CARTAS POR LA VENTANA

Oscar Wilde escribía cartas en su casa de Chelsea, situada en Tite Street y como su brillantez le ocupaba tanto tiempo —comenta el británico Simon Garfield—, no se molestaba siquiera en enviarlas. En su lugar, colocaba el sello y tiraba la carta por la ventana. Sabía que algún viandante vería la carta, pensaría que se le habría caído a alguien y la echaría en el buzón más cercano. Jamás sabremos cuántas cartas no llegaron jamás al buzón y a su destinatario, pero podemos estar bastante seguros de que el método no hubiera sido eficaz o las cartas hubieran sido ignoradas por haber caído en un montón de estiércol, Wilde habría dejado de enviarlas así. Y hay muchas cartas de Wilde enviada desde Tite Street y desde otros lugares que lo han sobrevivido y han salido a subasta a precios accesibles. Esta historia — concluye Garfield— no tiene moraleja como tal, pero evoca una imagen de Londres en la última época victoriana: el tráfico de caballos sobre la calle empedrada, el bullicio, el estrépito y la charla de los londinenses y alguien, probablemente tocado de sombrero, que recoge una carta del suelo y hace lo que es de esperar, porque pasar por el buzón era parte de la rutina diaria.”

(Imagen— Albert Goodwin)