
Una bella albina señora de Maryland me regaló la noche de Navidad, que es la de mi cumpleaños, una magnífica flor blanca y sin nombre, una flor que duraba, que vivía sólo una noche, aquella noche precisamente.
“¡Maldita sea usted!”, le dije. “¿Por qué no pensó usted , antes de arrancarla, en todo lo que tendría que hacer esta hermosa flor en esta hermosa noche única de su vida? Y yo, ahora, ¿ qué voy a hacer con ella sin saber nada de sus necesidades ni de sus caprichos?”
Puse la flor en el jardín. Por la mañana sólo encontré sobre la yerba una mancha de sangre seca.
Juan Ramón Jiménez- 1945
(Imagen- wikipedia)