocase; por eso se llamaba Incendio. Así pues, sus dos nombres anteriores, “hombre- libro” e “ incendio”, fueron desde el comienzo el único dato seguro sobre su persona.”

( Imágenes— 1- Jimmy Liao/ 2- Donald Sultán- 1986- artnet)

EN EL DÍA DEL LIBRO

“Estoy en mi biblioteca — dice Alberto Manguel —, rodeado de estanterías vacías y de torres de libros cada vez más altas. Se me ocurre que puedo rastrear todos mis recuerdos a través de estos volúmenes que se amontonan. De pronto, todo parece superfluo, tanta acumulación de papel impreso (… ) Los libros que me llevo por la noche a la cama y los libros que ordeno en la biblioteca durante el día  son distintos. Los primeros me imponen su tiempo y longitud, su propio ritmo de narrar antes de dormirme; los segundos están sometidos a mis ideas de orden y categorías y me obedecen casi ciegamente ( a veces se rebelan y tengo que cambiarlos de sitio en la estantería).

(…) No me gusta que nadie me resuma un libro. Prefiero que se me tiente con un título, con una escena, con una cita, pero no con la historia completa. Amigos entusiastas, notas de solapas, profesores e historias de la literatura destruyen buena parte del placer de leer contándonos el argumento. La memoria también puede acabar con gran parte del placer de no saber lo que va a pasar.”

(Imágenes— 1- /Holbein -1536/ 2- Jan van der heyden 1712)

UNA RESURRECCIÓN DEL MUNDO

 

”Un libro es un objeto físico en un mundo de objetos físicos — decía Borges—. Es un conjunto de símbolos muertos. Y entonces llega el lector adecuado y las palabras — o, mejor dicho, la poesía que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos — surgen a la vida, y asistimos a una resurrección  del mundo.”

(Imagen —Marinelaferrari)

EL ASPECTO DE UN LIBRO

 

“Recuerdo un tiempo en que despreciaba en los libros todo lo que no fuese lectura. Me hubiesen bastado unos trapos con manchas de tipos desgastados. Me decía que un mal papel, unos caracteres gastados o una página descuidada, con tal que el texto mismo estuviese hecho para seducirle, debían contentar a un lector verdaderamente espiritual.

(…) Sin darme cuenta — sigue diciendo Paul Valéry —, he venido a no desdeñar el físico de los libros. Gustosamente admiro y acaricio uno de esos volúmenes de gran precio que se colocan entre los muebles de mayor belleza, a los que igualan.  Pero en ese amor no hay concupiscencia. Eso sería querer sufrir.

 

Tampoco su rareza me afecta demasiado. Por otro lado ésa no es más que una noción abstracta e imaginaria, salvo en la subasta. Los ojos no saben que tal o cual ejemplar es único; el tacto no disfruta especialmente con eso. Pero les tengo cariño a esos libros sólidos y “confortables” como los que se hacían en el siglo XVll. Se encuentran con bastante facilidad en  nobles in-quarto con cubiertas de cuero oscuro y lustroso, densa y ampliamente impresos, adornados con florones y pies de lámpara, y provistos de unos márgenes razonables.  Un autor no puede desear ediciones más robustas ni más adaptadas a ese lector serio que debe anhelar para su obra.

 

 

(Imágenes—1- Sebastien Muller / 2–Sebastien Stokopff/3- Jan van Eyck)

¿HA LEÍDO USTED TODOS ESTOS LIBROS?

 

“El visitante entra y dice : “¡ Cuántos libros!  ¿Los ha leído todos?”. Al principio — dice Umberto Eco en “”Cómo viajar con un salmón” —, creía que la frase revelaba sólo a personas poco familiarizadas con los libros, acostumbradas a ver solo estanterías de tres al cuarto con cinco novelas policiacas y una enciclopedia infantil en fascículos. Pero la experiencia me ha enseñado que la frase la pronuncian incluso personas insospechables. Se puede decir que se trata, con todo, de personas que tienen una noción de la estantería como depósito de libros y no de la biblioteca como instrumento de trabajo, pero no basta. Creo que, ante muchos libros, cualquiera cae presa de la angustia del conocimiento, y fatalmente se desliza hacia la pregunta que expresa su tormento y sus remordimientos.

