
Shakespeare, como mozo de carnicería, “ cada vez que mataba un ternero lo hacía con estilo grandioso y pronunciaba un discurso”. Así lo comenta John Aubrey en sus “ restos de un naufragio” — el naufragio perpetuo del tiempo — dentro de su libro “ Vidas breves de hombres ilustres”, que el editor italiano Roberto Calasso aplaude con fervor. No es fácil condensar una vida en la brevedad de un texto y Papini hizo un esfuerzo encomiable y quizás desigual y apasionado, como él lo era, en su “ Juicio universal”, mientras que Manganelli. en ficción, inventaba en “Centuria” una síntesis de existencias que podían resumir vidas enteras. Otras páginas sorprendentes son las de Marcel Schwob en sus “Vidas imaginarias” por las que sabemos curiosidades, como por ejemplo que “ el día de Waterloo Napoleón estaba enfermo, que Alejandro andaba ebrio cuando mató a Klitos, que la fístula de Luis XlV pudo influir en alguna de sus decisiones, para recordarnos también cómo Diógenes Laercio nos enseña que Aristóteles llevaba sobre el estómago un odre de aceite caliente.” Aubrey, a su vez, en este libro de “Vidas breves” , nos dice que Milton pronunciaba la r muy dura, que a Erasmo no le gustaba el pescado, aunque había nacido en una ciudad de pescadores ,y que en cuanto a Bacon ninguno de sus servidores habría osado presentarse ante él con botas que no fueran de cuero de España, pues sentía al instante el olor del cuero del becerro y le resultaba muy desagradable.
Aubrey, como dice Calasso, con su ojo y su oído, se sentía siempre alerta. De un modo irreflexivo, tumultuoso y voraz, pasó su vida tomando inagotables apuntes de los detalles y los rasgos notables de aquello que se cruzaba en su camino. Una especie de taquígrafo ambulante que nos acerca a rasgos y datos de múltiples existencias.
José Julio Perlado

(Imágenes- 1-personajes de las obras de Shakespeare/- anónimo/ 2- William Shakespeare)