EL ASPECTO DE UN LIBRO

 

“Recuerdo un tiempo en que despreciaba en los libros todo lo que no fuese lectura. Me hubiesen bastado unos trapos con manchas de tipos desgastados. Me decía que un mal papel, unos caracteres gastados o una página descuidada, con tal que el texto mismo estuviese hecho para seducirle, debían contentar a un lector verdaderamente espiritual.

(…) Sin darme cuenta — sigue diciendo Paul Valéry —, he venido a no desdeñar el físico de los libros. Gustosamente admiro y acaricio uno de esos volúmenes de gran precio que se colocan entre los muebles de mayor belleza, a los que igualan.  Pero en ese amor no hay concupiscencia. Eso sería querer sufrir.

 

Tampoco su rareza me afecta demasiado. Por otro lado ésa no es más que una noción abstracta e imaginaria, salvo en la subasta. Los ojos no saben que tal o cual ejemplar es único; el tacto no disfruta especialmente con eso. Pero les tengo cariño a esos libros sólidos y “confortables” como los que se hacían en el siglo XVll. Se encuentran con bastante facilidad en  nobles in-quarto con cubiertas de cuero oscuro y lustroso, densa y ampliamente impresos, adornados con florones y pies de lámpara, y provistos de unos márgenes razonables.  Un autor no puede desear ediciones más robustas ni más adaptadas a ese lector serio que debe anhelar para su obra.

 

 

(Imágenes—1- Sebastien Muller / 2–Sebastien Stokopff/3- Jan van Eyck)

INTIMIDAD DE MARAÑÓN

 

 

«Varias veces  estuve en su casa de Madrid y también en el Cigarral de Toledocontaba  el doctor Fernández Zumel hablando de Marañón -. No fueron muchas, a mí me parecieron pocas, porque lo consideraba un premio el estar a su lado. Una mañana fría de invierno, fui al Cigarral de Toledo en compañía de Marino Gómez Santos, que estaba escribiendo un libro sobre Marañón ( …) Entramos en la casa, todo estaba perfecto, las chimeneas encendidas, la casa caliente, todo como si estuviera habitado y no pasara nada, cuando había pasado todo, y faltaba «él»…¡todo sobraba!

(…) Libros llenos de huellas de sus dedos, plumas desgastadas por el uso, carpetas que sobre sus lomos tantas cuartillas pasaron. Esa ventana de la derecha, que da a un patio conventual y recoleto, que también le iluminó, donde está reposando la escultura que talló Victorio Macho a Benito Pérez Galdós (…) Fotos de hace pocos y muchos años : Pérez de Ayala, Ortega, Miranda, Madame Curie, Larreta, Duhamel, André Maurois, Paul Valéry, Baroja, Fleming … Cuántas horas de trabajo hay allí acumuladas. Empuja a la meditación que un hombre, que tanto tiempo dio a los demás, amigos, conocidos, enfermos, familia, para todos tenía tiempo, cómo es posible que este hombre haya leído tanto, haya escrito tanto, y no haya sido de esos «avaros» del tiempo, que no gastaron un minuto en nada ni en nadie que no fuera «lo suyo». Leer es fácil, pero leer, anotar, escribir, eso requiere mucho tiempo. Conozco su concepto, verdaderamente genial, de «trapero del tiempo», y como dormía poco, y además de madrugada muchas veces estaba  escribiendo, todo ello explica el «milagro Marañón y su Obra».

 

 

(…) Hoy no hay tiempo de escuchar. Era conocido, ente todos los que trataban a don Gregorio, su gran capacidad de «oyente» en las tertulias, incluso cuando se hablaba de temas que él era el que verdaderamente conocía. En las tertulias del Cigarral de Toledo escuchaba con gran interés las conversaciones de sus invitados, dándoles pie y entrada para que se animara el «parlante» y  continuase  con la exposición de su tema (…)  Personalmente, tuve varias consultas con él donde le reclamábamos para que indicara si era o no conveniente una operación. Sentado entre todos los médicos, don Gregorio, amablemente, con un tono persuasivo, dirigiéndose al cirujano le decía : convénzame usted de la necesidad de que sea operado. Uno exponía sus razones de indicación operatoria, fundamentándolas en el cuadro del enfermo; don Gregorio escuchaba pacientemente, dejándonos pequeñas pausas para que no atropelláramos las ideas, y una vez terminada nuestra exposición, veía al enfermo, volvía a sentarse con todos los médicos y con gran amabilidad nos decía si él creía que debía o no ser operado. Esta delicadeza la extremaba si percibía » tormenta médica».

 

 

(Imágenes- 1-Marañón- revista «Caras y Caretas» 1929/ 2.-Marañón- revista «Caras y caretas»- 1931/ 3.- Marañón- RTVE)

LA NOCHE DE LOS MUSEOS

pinturas-nnhuu-museos- Giacomo Favretto- mil ochocientos setenta y cinco

 

» La verdad – decía Alan Bennet hablando de los museos -es que la gente viene aquí por las razones más dispares: para relajarse un poco, o para resguardarse de la lluvia, o para mirar los cuadros, o tal vez para mirar a las personas que miran los cuadros. Es de esperar, e incluso hay que confiar en que estas obras consigan de algún modo emocionar los y que, al salir, se lleven consigo algo inesperado e imprevisible».

 

13.17

 

Paul Valèry quiso exponer su visión negativa sobre los museos : «los museos no me gustan demasiado. Las ideas de clasificación, conservación y utilidad pública, ideas justas y claras, tienen poca relación con las delicias (…) Me encuentro en medio de un tumulto de criaturas congeladas, cada una de las cuales exige, sin conseguirlo, la inexistencia de todas las demás (…) Ante mí se desarrolla en el silencio un extraño desorden organizado. Me asalta un horror sagrado. Mi paso se hace religioso. Mi voz cambia, se vuelve un poco más alta que en la iglesia, pero menos fuerte de lo que sería normal. Pronto ya no sé qué he venido a hacer en estas soledades enceradas, que evocan el templo y el salón, el cementerio y la escuela (…) ¡Qué fatiga, me digo, qué barbarie! Todo esto es inhumano. No es puro. Esta proximidad de maravillas independientes y enemigas, tanto más enemigas cuanto más semejantes son, resulta paradójica (…) El oído no aguantaría a diez orquestas tocando juntas. El espíritu no puede seguir una multiplicidad de operaciones distintas, no existen razonamientos simultáneos. Pero he aquí que el ojo (…) , en el instante en que percibe, se encuentra obligado a admitir un retrato y una marina, una cocina y un triunfo, personajes en los estados y posiciones… más diversos, y no sólo esto, sino que debe acoger en su mirada armonías y modos de pintar incomparables (…) obras que se devoran unas a otras (…)»

Umberto Eco comenta que Valéry quizá debía estar ese día de mal humor. Lo cierto es que, como en tantas cosas de la vida, hay opiniones para todos los gustos. Todas hay que respetarlas.

