
Voy en busca del amarillo, le dice Van Gogh a su hermano Theo y no se lo dice una vez sino varias veces, en muchas cartas, con un ansía y una esperanza segura de encontrarlo porque sabe que el amarillo está ahí, no hay más que despertarse temprano y echar a andar, los bártulos al hombro, los pinceles, la pipa y llevar los ojos bien abiertos porque el amarillo está en sus ojos, él no lo sabe, él cree que el amarillo está en el campo de trigo al atardecer, en la plana de la Grau, en el florero con girasoles, en el toldo exterior del café de noche, en el autorretrato de 1888, en su habitación en Arles, en la chaqueta del retrato de Armand Roulin, en la silla de su habitación, en la naturaleza muerta de dibujo, en el campo de cebada con segador al mediodía, en la barba de su autorretrato de 1889, en la carretera con ciprés bajo el cielo estrellado, en el florero con lirios, en el florero con rosas y anémonas, en el paisaje con cielo oscuro, en el campo de trigo con un vuelo de cuervos, y no es así. Los médicos lo anotarán.
El sale muy temprano en busca del amarillo y el amarillo lo lleva en los ojos.
José Julio Perlado
(Imagen — wikipedia)
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