“Para escribir en el sentido más positivo del término, es decir para pasar un gran número de horas en un trabajo enorme del cual el resultado financiero es — lo menos que se puede decir de ello — muy incierto, hace falta razones ectraordinariamente importantes — recuerda el francés Michel Butor—. Escribir es una especie de locura. Si uno hace este trabajo es porque, gracias a la escritura, se intenta cambiar alguna cosa alrededor de uno mismo y dentro de uno mismo; y si se quiere justificar la publicación es porque uno advierte perfectamente que es necesario que los otros nos ayuden, que uno no llegará a solucionar eso por sí mismo. Al principio, en el escritor como en el pintor o el músico, existe un sentimiento de escándalo: se descubre la impresión de que las cosas no son como ellas deberían ser, que ellas no están siendo utilizadas como se debiera. El artista sufre particularmente ante esta situación y, de repente, se nota diferente respecto a la mayor parte de las gentes con las que se encuentra. Esta diferencia es realmente difícil de soportar. Existen dos maneras de suprimir la diferencia entre los otros y uno mismo. La primera, es suprimirse uno: puesto que uno no es como los otros y que uno se siente desgraciado entre ellos, es necesario desaparecer pura y simplemente. Uno puede llegar a ser como los otros: se les quiere curar, uno los acepta, se normaliza todo y el escritor que es uno en potencia desaparece. La segunda manera es tratar de resolver el problema de la diferencia precisamente al contrario, es decir, ensayar el transformar a los otros: a través de un cierto número de procedimientos y sabiendo de antemano que eso va a ser extremadamente largo y difícil , complejo, uno ensaya transformar a los demás. Es en este sentido como si el loco quisiera curar a los cuerdos.”
(Imágenes— 1-Gustave Geffroy- por Paul Cézanne/ 2-María Gato- Virginia Milles gallerie – artnet)