
Esta pintura que ven ustedes aquí — empezó a decir el guía colocándose frente al numeroso grupo —es de Edward Hooper, artista americano del siglo XX, célebre especialmente, entre otras cosas, por su tratamiento de los interiores y de la luz. Aquí tienen ustedes, en este cuadro, la representación de un local nocturno americano, de los muchos que había hace años en América, en Nueva York o en cualquier ciudad del nordeste de Estados Unidos, (este cuadro se llama “Aves nocturnas”, data de 1942 y Hooper se inspiró para él en un restaurante de Greenvich Village) y nos presenta un amplio espacio que de algún modo yo les diría que nos está invitando a viajar, a viajar con nuestra propia mirada y a avanzar poco a poco con nuestros pasos por ese espacio para luego pasar al interior del local. En principio, nuestra mirada no se siente atraída por estas cuatro figuras que aparecen dentro del local tras el gran cristal —-ustedes las ven, esas cuatro figuras de la derecha situadas ahí — sino que lo que nos deslumbra, y enseguida nos atrae y adonde va rápidamente nuestro ojo, es hacia la parte izquierda del cuadro, ese amplio espacio todo verde que se desplaza a lo largo de la superficie del cristal y del suelo, esos distintos tonos verdes abiertos como en profundidad, como si fueran campos o superficies de pintura, unos más intensos y otros más suaves, que se amplían y amplían cada vez más, es decir, que lo que nos atrae en primer lugar en este cuadro es lo que hay fuera de ese local nocturno antes que lo que hay dentro. Edward Hooper lo quiso plantear así y así nuestro ojo es atraído. Nos fascina también de algún modo esa larga y gran ventana que hace transparente el interior del local y que ocupa gran parte del cuadro y después nos fijamos quizá en la forma de los taburetes rojos alineados junto al mostrador y luego en la luz amarilla que aparece al fondo, y al fin podemos detenernos en los cuatro personajes que están situados en la barra de esta cafetería, personajes que permanecen separados, e incluso podemos imaginar o intuir que quizás el camarero está manteniendo una conversación con uno de esos personajes sentado junto a la mujer de rojo.
Entonces, podíamos preguntarnos ante todo esto — continuó el guía mirando al grupo y a la vez señalando al cuadro—-, ¿qué tenemos aquí?, ¿qué significación tiene este cuadro? No hay nada violento en esta pintura, nada, a pesar de que varios comentaristas han querido ver alguna relación entre este cuadro y un relato corto de Hemingway, ”Los asesinos”, un relato que Hooper admiraba mucho. Cuando lo leyó en una revista señaló que, como en alguna de sus pinturas, allí se transmitía la sensación de que algo iba a suceder. Y aquí también puede suceder algo. Pero sobre todo lo que aquí observamos es una escena solitaria, aislada, fascinante, se ha dicho de ella que muestra una quietud de espera, un retrato quizá del vacío existencial que hay en nuestra época, cerca o lejos de una gran ciudad o de una atronadora carretera, un remanso en la noche bajo una luz especial, sin un ruido, sin un automóvil que aparezca en el cuadro, reflejado todo en un extraño silencio nocturno ¿ Cómo esos personajes han llegado hasta aquí?, ¿ quiénes son? Es como si contempláramos una singular pecera iluminada en el recinto de la noche, quizá ya de madrugada, eso no lo sabemos.

Otra cuestión, esta vez anecdótica, pero que acaso para algunos de ustedes les ilustre más sobre esta pintura es que el artista la comenzó en 1942, casado ya desde hacía tiempo con Josephine Nivison, su mujer y también su agente, que luego escribiría a lo largo de cuarenta años un revelador Diario en el que comentaría las maneras de ser de su marido, su forma de trabajar, y también gran parte de sus obras. La mujer de Hooper posó como modelo para esa mujer de rojo que ustedes están viendo acodada en el mostrador de la cafetería, así como Hooper también quiso retratarse en este cuadro. Vivían los dos una relación muchas veces tormentosa, pero gratificante y complementaria en el sentido del arte. Hoover dedicaba largas sesiones — semanas y meses — a pensar en los ángulos, en las diagonales y en las perspectivas de sus cuadros. Introvertido y melancólico, permanecía horas frente al lienzo en blanco antes de tomar el pincel. ”En el caso de ”Aves nocturnas”, dijo en una ocasión: “simplifiqué la composición e hice el restaurante más grande. Inconscientemente es probable que estuviese pintando la soledad de una gran ciudad.” En sus viajes por Europa había quedado deslumbrado por ”La ronda de noche”, de Rembrandt, ”es lo más poderoso que he visto”, declaró. Aquí, en esta pintura, como ustedes ven — añadió el guía— , nosotros, como espectadores, permanecemos excluidos. No hay puerta de acceso a este local. El gran cristal se extiende como una pantalla en una sala de cine. Marca una barrera a la que nosotros solo podemos asomarnos y adivinar, intuir. Estas narraciones pictóricas abiertas, típicas de Hooper, necesitan ser completadas por el espectador. Quizá por ello han tenido de algún modo su continuidad o su relación con el cine. Diversos directores de cine, sobre todo de “cine negro”, le han rendido homenaje.

Por si alguno de ustedes desea también más precisiones — añadió el guía extrayendo ahora un papel de su bolsillo — les leo las notas que la mujer de Hooper escribió a lápiz sobre esta pintura que vemos hoy: ”noche en interior brillante de restaurante barato. Elementos brillantes. Mostrador con banquetas circundantes. Luz en la parte posterior. Raya brillante de azulejos verdes cruzada en la curva de la esquina. Paredes claras en la parte de la cocina. Muchacho con gorra detrás del mostrador. Hombre de traje oscuro y sombrero gris acero, fumando. Otra figura oscura y siniestra a la izquierda. Paseo lateral verde claro. Casas de ladrillo al fondo. Fuera del local, verde oscuro. Algo de techo brillante dentro del local contra la oscuridad de la calle exterior”. Y nada más— concluyó el guía guardando de nuevo su papel y pasando a mi lado —. Espero que esto les haya interesado.
—¿ Siempre ha estado aquí esta pintura? — le pregunté al pasar.
—Sí, naturalmente— me dijo extrañado — Lleva años aquí.
José Julio Perlado
(del libro ”La mirada”) ( relato inédito)
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
(Imágenes—: 1. 2 y 3– Edward Hooper— “Aves nocturnas”— the Art Institute of Chicago)