 

 

pintores-nggu-museos- Daumier- mil ochocientos setenta y nueve

 

Personalmente, tuve la fortuna hace años de vivir en directo y de modo solitario , «la noche de los museos». Tras pedir los correspondientes y difíciles permisos al Prado – y para documentarme para una novela – me permitieron entrar a las once de la noche para irme deteniendo y tomando apuntes sobre las pinturas negras de Goya. Me acompañaba un solo vigilante y aquella sala la dejaron iluminada.

Fue una hora nocturna con Goya que nunca olvidaré.

(Imágenes.-1-Giacomo Favretto- 1875/ 2.-William Trust Richards- 1884/ 3.-Daumier)

VIEJO MADRID (57) : VIVENCIAS Y RECUERDOS (2)

 

Madrid-nnhy- Catalá Roca- alisonmelania wordpress

 

José Ortiz de Pinedo , mi abuelo materno, trabajaba como Secretario de la Tenencia de Alcaldía del Distrito de Palacio, en el barrio madrileño llamado popularmente de La Latina, en la Carrera de San Francisco, antigua y ancha calle que desciende desde la Plaza de la Cebada hasta la Basílica de San Francisco el Grande. Allí, como todas las mañanas, Ortiz de Pinedo tomaba el metro para volver a comer a su casa del barrio de Chamberí.  Como todos los escritores del mundo, me imagino que conforme se iba alejando de su despacho oficial del Ayuntamiento y se iba acercando, entre pasillos, escaleras y transbordos a su pequeño despacho literario de la calle de Raimundo Lulio, las figuras de sus invenciones asaltarían poco a poco su imaginación y los personajes de sus novelas se perfilarían alternándose unos con otros, salpicados también con brotes de poemas. Paul Valèry recuerda al hablar de los mecanismos de la inspiración que “el primer verso se nos ha dado”, es decir, es un don, nos es impuesto, no tenemos más remedio que escribirlo. Luego viene el artista con toda su elaboración costosa, con la habilidad, la experiencia, el esfuerzo creativo, la acabada y a veces muy ardua perfección. Pero ese primer verso de Ortiz de Pinedo – como el que acompaña a tantos poetas del mundo – ya viajaba con él en el metro, se iba desprendiendo en el desván de su memoria de los expedientes e informes burocráticos que no había tenido más remedio que resolver el poeta en las oficinas del Ayuntamiento, y conforme iba dejando atrás los andenes y las estaciones sin duda ese primer verso prevalecía sobre todos los demás temas y preocupaciones, se cuajaba en  primeras líneas de poemas, como así había sucedido años atrás en libros suyos de poesía, tales como “Dolorosas (publicado en 1903) o “Huerto humilde” (de 1907).

Madrid-buun-Catalá Roca- tiempos modernos com

Y fue sin duda otro primer verso – lo recuerdo muy bien – el que hizo brotar otro día – un año antes, en 1955 -una nueva conversación entre Ortiz de Pinedo y yo – entre abuelo y nieto – en el silencio de aquel despachito. Ortiz de Pinedo se levantó una tarde del sillón, y con el cuidado que él tenía para todas sus cosas, me mostró con afecto un libro. Era un libro de poemas de Pío Baroja, “Canciones del suburbio”, publicado por Biblioteca Nueva en 1944. En la dedicatoria se destacaba con la letra clara y menuda del autor de “La busca”: “Al poeta J Ortiz de Pinedo. Cordialmente. Pío Baroja”. Y aquel libro de poesías de Baroja llevaba también un prólogo firmado por Azorín.

 

escritores-nhhu-Baroja- foto Nicolas Muller- mil novecientos cincuenta

 

No sé exactamente si la idea fue de mi abuelo o fue mía, pero lo cierto es que en aquel mismo año de 1955 visité a Baroja. Vivía Don Pío en la madrileña calle Ruiz de Alarcón, en el número 12, a pocos pasos del Museo del Ejército, no lejos de la Academia Española. Recuerdo que me abrió la puerta el destacado historiador, antropólogo y folklorista Julio Caro Baroja, sobrino de Don Pío, que entonces tenía 41 años, y él me hizo pasar a la amplia sala de la célebre mesa camilla barojiana, allí donde el autor de tantas novelas memorables (a pesar de su mala salud, Don Pío moriría en octubre del año siguiente) recibía. Tenía Baroja entonces 83 años, pero recuerdo perfectamente aquella conversación porque fue muy novelesca. Tras presentarme como nieto de Ortiz de Pinedo le comenté que mi abuelo me había enseñado un libro suyo de poemas. Estábamos los dos solos. Baroja cubierto con su famosa boina, calados los lentes, afable, me miró y me preguntó:

  • ¡Ah, ¿pero yo he escrito poesía?

Le contesté que sí.

  • ¿Y cómo se llama el libro? – me insistió con curiosidad.
  • Canciones del suburbio” – contesté.
  • Entonces Don Pío tomó una campanilla que estaba sobre la mesa, la agitó, y pronto apareció Julio Caro en la puerta.
  • – Julio – le dijo -, este chico me dice que yo he escrito poesía. Busca el libro. Tráemelo.

Efectivamente, pronto aquellas “Canciones del suburbio” estuvieron sobre la mesa camilla y Baroja las hojeó complacido y asombrado.

Yo sabía que me encontraba esa tarde ante una de las grandes figuras de las letras españolas, y cuando años después leí “Gente del 98”, el delicioso libro de Ricardo Baroja, el excelente pintor y escritor, hermano de Don Pío, al evocar mis vivencias con Azorín y con Baroja, repasé aquella escena que Ricardo Baroja evoca sobre los dos escritores: “Cuando Martínez Ruiz venía a casa – dice Ricardo Baroja – se sentaba siempre en la silla colocada bajo el cuadro de asunto romano. Allí permanecía durante tres cuartos de hora, interviniendo en la conversación con escasos monosílabos. Martínez Ruiz siempre ha sido parco en palabras.