(…) A la pregunta sobre los libros hay que responder mientras la mandíbula se te crispa y ríos de sudor frío te bajan por la columna vertebral. Yo, antaño, había adoptado la respuesta despectiva: “No he leído ninguno; si no, ¿por qué los tendría aquí?”. Pero es una respuesta peligrosa porque desencadena la reacción obvia: “¿ Y dónde pone los que ha leído?”. Es mejor la respuesta estándar de Roberto Leydi: “Muchos más, señor, muchos más”, que deja helado al adversario y le hace caer en un estado de estupefacta veneración. Pero la encuentro desalmada y causa ansiedad. Ahora me he replegado hacia la afirmación: “No, estos son los que  tengo que leer para el mes que viene, los demás los tengo en la universidad”,  respuesta que, por una parte sugiere una sublime estrategia y, por la otra, induce al visitante a anticipar el momento de la despedida”.

 

(Imágenes— 1- foto André Kerstesz/ 2-biblioteca de Guillaume Apollinaire)

LOS LIBROS QUE NO HAS LEÍDO

 

 

“… Te abriste paso en la tienda a través de la tupida barrera de los Libros Que No Has Leído que te miraban ceñudos desde mostradores y estanterías tratando de intimidarte. Pero tú sabes que no debes dejarte imponer respeto, que entre ellos se despliegan hectáreas y hectáreas de los Libros Que Puedes Prescindir De Leer, de los Libros Hechos Para Otros Usos Que La Lectura, de los Libros Ya Leídos Sin Necesidad Siquiera De Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría De Lo Ya Leído Antes Aún  De Haber Sido Escrito. —sigue enumerando el italiano Ítalo Calvino en “Sí una noche de invierno un viajero” —, Sigue leyendo

LIBRERÍAS


“Un hombre no reconoce su genio hasta que lo ensaya —decía Diderot —: el aguilucho tiembla como la joven paloma la primera vez que despliega sus alas y se confía a volar. Un autor termina su primera obra sin conocer, al igual que el librero, su valor. Si el librero nos paga como él cree, entonces nosotros le vendemos lo que nos place. Es el éxito el que instruye al comerciante y al literato.”

(en el día de las librerías)

 

 

(Imágenes—1-the penguin poets/ 2-John Frederick Peto-1899)

LA MAGIA DEL RECUERDO

 

 

“Tras aquella frente calcárea, sucia, cubierta por un musgo gris, cada nombre y cada título que se hubiera impreso alguna vez sobre la cubierta de un libro se encontraban, formando parte de una imperceptible comunidad de fantasmas, como acuñados en acero. De cualquier obra que hubiera aparecido lo mismo hacía dos días que doscientos años antes conocía de un golpe el lugar de publicación, el editor, el precio, nuevo o de anticuario. Y de cada libro, al mismo tiempo la encuadernación, las ilustraciones y las separatas en facsímil (…)

 

 

Conocía cada planta, cada infusorio, cada estrella del cosmos perpetuamente sacudido y siempre agitado del universo de los libros. Sabía de cada materia más que los expertos. Dominaba las bibliotecas mejor que los bibliotecarios. Conocía de memoria los fondos de la mayoría de las casas comerciales, mejor que sus propietarios, a pesar de sus notas y ficheros, mientras que él no disponía más que de la magia del recuerdo, de aquella memoria incomparable que, en realidad, sólo se puede explicar a través de cientos de ejemplos diferentes.”

Stefan Zweig

 


 

(Imágenes—1-Emilyhowart/ 2-gabinete portugués de lectura/ 3-Anastasia Lisitsyna)

EN LA NOCHE DE LOS LIBROS

En la noche de los libros abrimos la puerta de la gran habitación donde Alberto Manguel acaba de reordenar todos sus libros. “Algunos libros – nos dice – se remontaban a mi adolescencia, incluso a mi infancia. Hay libros que están conmigo desde que tengo cuatro o cinco años. No me iba a acostar, me quedaba hasta las dos de la mañana, me levantaba a las seis, me olvidaba de comer; aquí estuve, durante tres meses, en un mundo aparte. Terminé de ordenar la biblioteca el día que volvió Craig. Iba a poner música y estaba a punto de escuchar a Wagner. Preparé la primera parte de Tannhäuser y puse a andar la música en el momento en que entraba Craig. Quedó deslumbrado. Ver la biblioteca  ya causaba una impresión fuerte, pero verla con todos los libros en su lugar, con, además, una música fastuosa, era absolutamente maravilloso. La noche que terminé de ordenar los libros, dormí en la biblioteca, en el suelo. Sentía que era necesario apropiarme del lugar. Era una conclusión y también un comienzo. Sentí que de ahí en adelante iba a trabajar de otra manera.

