“Recuerdo un tiempo en que despreciaba en los libros todo lo que no fuese lectura. Me hubiesen bastado unos trapos con manchas de tipos desgastados. Me decía que un mal papel, unos caracteres gastados o una página descuidada, con tal que el texto mismo estuviese hecho para seducirle, debían contentar a un lector verdaderamente espiritual.
(…) Sin darme cuenta — sigue diciendo Paul Valéry —, he venido a no desdeñar el físico de los libros. Gustosamente admiro y acaricio uno de esos volúmenes de gran precio que se colocan entre los muebles de mayor belleza, a los que igualan. Pero en ese amor no hay concupiscencia. Eso sería querer sufrir.
Tampoco su rareza me afecta demasiado. Por otro lado ésa no es más que una noción abstracta e imaginaria, salvo en la subasta. Los ojos no saben que tal o cual ejemplar es único; el tacto no disfruta especialmente con eso. Pero les tengo cariño a esos libros sólidos y “confortables” como los que se hacían en el siglo XVll. Se encuentran con bastante facilidad en nobles in-quarto con cubiertas de cuero oscuro y lustroso, densa y ampliamente impresos, adornados con florones y pies de lámpara, y provistos de unos márgenes razonables. Un autor no puede desear ediciones más robustas ni más adaptadas a ese lector serio que debe anhelar para su obra.
(Imágenes—1- Sebastien Muller / 2–Sebastien Stokopff/3- Jan van Eyck)