Se presentó a mi hermano Pío de la siguiente manera:

Martínez Ruiz, que conocía de vista a mi hermano, se le acercó y le dijo:

  • ¿Usted es Pío Baroja?
  • Sí, señor.
  • Yo soy José Martínez Ruiz. Mi seudónimo es Azorín.

Se estrecharon las manos y desde entonces son amigos”.

 

 

Madrid-nbv-Catalá Roca- paseo de Recoletos- Madrid- mil novecientos cincuenta y tres

 

Y ahora estaba yo ante ese mismo Baroja como estaría años después ante el cadáver de Azorín. Son coincidencias – o sin duda búsquedas determinadas, meditadas, muchas de ellas provocadas en mi vida, en Madrid, en Roma, en París – que me han hecho seguir los senderos de la literatura y del arte, caminar y entrar en los talleres de poetas y de músicos, de escultores y pintores, también de directores de cine, preguntando, inquiriendo, interesado siempre por los mecanismos de la creación.

Pero los mecanismos de la creación en Ortiz de Pinedo no fueron revelados entonces – en 1956 – de abuelo a nieto. En primer lugar, por el arco de los años que separaban a los dos: un nieto de 20 años ante un abuelo de 75, y en segundo lugar porque muchas veces los creadores no saben a ciencia cierta qué han creado, simplemente crean, no saben explicarlo, y son después los investigadores, los intérpretes, quienes les revelarán el significado. Muchos ejemplos podrían citarse sobre todo esto en la Historia de la Literatura.  Me limitaré a dos por curiosidad: como he dicho ya en algún sitio, cuando Kafka escribe “La condena” en 1912 le confiesa a su novia Felice Bauer que a ese relato “no le encuentra él ningún sentido” y será meses más tarde la misma Felice en una carta quien le dé una explicación sobre lo que ha escrito. Asimismo, cuando el Premio Nobel, el escritor judío Isaac B. Singer, publica su gran cuento “No visto”, no sabía en realidad qué había escrito y será el profesor y también escritor, el triestino Claudio Magris, quien revele en su libro “Ítaca y más allá de qué forma, años después, paseando un día por los Alpes suizos con Singer, le descubra al autor el sentido de su cuento. “Había escrito una historia – comenta Magris – pero quizá, como Kipling, no habría sabido explicar – y quizá ni siquiera comprender – su significado”.

 

Madrid-tre-Catalá Roca- tienda la fabrica com

 

Si ahora –por un juego de luces y de años – pudiéramos estar juntos otra vez abuelo y nieto en aquel despachito de la calle de Raimundo Lulio sin duda le preguntaría a Ortiz de Pinedo por aquellos versos suyos de “Canciones juveniles”, su libro publicado en 1901. Por un prodigio del recuerdo, parece que lo tuviera aquí delante, en las manos, y lo ha editado la “Imprenta de José S. Quesada”, calle de Olid 8. Está Ortiz de Pinedo sentado ante mí en el tiempo y le leo en voz alta:

 

“Bajo la pantalla verde,

bajo la luz melancólica

de la lámpara que cuelga

en mi estancia silenciosa

¡cuántas veces, trabajando

en muda batalla sorda,

me ha esclavizado el insomnio,

me ha sorprendido la aurora!”.

 

Madrid-bui-Catalá Roca-elmundo es

 

Sí, es esta pantalla verde del despacho donde él trabajaba, este despacho a mitad del pasillo, la que ilumina ahora el recinto de la elaboración, el refugio de la contemplación. Esta pantalla, estos libros, este silencio – la humildad del silencio, hay que añadir – han acompañado siempre a Ortiz de Pinedo. Pero de repente, mientras me entrega el libro,  aparece escondido entre las hojas de “Canciones juveniles”, un recorte amarillento que cae al suelo. Me inclino y lo recojo. Es una tira del periódico “El Liberal”, fechada el 27 de febrero de 1901 y resume en columna necrológica la vida de Manuel Ortiz de Pinedo, tío y tutor del escritor. La lámpara de la pantalla verde nos ilumina en este momento a  abuelo y nieto, pero también ilumina las vidas que se fueron, como ésta que se llevó consigo al periodista y senador Manuel Ortiz de Pinedo, “íntimo de Castelar” – reza la nota de periódico que estoy leyendo -, autor, entre otras obras, de la comedia “Los pobres de Madrid”, estrenada en el Teatro Español. Son esos instantes de la historia menuda familiar, instantes en que “la vida se va” y a la vez la vida viene, viene y se va la vida en este despacho de la calle de Raimundo Lulio, vienen y se van los antepasados de Ortiz de Pinedo, van y vienen los recuerdos.

(una pequeña evocación familiar – y  también madrileña – que de vez en cuando continuará…)

 

Madrid-unnh- Catalá Roca -lectureinspanish com

 

(Imágenes.- 1.-Catalá Roca.-alisonmelanie wordpress/2.-Catalá Roca.-tiemposmodernos com/ 3.-Pío Baroja en el Retiro- foto Nicolas Muller- 1950/ 4.-Catalá Roca- paseo de Recoletos- 1953/ 5.-Catalá Roca- tienda de fabrica com/ 6.- Catalá Roca- la Gran Vía- elmundo es/ 7.-Catalá Roca- lectureinspanish com)

CIEN AÑOS DE ALBERT CAMUS

escritores.-43.-Albert Camus

«Se podría pensar en él – escribe Jean Daniel en «Los míos»(Galaxia Gutenberg) – evocando un pequeño mendigo de Murillo (…) He aquí un  muchacho que no puede leer en casa y que no sabe nada de literatura. Pero que cuando visita a su tío, devora a los más grandes, Balzac, Victor Hugo, Zola, pero también a Paul Valéry o a Charles Maurras. Cuando este jovencito, en fin, puede creerse disponible para todos los fervores se le anuncia que está atacado por la tuberculosis. Y se le pronostican crisis y recaídas.» ¿Cuándo nace Camus como escritor? En 1959 le decía el autor de «La Peste» a Jean-Claude Brisville: «Vocación no puede ser una buena palabra. Yo he tenido deseos de ser escritor hacia los diecisiete años, y, al mismo tiempo, yo sabía, oscuramente, que lo sería.»