Empezar a escribir y leer de otra manera. A otro ritmo, con mucha menos angustia en relación con lo que no conocía, lo que no había leído, lo que no había hecho. Tuve una conciencia mucho mayor de lo que me quedaba de tiempo y de espacio (…)  Pienso que uno crea con los libros un lazo vivo. Por amistad, por respeto a ellos, quisiera abrirlos una vez más. Los criadores de  abejas dicen que, cuando un apicultor muere, alguien debe ir a decirles a las abejas que su criador ha muerto. Querría que alguien hiciera eso con mis libros.”

(Imágenes – 1-biblioteca personal  de Alberto Manguel – studio bibliografico apuleio/ 2-libros de juegos de manos – Flickr/ 3- Vanessa Bell)

EL TESTAMENTO DE SHAKESPEARE

 

 

Mario Praz, en su insólito y completísimo recorrido por las habitaciones, muebles y objetos de su famoso apartamento romano de Vía Giulia en “La casa de la vida” se asombra de no encontrar un solo libro citado en el testamento de Shakespeare. “Habla en él, aunque sea en general – dice Praz, el gran crítico de arte – de trajes, de muebles, de joyas, menciona entre la plata una ancha copa o vasija de plata dorada, adjudica a su esposa aquella cama segunda en calidad, que ha hecho especular a la posteridad sobre los méritos o los deméritos de la señora Shakespeare, pero de libros ni una palabra. Y tan extraño parece pensar en una señora Shakespeare como un Shakespeare ( o en un Dante) sin libros: junto a estos dos genios nos parece cómica una mujercita, pero nos parece igualmente incongruente no verlos rodeados de libros. A Dante nos lo imaginamos muy bien contra un fondo de estanterías como el San Jerónimo de los pintores antiguos, y el busto de Shakespeare lo vemos bien colocado como en una efigie de bronce de principios del siglo XlX que adornaba el tintero de Keats, sobre una pila de libros. Que serán tal vez sus propias obras, pero reflexionemos en lo que dijo aquel otro gran inglés, que se ufanaba de su propia biblioteca, Geoffrey Chaucer: “ Porque de los campos antiguos, como suele decirse, viene todo este nuevo trigo año tras año, y de los libros antiguos, en verdad, viene toda esta nueva ciencia que los hombres aprenden”. Pero Shakespeare no habla de su biblioteca  ni en su testamento, ni en ningún otro lugar”.

Y  el gran crítico de arte italiano y extraordinario coleccionista se asombra de ello.

 


 

(Imágenes -1- Henry Fuseli – Macbeth – Shakespeare library / 2- George Rommey – el Rey Lear-Shakespeare library)

NO SÉ QUÉ ES UN LIBRO

 

 

“No sé qué es un libro – contaba Marguerite Duras -. Nadie lo sabe. Pero cuando hay uno, lo sabemos. Y cuando no hay nada, lo sabemos como sabemos que existimos, no muertos todavía (…) Creo que lo que reprocho a los libros, en general, es eso : que no son libres. Se ve a través de la escritura: están fabricados, están organizados, reglamentados, diríase que conformes. Una función de revisión que el escritor desempeña con frecuencia consigo mismo. El escritor, entonces, se convierte en su propio policía. Entiendo, por tal, la búsqueda de la forma correcta, es decir, de la forma más habitual, la más clara y la más inofensiva. Sigue habiendo generaciones muertas que hacen libros pudibundos. Incluso jóvenes: libros “encantadores”, sin poso alguno, sin noche. Sin silencio. Dicho de otro modo: sin auténtico autor. Libros de un día, de entretenimiento, de viaje. Pero no libros que se incrusten en el pensamiento y que hablen del duelo profundo de toda vida, el lugar común de todo pensamiento.”

