“Esta sensación de seguridad — recordaba Stefan Zweig en sus “Memorias” tituladas “El mundo de ayer” hablando de Europa — era el bien más digno de ambicionarse para millones de hombres, el ideal de la vida en común. La vida sólo era considerada digna de vivirse si estaba basada en esta seguridad, y círculos cada vez más amplios reclamaban su parte de aquel tesoro. Al principio, sólo los pudientes disfrutaban de esta ventaja, pero poco a poco se adueñaron de ella las grandes masas. El siglo de la seguridad llegó a ser la época dorada del sistema de seguros.(…) En aquella conmovedora confianza en su capacidad de asegurar la vida hasta el último extremo contra todo asalto del destino, había, pese a toda la consistencia y la modestia de su concepto de la vida, una petulancia grande y peligrosa. Se miraba con desprecio a las épocas anteriores, con sus guerras, carestías y revueltas, como tiempos en que el mundo, simplemente, no estaba aún maduro ni suficientemente advertido. Ahora, en cambio, ya no era sino cuestión de unos decenios el superar definitivamente los últimos restos de maldad y violencia; y esta fe en el “progreso” ininterrumpido e irresistible tenía para aquellos tiempos, en realidad, la fuerza de una religión.”
En 1941 , desde Brasil, en un pequeño bungalow alquilado en Petrópolis, escribe Stefan Zweig estas líneas del libro que había comenzado en Londres un año antes para evocar la situación del mundo anterior. Son los meses en los que redacta su “Montaigne” y “Una partida de ajedrez”. El desarrollo de la guerra le sume en absoluto pesimismo. “Ante todo — le escribirá al novelista francés Jules Romains— es necesario encontrar el equilibrio y combatir la fatiga moral que me invade desde hace meses.” No conseguirá evadirse del pesimismo y su vida acabará, junto a la de su segunda mujer, en febrero de 1942.
Aunque el origen de las circunstancias que vivimos hoy sean muy distintas, ¿qué escribiría ahora un Stefan Zweig actual ante este “mundo de la seguridad” que se tambalea, ante la seguridad , tan aparentemente firme, en que los países vivían hasta hace pocos meses? “ Las comodidades — seguía evocando Zweig sobre su “mundo de ayer” — pasaban de las casas distinguidas a las burguesas. Los hombres se tornaron más bellos, más fuertes, más sanos desde que el deporte aceraba su cuerpo. Sociólogos y profesores competían en el afán de hacer más sano y hasta más feliz el modo de vivir del proletariado. Nuestros padres estaban firmemente poseídos por la confianza en la fuerza unificadora indefectible de la tolerancia y la conciliación (…) Aquel optimismo precipitado, a los que aprendimos con dolor se nos antoja trivial a la vista de una catástrofe que, con un solo golpe, nos ha hecho retroceder un milenio, dejando sin efecto todo humano esfuerzo (…) En toda mi vida nunca he probado la impotencia humana más cruelmente ante los acontecimientos mundiales.”
¿ Qué escribiría hoy sobre nuestro momento presente un nuevo Stefan Zweig?
(Imágenes—1- Andrea Kerstez/ 2- Alexis Perevoschikov/ 3-Enzo Sellerio)