escritores.- 9988.- Albert Camus.- por Henri Cartier Bresson

Oscuramente, pues, conocía que sería escritor. El último capítulo de su último libro inacabado – «El primer hombre» – lleva por título «Oscuro para sí mismo». «Oh, sí, era así – se lee-, la vida de aquel niño había sido así, la vida había sido así en la isla pobre del barrio, unida por la pura necesidad, en medio de una familia inválida e ignorante, con su sangre joven y fragorosa, un apetito de vida devorador…» En 1959, en el prefacio a una obra de Jean Grenier ( que fue su profesor y más tarde su amigo) confesaba: «Alguna cosa, algo se agita en mí, oscuramente, y quisiera hablar de ello.» Y en el prólogo a la edición de su ensayo «El revés y el derecho», al hablar del artista, desea certificar nuevamente: «Para ser edificada, la obra de arte debe servirse de entrada de las fuerzas oscuras del alma.»

escritores.-Albert Camus.-Camus facepalm

Oscuridades de la creación y claridades diversas en la ejecución. Ambas hoy debatidas a los cien años de su nacimiento. Sobre la muerte de Albert Camus he escrito en dos ocasiones en Mi Siglo. Y ahora, en su centenario, las opiniones sobre sus obras quedan enfrentadas. Jean Daniel, como muchos otros -como, por ejemplo, Bernard- Henri Lévy – reconocen «La caída» como una novela excelente (« para mí su obra maestra – dice Daniel – o lo era en todo caso antes de mi lectura de «El primer hombre«). Y si «El extranjero» había sido certeramente analizado por Roger Quilliot en «La mer et les prisons» (Gallimard) ( la influencia, por ejemplo, de Steinbeck en la primera parte de la novela, su estilo despojado y ascético), Urbain Polge, gran amigo del escritor y que conocía muy bien al hombre y al artista, declaraba que Camus se retrataba con más facilidad en las confesiones calculadas de «La caída» que en las declaraciones crípticas de «El extranjero». La gran especialista en Camus, Jacqueline Lévi- Valensi, recordaba igualmente que en «La caída» el escritor «innova y desconcierta, por la ambigüedad de su personaje y de su palabra, y por su tono insólito. Aquí se trata de una «confesión» que exhibe su ritmo oral, y no de una narración; utilizando las técnicas teatrales del «monólogo dramático», el protagonista, «comediante trágico», no renuncia sin embargo a los procedimientos narrativos, creando así una forma original adaptada al sentido mismo de los discursos

Camus- fgh-Albert Camus mil novecientos cuarenta y cuatro- Henri Cartier Bresson

Y en cuanto a la novela «El primer hombre», cuyo manuscrito no pudo releer el autor, Lévi- Valensi añadía que «sin duda él lo habría corregido. Puede que hubiera deseado contener la pasión y el lirismo que estalla en las largas frases, a veces anhelantes, que muestran el ritmo de una vida, los grados de una historia personal, la historia de una familia, la historia de un país. Quizá porque él había llevado consigo mucho tiempo el proyecto de esta novela, y porque esta novela se alimentaba de toda su experiencia, vivida y soñada, parece que Camus liberara en ella una serie de escenas, imágenes, recuerdos y sentimientos que no podían ser canalizados

La muerte en la carretera cortaría de golpe todos esos proyectos el 4 de enero de 1960.

(Imágenes:- 1.- Albert Camus en su despacho/2 y 4.- Camus por Henri- Cartier Bresson/ 3.-Camus.-facepalm.com)

RELOJES Y TIEMPO

tiempo.-cfuu.-André Kertész.-1938

«En casa hay un reloj relativamente antiguo – recordaba Josep Pla en sus «Notas del crepúsculo«(Espasa) – . Es un reloj de caja, muy alto, que colocaron junto a la chimenea y que mis antepasados compraron en Perpiñán a principios del siglo pasado. (…) Cuando el reloj tocaba las horas, lo hacía con un timbre muy mecánico y rápido que parecía un clarinete. Era un ruido tan amarillo como el dorado brillante del péndulo. El paso del tiempo que iba marcando era tan fulminante que parecía directorial. Era el camino de la muerte, señalado de forma indefectible. Yo hubiera preferido un timbre más apagado. Es por todo ello que, al quedarme solo en casa, ya no se le dio más cuerda.

tiempo.-78hnm-Jorge Macchi

En el dintel de la puerta de mi dormitorio – proseguía Pla – hay un  reloj suizo redondo, que fue propiedad del hermano de mi padre, el señor Esteve Casadevall. Si la forma exterior del reloj de caja corresponde a una casa de campo, este redondo tiene un aspecto burgués mucho más acentuado – y, seguramente, fuera de lugar –. La circunferencia exterior está rodeada por otro círculo de madera ondulado y lujoso, muy bien hecho. Dentro de este círculo exterior  hay muchas imágenes de paisajes. ( …) Alrededor de esta faja de paisajes se encuentra la cara de la máquina – que es la habitual -.  En la superficie de la cara hay dos agujeros que sirven, con la llave correspondiente, uno para poner las manecillas en su lugar, y el otro para darle cuerda. Mi madre

tiempo.-t4ffb.-Claire Yaffa

se encargaba de estas tareas, y fue ella quien me dijo un día, tras setenta años de darle cuerda, que el reloj no funcionaba…» Y así  continúa  Pla, minucioso y certero, su literatura de observación – muy distinta a la literatura de invención- y a la que alguna vez me he referido aquí. Es la pupila de Pla (también como relojero de la literatura) la que observa en este caso los objetos del Tiempo. Observa, desmenuza, hace surgir poco a poco la evocación de su infancia. La sucesión de relojes que aparecen en las páginas de este libro se une a la acumulación de muebles y enseres que pueblan su casa.  ¿Y cómo lo hace? «Escribir pausadamente – utilizando a veces pausas muy largas – ( revelaba )  es lo que yo he hecho. En mi caso, fumar ha consistido en encender el cigarrillo

tiempo.-r3de.-Edward Hopper

hecho por mí ( liándolo yo mismo) tantas veces como el cigarrillo se ha apagado. Durante esos intervalos he procurado encontrar un adjetivo o ligar una frase. He gastado una enorme cantidad de cerillas. (…) Ahora me ordenan que deje de fumar. Muy bien. Intentaremos dejar de fumar: la decisión es difícil, pero intentaremos dejar de fumar. Ahora bien, ¿cómo quedará mi literatura sin pausas, más bien meditada, aun habiendo alcanzado cierta facilidad, esa literatura que ustedes creen que es espontánea pero no lo es? – en realidad, es todo lo contrario -; ¿cómo quedará mi literatura, abandonada a los adjetivos espontáneos, es decir, profundamente repetidos, vulgares y adocenados? Pero no hay más remedio: la arteriosclerosis no tiene entrañas.»

tiempo.-5gvbb.-Jerry N. Uelsmann.-all-art-org

Y Pla añade: «Sobre el Tiempo, nadie sabe nada. San Agustín – hombre muy importante – escribió en un libro unas palabras sobre el Tiempo, inolvidables. Dijo que él » dejaba de concebir el tiempo tan pronto como dejaba de reflexionar sobre sí mismo.» Y  Paul Valéry  agregó: » San Agustín sabía qué era el tiempo cuando no pensaba en él y dejaba de saberlo cuando pensaba en él.»