 

 

(Imágenes-1-Felix Vallotton/ 2- Jonathan Wolstenholme)

COETZEE Y LOS LIBROS AUSENTES

 

 

“ Si nos olvidamos de todos los ejemplares del libro que uno ha escrito que van a desaparecer, que se van a convertir en pulpa porque no van a encontrar comprador, que alguien va a abrir para leer un par de páginas y luego olvidarlo y dejarlo a un lado para siempre, que van a ser olvidados en hoteles de playa o en trenes, si nos olvidamos de todos esos ejemplares perdidos – así lo va expresando Elizabeth Costello, el personaje creado por J. M. Coetzee -, tenemos que pensar que hay por lo menos un ejemplar que no solamente alguien va a leer, sino que lo va a cuidar, le va a dar una casa y un lugar en una estantería, que va a ser suyo a perpetuidad (…) Pero, por supuesto, el Museo Británico o ahora la Biblioteca Británica no van a durar para siempre. También se hundirán y acabarán en ruinas, y los libros de sus estanterías se convertirán en polvo. Y de cualquier modo, mucho antes de que eso pase, a medida que el ácido vaya royendo el papel, a medida que aumente la demanda, los libros feos y no leídos y no deseados serán trasladados a algún otro edificio y metidos en una incineradora, y todo rastro de ellos desaparecerá del catálogo principal. Después será como si no hubieran existido nunca.

 

 

He ahí una visión alternativa de la Biblioteca de Babel, más inquietante para mí que la visión de Jorge Luis Borges. No una biblioteca donde coexisten todos los libros imaginarios del pasado, el presente y el futuro, sino una biblioteca de la que están ausentes todos los libros que realmente fueron imaginados, escritos y publicados. Ausentes incluso de la memoria de los bibliotecarios. Ya no podemos confiar en que la Biblioteca Británica ni la Bibliteca del Congreso nos salven del olvido, no más que en nuestra propia reputación.”

Coetzee ha estado estos días en Madrid firmando ejemplares en la Feria del Libro y no sería extraño que, observando los estantes y las casetas, no haya querido dar una vuelta más a estos pensamientos.

 

 

(Imágenes – 1- Coetzee- nmopi/  2- biblioteca personal de Alberto Manguel- studio bibliográfico amuleto/ 3- biblioteca del palacio y convento de Mafra-  Lisboa – curious expeditions)

ENAMORADOS DE LOS LIBROS

 

 

“Aquel que creía ser el autor de un libro cuando no era más que su personaje”.

 

 

”También ese otro que sacaba de los tribunales el tema de sus libros y que, al final, considerando decepcionante lo que leía  y por tanto escribía, asesinó a su portera en unas condiciones particularmente atroces, lo que le permitió durante los siguientes años de prisión componer su obra cumbre”.

 

 

”Aquel otro que estuvo esperando en una habitación durante veintitrés años a que algún tema de novela viniera a visitarlo, cosa que no ocurrió nunca, salvo una vez , durante el sexto año, en un brumoso día de noviembre, poco después de las tres de la tarde, cuando había salido de la habitación unos minutos para ir al servicio, pero claro, a su regreso no se dio cuenta  de nada y ya era demasiado tarde, pues en casos así siempre es demasiado tarde”.

 

 

”Aquel, muy viejo, que se vio distinguido con el Premio Nobel de Literatura, pero a quien no se pidió que asistiera a la ceremonia de Estocolmo porque en la residencia de ancianos en la que llevaba ya varios años no conseguía distinguir una manzana de unos andadores, trataba de comerse los unos y apoyarse en la otra, y había olvidado por completo que hubiese dedicado su vida a la poesía”.

 

 

”Ese que todavía no ha escrito, que no sabe que algún día escribirá y que vive feliz y ligero, en la ignorancia del asunto, sin disfrutar siquiera del hecho de no ser todavía escritor, sin darse cuenta siquiera de la suerte que tiene de no serlo”.

 

 

”Aquel que afilaba sin cesar sus lápices con un cortaplumas mientras le iban viniendo las ideas, pues las ideas tan sólo le venían durante aquellas sesiones en las que afilaba lápices, pero cuando se decidía a poner por escrito todo lo que se le había ocurrido, ya no le quedaban lápices para escribir, y de este modo hizo rico al dueño de la papelería, pero ningún librero conoció jamás su nombre”.

