
Cuantos más años vivo— decía Julio Caro Baroja— más aprecio los recuerdos de la niñez. No porque ésta fuera feliz, sino porque fue la época en que mi organismo recibió impresiones más fuertes y directas. La del famoso “trauma”. Todo era nuevo y sensacional para mi, como para cualquier otro niño. Desde el olor o el sabor hasta las ideas y conocimientos. Después se sabe más y acaso mejor. No estoy seguro. Pero lo que se sabe ya no tiene prestigio ni fuerza..Por eso también hay en el niño una especie de genialidad que falta en el hombre.
Es la suya una genialidad que no trasciende o que, a lo más, es comentada por los padres, abuelos y tíos cariñosos. Pero que existe.Nada más triste que ver a un compañero de infancia, que se movía como un animalito ágil, que tenía ideas chistosas u ocurrencias, que dejaba correr su fantasía de modo extraño, convertido en un pobre hombre preocupado por el dinero o los espectáculos deportivos. La edad viril es una edad mostrenca para la mayoría. La infancia siempre vale algo.
La adolescencia también. Porque es apasionada y turbulenta y porque está llena de contradicciones, de deseos insatisfechos o larvados, de proyectos sin posibilidad de realización, románticos, a veces locos.
¿Qué queda de todo después?
Aun en España ser niño es ser algo. También ser adolescente. Pero los jóvenes serios tienen que vivir obsesionados por el empleo y los que no son considerados formales están sin guía, como en otras partes. Siempre mientras se vive se piensa en el luego y también piensan por uno sus familiares: “¿Y luego?”, se repite.
Luego no se es nada: —- añade demasiado pesimista y amargo Caro Baroja—: es decir, se es director de banco, abogado,del Estado, notario o ministro, embajador, archipámpano. A esto se le llama llegar. El que no llega es empleado de correos, agente de seguros o policía. Lo mismo da. El hombre joven, el hombre maduro y el hombre viejo aquí y fuera de aquí también, son tres ruinas. No podría salvarles más que una gran energía individual y la mayoría no pueden poseerla.”

Saludos, Julio, es cierto, que lo mejor es la infancia. Esa etapa, es importante ante de entrar a la adolescencia. Mi infancia, tenía sus altas y sus bajas, pero en ese ciclo; los padres enfrentan diferentes situaciones. Las situaciones, son: económicas, religiosas o sociales. Aunque la infancia, es la forma de ir moldeándonos al estado de adultez y luego a la vejez. Me gusto esta entrada, al recordar mi infancia.
Juan
Muchas gracias por tus recuerdos y tus comentarios.