(Imágenes:- 1.- André Kertész.- 1938/ 2.- Jorge Macchi.- artnet/ 3.- Claire Yaffa.– swipelife.com /4.- Edward  Hopper/ 5.- Jerry N Uelsmann.- all- art-org)

LOS PASOS

mujer.-3sec.-Rodney Smith

«Tus pasos, hijos del silencio,

situados lenta y santamente,

al lecho de mi vigilancia

se acercan helados y mudos.

Mujer pura, sombra divina

¡qué dulces son tus pasos tímidos!

¡Todos los dones que adivino

llegan a mí en tus pies desnudos!

Si con tus labios que se acercan

preparas, para apaciguar

al habitante de mis sueños,

el celeste manjar de un beso,

no retrases tu tierna acción,

dulzura de ser y no ser,

porque he vivido de esperarte…

Mi corazón era tus pasos.»

Paul Valéry.- «Tus pasos»

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(Imágenes:-1.-Rodney Smith/ 2.-theachingliteracy)

PARA ESCRIBIR UN SOLO VERSO

escritores.-t22sw.-Rilke en su despacho del Hotel Biron.-París, cuando estaba escribiendo Los cuadernos de Malte Laurids Bridge.-agaparker

«!Los versos significan tan poco cuando se han han escrito joven! Se debería saber esperar y saquear toda una vida, a ser posible una larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como creen algunos, sentimientos (se tienen demasiado pronto), son experiencias. Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las florecitas al abrirse por la mañana. Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar; en días de infancia cuyo misterio no está aún aclarado; en los padres a los que se mortificaba cuando traían una alegría que no se comprendía ( era una alegría hecha para otro) ; en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en las habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que temblaban muy alto y volaban con todas las estrellas – y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra (…)

escritores.-5iihh.-Rilke por Leonid Pasternak.-Moscú 1900

Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues los recuerdos mismos, no son aún esto. Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso».

Rainer Maria Rilke.-«Los cuadernos de Malte Laurids Brigge»

escritores.-edttg.-Rilke y Paul Valéry en Suiza, en septiembre de 1926.-Biblioteca Nacional Suiza.-Berna

(Imágenes:- 1.- Rilke en su cuarto del Hotel, trabajando en «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge»/ 2.-Rilke por Leonid Pasternak.-1900/ 3.-Rilke y Paul Valéry en Suiza, en 1926.-Biblioteca Nacional de Suiza)

EL ALMA DEL ROSTRO

rostros.-67juu.-Pierre Houcmant.-1982.-La confrontation

«Pensemos en el momento en que nos encontramos con una persona a la que nunca hemos visto – dice Tullio Pericoli en «El alma del rostro» (Siruela) -: es tan fuerte el deseo de averiguar, por su rostro, cómo es esa persona, si me es afín o no, qué carácter tiene, que casi la devoramos con los ojos. Por alguna rendija tratamos de entrar dentro de ella, para sacar algo de su interioridad, algo que está a mayor profundidad que su cara. Lo primero que querría saber, al encontrarme con otro rostro, es si la persona a la cual pertenece ese rostro me será amiga». Varias veces en Mi Siglo he hablado del rostro. Sobre todo de las palabras de Emmanuel Lévinas «el rostro es lo que no se puede matar, o, al menos, eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás». Ahora que tantos rostros se desprecian y destrozan bajo estampidos de matanzas incontroladas – rostros de adultos, rostros de niños -, esos mismos rostros y otros muchos nos interrogan sobre el valor de  la dignidad.

rostros.-5990n.-Andrzej Dragan

«Yo miro siempre un rostro con interés –continúa Pericoli -. Lo interrogo y espero una respuesta. Una respuesta que sin embargo temo, porque en ese momento estoy poniendo en juego también mi rostro. Valéry dice que nuestro rostro nos es extraño. Pero ¿es exactamente así? Yo creo que, aunque no nos demos cuenta, siempre tenemos conciencia de nuestro rostro. Estamos siempre en relación con nuestro rostro y sabemos que es la primera imagen que ofrecemos a los demás. Es nuestro rostro el que nos obliga a ponernos en relación con los ojos fugitivos de un transeúnte».

rostros.-tvbn.-Andrezj Dragan

El rostro ha sido siempre tema de precisos ensayos y de exposiciones. A veces, ese rostro reflejado en autorretratos de artistas, como sucede ahora con la muestra que está teniendo lugar en Copenhage. «Muchas veces, cuando cierro los ojos – escribió  John Berger en «Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos» (Hermann  Blume) -, se me aparecen unas caras. Lo más extraordinario en ellas es su claridad. Cada cara tiene la nitidez de un grabado. (…) La cara me mira de frente y, sin palabras, sólo con la expresión de los ojos, afirma la realidad de su existencia. Como si mi mirada hubiera gritado un nombre, y la cara, al devolvérmela, respondiera: «¡Presente!».

rostros.-6gyyn.-Yousuf Karsh

Ese «presente» en la actualidad de los rasgos es lo que Umberto Eco evoca al recordar que el rostro es el espejo del alma. En ocasiones, esos rasgos son tan reveladores que ellos amenazan con desvelarnos incluso la profesión del padre. En «De los espejos y otros ensayos«, Eco anota lo que Alejandre Dumas va dibujando en un rostro de «Los tres mosqueteros«: «Rostro largo y moreno; pómulos salientes, señal de astucia; músculos maxilares enormemente desarrollados, indicio por el que se reconoce infaliblemente al fanfarrón… ojos abiertos e inteligentes, nariz ganchuda, pero de línea elegante..