Philippe Claudel – “Sobre algunos enamorados de los libros” (Minúscula)

 

 

( Imágenes- 1-Alexander Calder/ 2-Auguste Macke- 1910/ 3 – Francis Picabia/ 4-Jerzy Grabowski-1999/ 5-Karl Gestner/ 6-Rachel Davis-hartman- fineart/ 7- Turner- 1824)

LEER CON VIRGINIA WOOLF

 

 

“Me gustaba leer aquí. Una acercaba  la mecedora maltrecha a la ventana, para que la luz cayera sobre la pågina – escribe Virginia Woolf  en uno de sus Ensayos – A veces, la ensombrecía la silueta del jardinero que cruzaba el prado (…) Había damas altas que entraban y salían de la casa (…) Pero nada me distraía del libro (…)  De una u otra manera el libro se sostenía como si se apoyara en los setos, y el azul lejano; me parecía, en lugar de un libro, algo que no estaba impreso, ni encuadernado, ni cosido sino que era producto de los árboles, de las colinas, del caliente día de verano, como el aire que flota, en las mañanas claras, alrededor de las cosas (…) Los grandes escritores son crueles, como la naturaleza lo es. En cuanto a que Cervantes supiese qué estaba haciendo, quizá los grandes escritores nunca lo saben. Quizá por eso los que vienen después encuentran allí lo que buscan.”

“¿Te dije que estoy volviendo a leer toda la literatura inglesa? – le  escribe a Ethel Smyth en febrero de 1941 – Para cuando llegue a Shakespeare estarán cayendo bombas. De modo que he arreglado una última escena perfecta: leyendo a Shakespeare y habiendo olvidado mi máscara de gas (..) Ayer abatieron a un bombardero del otro lado de Lewes. Yo iba en bicicleta a conseguir nuestra mantequilla, pero sólo escuché un zumbido en las nubes. Como tú dirías, ¡ gracias a Dios que nuestros padres nos legaron el gusto por la lectura! En lugar de pensar: para mayo estaremos…como sea, pienso: !sólo tres meses  para leer a Ben Jonson, Milton, Donne y el resto (…) Ya no puedo controlar mi cerebro. Leo y leo como un asno describiendo círculos en torno a un pozo.”

 

 

(Imágenes -1- Virginia Wool – foto Gisele Freund/2-James C Christensen)

GABINETE DE UN POETA

“Yo escribía poesía en hojitas de papel que metía en el bolsillo del chaleco – dice Eugenio Montale enDe la poesía” (Pre -textos) -. Unas veces las conservaba , otras la muchacha las tiraba como basura. Esto además porque nunca he tenido hojas de papel. Aún hoy, cuando tengo que escribir una carta, tomo ese papel que da el periódico y que es el peor papel italiano, el más económico, falsamente patinado. Luego no se puede borrar ni siquiera con la goma, porque se hacen manchas horribles. Así pues, divido en dos partes la hoja y allí escribo, siempre disculpándome por el papel. Una vez el profesor Molaioli, apiadándose por mi caso, me mandó un paquete de papel precioso. Pero ese es demasiado bonito. Debe de estar allí todavía. Sería menester escribir en él autógrafos inmortales. Entonces, pues, escribía en pedacitos de papel, a veces hasta en billetes de tranvía. Pero apuntes no. Nacían ya partes enteras (…) Se ve que comenzaba a escribir en un punto ya avanzado de maduración. Parece que Leopardi escribía primero una cosa en prosa y luego la ponía en verso. Yo no digo que no se pueda hacer, pero mi método de trabajo ha sido diferente.

(…) Hoy en la literatura el gigante tiende a desaparecer. Yo diría por  razones prácticas. No se puede hacer industria sólo con un gigante. Se requieren muchos y se excluyen unos a otros. Además el gigante es aburrido, monótono, escribía siempre las mismas cosas. Como Tolstoi, por ejemplo. Hoy debería cambiar cada año su estilo. Esto no significa que necesariamente no puedan existir grandes escritores. Tal vez se crearán clases diferentes de lectores: aquellos que piquen todos los peces, y los más seleccionados. Habrá muchas maneras de defenderse, porque mañana tendremos un número centuplicado de escritores, de artistas. Jules Renard decía : “Antes teníamos un público, hoy el público se ha puesto a escribir”.  Y entonces era apenas el comienzo. Por lo demás, son problemas que van más allá de la literatura.”

 

 

(Imágenes -1-Yaoyao ma van/ 2- Edwaert Collier)