Veo las estanterías de las librerías, paseo por las mesas de novedades, hojeo las páginas recien salidas de las editoriales y recuerdo aquellas palabras de Ionesco hablando de nuestra época y de todas las demás, del esfuerzo creador, de la simplicidad de los lenguajes:
«Para pertenecer a su época – escribía Ionesco en «Notas y contranotas» (Losada) – basta una presencia, una sinceridad ciega y, por eso mismo, clarividente: se pertenece (por el lenguaje) a ella o no se pertenece, casi naturalmente. Se tiene la impresión asimismo, que cuanto más se pertenece a su época más se pertenece a todas las epocas ( si se rompe la cáscara de la actualidad superficial). El esfuerzo de todo creador auténtico consiste en deshacerse de las escorias, de los clisés de un lenguaje agotado para recuperar un lenguaje simplificado, esencializado, renaciente, que pueda expresar las realidades nuevas y antiguas, presentes e inactuales, particulares y a la vez, universales.
Las obras de arte más jóvenes, las más nuevas se reconocen y hablan a todas las épocas. Sí, el rey Salomón es mi guía; y Job, ese contemporáneo de Beckett».