Señales que van abriendo poco a poco el misterio del rostro y rostro que va mostrando poco a poco una actitud. Rostros entreabriendo secretos y secretos a los que puede acompañar la música.

(Imágenes:- 1.-Pierre Houcmant/  2 y 3.-Andrzej Dragan/ 4.-Yousuf Karsh)

(video: The Cinematic Orchestra.-To Build a Home)

DE NUEVO LA FOTOGRAFÍA

«La fotografía concentra su mirada en la superficie – le iba diciendo Kafka a Gustav Janouch paseando por las calles de Praga -. Por esta razón enturbia la vida oculta que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no se puede captar siquiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el sentimiento».

» La mirada del fotógrafo – escribí hace ya tiempo en «El ojo y la palabra» -, su ojo, su cámara, se ha inclinado sobre la realidad y la ha captado. Capta y fija ese movimiento del instante, esa quietud del instante, la instantánea entre tantos instantes, eso que acaba de pasar y que se queda»-

«El fotógrafo ha ido por delante, ha seleccionado su enfoque, el marco de la escena. Ha tomado en el aire ese exacto movimiento de las manos y esa paz misteriosa de la suave sonrisa».

«Es decir, ha mirado«.

«Toda imagen cuenta una historia«, nos recuerda Peter Burke. El escritor debe saber narrarla. Paul Valèry cambiaba la frase al revés, con una pregunta: «¿ Podría haber sido fotografiado tal o cual hecho del mismo modo que ha sido contado?». A su vez, Roland Barthes decía: «Leo textos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas».

» El artista – respondí en una entrevista que reproduje aquí, en Mi Siglo – tiene la última palabra al seleccionar la imagen, escogerla y transmitirla. De lo que líbremente escoja en sus imágenes para incorporarse al mundo de la imagen, a la cultura de la imagen, él es el responsable. También cuando selecciona imágenes que no son esencialmente bellas sino que son denuncias, cuando muestra imágenes del lado oscuro del mundo, de sus deficiencias. El artista se adelanta con su ojo al ojo del espectador y le muestra una sección, un encuadre específico del mundo. Siempre que veo una fotografía pienso lo mismo. El fotógrafo ha seleccionado líbremente un aspecto concreto del mundo, de un rostro o de un paisaje. Incluso ha seleccionado el tiempo, haciendo, podríamos decir, un corte en el tiempo: lo que vemos en ese gesto de esa fotografía es un instante, ya pasó y no volverá a pasar nunca así exactamente, no se repetirán jamás los matices de ese gesto, por tanto el fotógrafo recorta un segundo del tiempo, con sus gestos y con cuanto ello conlleva, y nos lo entrega. Roba un trozo de tiempo de una vida, aunque sea minúsculo. Y eso es lo que nos muestra. Él es el responsable, él es el que tiene la última palabra en esa elección. Nosotros vemos lo que él ha elegido.  Esto no solo en la fotografía sino en el cine, video, televisión, arte en imagen en general. Además de cuanto podemos elegir nosotros constantemente con nuestra pupila, el artista nos entrega su elección, aquello que él cree que nos debe transmitir. De ahí también su libre responsabilidad. Millares o millones de ojos ven esa elección del artista que – a su manera, al elegir – en esa cultura de la imagen, está diciendo, de algún modo, su última palabra».


Sí, realmente tenía razón Burke: toda imagen cuenta una historia.

(Pequeño apunte en la muerte de la fotógrafa estadounidense Eve Arnold )

(Imágenes:- 1.-Eve Arnold.-autorretrato en un espejo deformante.-Nueva York 1950.-Chris Beetles/ 2.–Eve Arnold.-Joan Crawford-1959/3.-Eve Arnold.-Richard Burton y Elizabelth Taylor en Shepperton.-Reino Unido.-1963.-foto Eve Arnold.-Magnun/4.-Eve Arnold.-Marlene Dietrich.- Magnum/ 5.-Eve Arnold.-pintor aficionado y dama de compañía Dora Grubb en la Real Academia de Artes de Londres.-1961.- Eve Arnold.-Magnum Photos/ 6.-Eve Arnold.- China 1979.-Eve Arnold.-Magnum Photos/7.-Eve Arnold en 1997.-foto de Jane Brown de El Observador)

BERTHE MORISOT

«Berthe Morisotla evocaba así Paul Valéry -vivía en sus ojos grandes, cuya extraordinaria atención a su función, a su acto continuo, le daba ese aire extranjero, apartado, y que apartaba. Extranjero, es decir, extraño. Era sencilla, pura, íntima y apasionadamente trabajadora, más bien reservada, pero con una reserva llena de elegancia. Con unas cuantas ideas trataré de aclararme un poco la naturaleza profunda de este pintor, que vivió en otro tiempo en figura de dama arreglada siempre con delicadeza, de rasgos notablemente marcados y un rostro claro y decidido, de expresión casi trágica, en el que a veces se formaba de los labios sólo una sonrisa tal que daba a los indiferentes lo que les correspondía y les mostraba lo que debían hacer».

Sentado también Renoir ante el marchante Ambroise Vollard hablaban los dos de Berthe Morisot y Renoir la recordaba: «¡ Una pintora de un temperamento tan pronunciado que va a nacer en el entorno más austeramente «burgués» que haya existido nunca y en una época en que un niño que quisiera pintar no estaba lejos de ser visto como la deshonra de la familia!. Y qué otra anomalía ver aparecer, en nuestra edad del realismo, a una pintora tan impregnada de la gracia y la delicadeza del siglo XVlll; en una palabra, el último artista elegante y «femenino» que ha habido desde Fragonard, por no hablar de ese algo «virginal» que madame Morisot poseía en tan alto grado en toda su pintura».

«Ya sabe – continuaba – que el primer profesor de madame Morisot fue Corot. Éste sentía por ella una gran amistad, pero una vez ella le preguntó el precio de una de sus telas, un Corot que hoy valdría unos doscientos mil francos:

-Para usted – le contestó él -, serán mil francos.

Imagínese la cara de los padres cuando la muchacha fue alegremente a anunciarles el «favor» que le hacía su maestro…

Otro detalle que le mostrará hasta qué punto Corot respetaba la naturaleza: un día que su alumna le llevó una copia que había hecho de él:

– Empiécelo otra vez – le dijo -: ¡en mi cuadro, la escalera tiene un peldaño menos que en su estudio!».

