¡Dios mío, si tuviésemos la opción
de leer en el libro del destino,
y ver del tiempo las revoluciones
allanando montañas y fundiendo
los continentes en el mar, cansados
de sólidas firmezas; y otras veces
ver el costero cinturón oceánico
holgado en las caderas de Neptuno;
ver cómo la ocasión se burla y cómo
llena el cambio la copa de Mudanza
con diversos licores!
Shakespeare: «Enrique lV, acto tercero, escena primera.
(Imagen: Marc Chagall: «El tiempo es un río sin orillas«)