Así seguían hablando Renoir y Vollard como cuenta este último en sus conversaciones con Cézanne y Degas (Ariel). En varios de esos coloquios está presente Berthe Morisot, aquella mujer que fue pintada por Manet, que la hizo posar, con las piernas cruzadas, sobre una silla de taller, sosteniendo cerca de su cara un abanico español negro y abierto, cuyas varillas ocultaban susgestivamente todo menos la boca.

Se quejaba Berthe Morisot de las gentes que se arremolinaban a su alrededor cuando montaba el caballete para pintar al aire libre.

Así era la primera mujer impresionista, que nos visita ahora con una exposición.

delicadeza de sus colores,

esbozo de sus figuras abstraidas,

y Manet pintado por la propia Morisot.

(Imágenes_- 1.-Berthe Morisot.-por Manet/2.-Berthe Morisot-.en un parque.-1874/3.-Berthe Morisot.-la cuna.-1872,.colección madame Pontillon/4.-Berthe Morisot.-el espejo de cuerpo entero.-1876/5.-Berthe Morisot.-en el balcón.-1871/ 6.-/Berthe Morisot.-interior de una casa.-1886/7-Berthe Morisot.-flores blancas en un tazón.-1855.-Museo de Bellas Artes de Boston/8.- Berthe Morisot.- joven tejiendo.-1863.-Metroploitan Museum of Art/9.-Berthe Morisot.- Eduard Manet.-colección privada.-art-vallpaper. com)

DEGAS, DANZA, DIBUJO

Las tres DDegas Danza Dibujo – (Paul Valéry en el título de su texto sobre el pintor no las quiso separar con comas)  parece que bailaran y se mezclaran unas con otras representando de alguna forma uniones y trazos del gran impresionista francés. La Royal Academy of Arts de Londres nos lo acerca ahora en una exposición y podemos seguir atentamente evoluciones, pasos y movimientos. Es siempre Degas y el Ballet, o el Ballet y Degas, o Degas delante del Ballet, o el Ballet pintado por Degas. De los caballos de Degas hablé ya en Mi Siglo, y hace más tiempo aún de su ballet de medusas.


Me llaman el pintor de las bailarinas -confesaba Degas -. No comprenden que, para mí, la bailarina es un pretexto para pintar hermosas telas y representar el movimiento». Valéry, en sus «Piezas sobre arte» (La Balsa de la Medusa), separa de nuestros movimientos voluntarios ( los que tienen por fin una acción externa, es decir, alcanzar un objeto o lugar ) los otros movimientos, cuyas evoluciones no nos llevan a ningún objeto determinado. Y ahí se encuentra la Danza. Ahí van las tres D unidas en sus evoluciones y en sus ritmos – Degas Dibujando Danza; Dibujos de Danza de Degas –, a veces acompañadas por la música, «el universo de la Danza y de la Música tienen relaciones ímtimas que todos notamos – decía Valérysin que nadie sin embargo haya captado hasta ahora su mecanismo ni demostrado su necesidad. En los ballets se ven instantes de inmovilización del conjunto durante los cuales el grupo de ejecutantes ofrece a las miradas una decoración fija, mas no duradera, un sistema de cuerpos vivos limpiamente detenidos en sus actitudes y que da una singular imagen de inestabilidad.

En ese universo de la Danza – seguía diciendo Valèry el reposo no tiene lugar: la inmovilidad es cosa impuesta y forzada, estado de paso y casi de violencia, en tanto saltos, puntas, rotaciones vertiginosas son materia totalmente natural del ser y el hacer».

Y así vemos el movimiento del dibujo y cómo baila la Danza de la mano de Degas.

(Imágenes:- 1.-Degas:  bailarina posando para un fotógrafo.- Museo Pushkin de Bellas Artes de Moscú/ 2.- Degas.-bailarina.-Museo d`Orsay/ 3.-Degas: bailarinas vestidas de azul.- Museo Pushkin de Bellas Artes de Moscú)

RESIDENCIA DE ESTUDIANTES (1) : COLINA DE LOS CHOPOS

«Hay noticias en Madrid, por la España desconocida, que aparecen de pronto, apartando las telarañas del tiempo y haciendo luz –la puerta entreabierta– en la penumbra de una celda olvidada ante la cual quizá pasamos todos los días. España está llena de enterradas noticias, tiempos de tierra pisándolas, campos de novedad dormidos en el tiempo. Un día, la bocanada de aire en la página de un libro, el soplo de una conversación desempolva esa arena acumulada y nos muestra vivo, el hueso descarnado. He ahí, en las revueltas del Madrid gigantesco, el hueso de la Colina de los Chopos, patio de las adelfas bautizado por un gran poeta muerto.

¿Quién no ha subido la calle del Pinar, en la Castellana, alcanzando los altos del Hipódromo, y no ha entrado en el aire –hoy ahogado de casas– allí donde las fronteras lindaban con Levante en una gran parcela de terreno propiedad del conde de Maudes; al norte, solares de distintos propietarios, y a poniente, quedando cortada la línea de un canalillo para bajar en rápido desmonte, los jardines del entonces Palacio de Industria y descender de nuevo a la Castellana?

Pocos. Acaso muchos. Posiblemente, nuestros abuelos o nuestros padres. Ahora hemos ido nosotros. Como a un cementerio de recuerdos, el patio de las adelfas que Juan Ramón Jiménez plantara allí está, con sus tres grandes adelfas rojas y con su adelfa blanca, desierto, rumoroso de pájaros; esos cuatro anchos marcos de bojes traídos desde El Escorial, esos cuatro arbustos de hojas lanceoladas, coriáceas, persistentes, a veces venenosas: flores grandes de varios colores y fruto en folículo. Flores que crecen a orillas de los ríos y que pueden alcanzar cinco metros de altura. Aquí están. A orillas de ventanas, a la ribera de pisos bajos: en el claustro de arenas y de hojas, silenciosa y retirada meditación para crear versos.

Juan Ramón, García Lorca, Antonio Machado, Claudel, Paul Valéry, Max Jacob, Alfonso Reyes, Valle‑Inclán, Alberti, Pedro Salinas. Estos y muchos nombres más han paseado por aquí. Hoy no queda sino sentarme y escuchar. Es Alberti quien habla: Casi una celda, alegre, clara. Cuatro paredes blancas, desprovistas. A lo más, un dibujillo a línea de Dalí, recién fijado sobre la cama del residente de aquel cuarto. Porque estamos en la Residencia de Estudiantes, sobre los altos del Hipódromo madrileño. ¿Una celda?. Quizá más bien una pequeña jaula suspensa de dos adelfos rosados, abrazada de madreselvas piadoras, vigiladas por largos chopos tembladores, hundido el ancho pie en el Canalillo de Lozoya. Y todo al alcance de la mano: flor, árbol, cielo, agua, la serranía sola, azul, el Guadarrama ya sin nieve.

Todas con el cabello desparcido

lloraban una ninfa delicada…

Pausa. Dislocadora interrupción admirativa, la mil y una del que lee en voz alta las octavas reales del poema. (Y mientras, desde la ventana: dos gorriones estridentes atacándose, ocultos, sacudiendo el olor a enredadera que gatea por el muro; el jardinero espolvoreando de plata, hasta doblarlos, los rosales, y el “manso viento” siempre..)

cuya vida mostraba que había sido

antes de tiempo y casi flor cortada.

Silencio. Nuevo silencio apasionado, casi ahogada la voz de quien recita ahora, fuera los ojos de la página, más verde aún su baja morenez contra el blanco extendido de las almohadas.

Muy pocos años tendría entonces Federico García Lorca. Apenas veinticinco. Y, desde aquella tarde, la égloga del poeta de Toledo, oída al de Granada, se me fija por vez primera, estampada sobre aquel paisaje de Madrid, ya para toda la vida.

Ha terminado de escribir Rafael Alberti su paisaje. A mí no me queda sino levantarme de esta piedra donde estoy sentado y caminar. Que marche mi mirada hacia las lejanías del Guadarrama. Pero Madrid lo impide. Y la puerta que ha abierto la noticia parece entrecerrarse».

(José Julio Perlado .-«El artículo literario y periodístico.-Paisajes y personajes«.-páginas 156-157)

(Breve evocación a los cien años de la Residencia de Estudiantes: 1910-2010)

(Imagen:.-La Residencia de Estudiantes.-wikipedia)

GABRIELA MISTRAL Y LOS RECUERDOS

La aparición del libro «Gabriela Mistral. La niña errante» (Lumen) con el análisis de la correspondencia privada entre la poetisa chilena  y la estadounidense Doris Dana, poeta también y traductora, vuelve a evocarme la figura de aquella mujer sobre la que he escrito no hace mucho en la Revista Alenarte el siguiente artículo:

Lucía Godoy Alcayaga, nacida en Vicuña, provincia de Coquimbo, en 1889 y fallecida en Nueva York en 1957 – conocida mundialmente como Gabriela Mistral -, maestra en las escuelas rurales de su país, madre vocacional sin hijos, convocada por el ministro José Vasconcelos en 1922 en México para colaborar en la reforma de la enseñanza, fue galardonada con el Premio Nobel en1945.

El suicidio de un joven con quien compartió un breve idilio, el suicidio también, en 1942, de Stefan Zweig – con quien mantenía una profunda amistad –  y  asimismo el suicidio en 1943 de un sobrino de la poetisa parece que quisieran rondar de alguna forma los versos de este poema, “Interrogaciones”, obra de esta gran escritora chilena.

“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?

¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,

las lunas de los ojos albas y engrandecidas,

hacia un ancla invisible las manos orientadas?

¿O Tú llegas, después que los hombres se han ido

y les bajas el párpado sobre el ojo cegado

acomodas las vísceras sin dolor y sin  ruido

y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?”

El poema sigue. La fuerza de la poesía y de la vida continúan. Esos versos y otros muchos dejan las interrogaciones abiertas y las preguntas asomadas a cuestiones vitales, hondas cuestiones del vivir:

“Padre Nuestro que estás en los cielos,

¿por qué te has olvidado de mí?”

Te acordaste del fruto en Febrero,

al llagarse su pulpa rubí.

¡Llevo abierto también mi costado,

y no quieres mirar hacia mí!

(…)

Ahora suelto la mártir sandalia

y las trenzas pidiendo dormir.

Y, perdida en la noche, levanto

el clamor aprendido de Ti:

“Padre Nuestro que estás en los cielos,

¿por qué te  has olvidado de mí?”.

Desolación” (1922), “Ternura” (1925), “Tala” (1938), “Lagar” (1954) son algunos de sus grandes títulos. Unos preferirán la primera etapa de “Desolación”, otros se inclinarán por las composiciones más abstractas de “Tala”, pero en cualquier caso su poesía será  elogiada por Vicente Huidobro, Paul Valéry, Pedro Salinas, Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda. A lo largo de sus incontables viajes como diplomática y conferenciante conocerá a Romain Rolland, Giovanni Papini,  Henri Bergson, Unamuno o Madame Curie. Pero sobre todo se acercará a los niños, a las arenas, a las aguas, a la gruta y al árbol, a la menuda materia que le rodea en la vida y a la sombra de tantas criaturas que encuentra a su paso para elevarlas luego al paso del Creador.

Su ansia de maternidad le empujará a exclamar:

“¡Un hijo, un hijo, un hijo! Yo quise un hijo tuyo

y mío, allá en los días del éxtasis ardiente,

en los que que hasta mis huesos temblaron de tu arrullo

y un ancho resplandor creció sobre mi frente.

Decía: ¡Un hijo!, como el árbol conmovido

de primavera alarga sus yemas hacia el cielo…”

Se acercará también hasta el crepúsculo y  sobre él, y mirándolo fijamente, lanzará una visión audaz:

“Yo no le amo. Yo le odio su traición de pulpo blando que babea el noble poniente y se come la vida. Yo le odio el ojo sesgado de ladrona doméstica, cuando se va con mi día, que me era fiel y quería quedarse en mi cara: la maña callada con que me hace resbalar la luz que estaba tendida de mi rodilla a mi rodilla, como una gran mazorca luminosa”.

Es la potencia, la audacia, la ternura de una composición poética original,  voz a la orilla de la maternidad, voz en el quicio de la Naturaleza, voz contemplando cuanto admira e interrogando a la vez a toda extrañeza».

( Para una cronología de la autora puede visitarse la sección de la Biblioteca del Cervantes Virtual, en especial el artículo de Inmaculada García Guadalupe)

(Imágenes:Salvo la primera foto -perteneciente a Alenarterevistael resto son propiedad del Instituto Cervantes.)