
«Llegué a París como empujado por el destino. Afluían a mi boca palabras llegadas del corazón, y casi me ahogaba. Tartamudeaba. Las palabras pugnaban por salir al exterior, ansiosas de iluminarse con la luz de París, de engalanarse con ella. Llegué con los pensamientos y los sueños que no pueden tenerse más que a los veinte años, pero quizá esos sueños se han parado en mí para mucho más tiempo».
Así evocaba Chagall su vida y la rememoraba en 1943 en una conferencia que hacía revivir su pasado.»Normalmente, podría decirse – continuaba – que nadie va a París con el equipaje ya hecho. Se va allí deslastrado, para estudiar, y se regresa con el equipaje algunas veces. Ciertamente, yo podía expresarme en mi ciudad lejana y en el círculo de mis amigos, pero aspiraba a ver por mis propios ojos aquello de que había oído hablar tan lejanamente: esta revolución de lo visual, esta rotación de colores, que espontáneamente se funden uno con otro en un chorro de líneas pensadas, cual quería Cézanne, o en dominio libre, com lo ha mostrado Matisse. Esto es lo que no se veia en mi pueblo. El sol del arte no brillaba entonces sino en París, y me parecía y me sigue pareciendo que no hay mayor revolución de lo visual que la que encontré en 1910 al llegar a París».
«Los paisajes y las figuras de Cézanne, Manet, Monet, Seurat, Renoir, Van Gogh, el fauvismo de Matisse y de tantos otros me dejaron estupefacto. Me trajeron como un fenómeno de la naturaleza. Lejos de mi país natal, sus cercados se perfilaban en mi imaginación sobre el fondo de sus casas. Yo no veía allí ninguno de los colores de Renoir, sino dos o tres manchas sombrías. Y al lado de ellas se hubiera podido vivir una vida sin la esperanza de encontrar este lenguaje artístico libertado que debe respirar por sí mismo, como respira un hombre».
«No frecuenté en París ni academias, ni profesores. Los encontraba en la propia ciudad a cada paso, por doquier».
«Eran los tenderos del mercado, los mozos de café, los porteros, los campesinos, los obreros».
«En torno a ellos planeaba esta sorprendente «luz-libertad» que no he visto en ninguna otra parte».
«Y esta luz pasaba fácilmente por las telas de los grandes maestros franceses y renacía en el arte».
«Yo no podía por menos de pensar que esta «luz-libertad» sola más luminosa que todas las fuentes de luz artificial puede hacer nacer semejantes cuadros relucientes en los que las revoluciones de la técnica son tan naturales como la lengua, el gesto y el trabajo de los que pasan por la calle».
Luminoso Chagall. Maritain dijo de él en «Fronteras de la poesía» que » cada composición suya – verdadera descarga de poesía, misterio en la más sana claridad – tiene a la vez un realismo y un espiritualismo intenso. Le ocurre con sus juguetes, que los abre para ver qué tienen dentro. Y eso porque los ama. Sabe que en el cerebro de la vaca está sentada la granjerita, sabe que el mundo naufraga alrededor de los amantes, bucólico y desastroso. Se ha ganado la amistad de la creación, y pasea sus parejas por el cielo con el asentimiento de las aldeas. Uno se pregunta qué ciencia, segurísima y casi dolorosa de perspicacia, le permite ser tan fiel a la vida en tan completa libertad. No cabe engaño sobre el amor de las cosas, de los animales, de la realidad total, – amor demasiado nostálgico para ser panteista -, que anima y alimenta semejante ciencia».
(Pequeña evocación sobre Chagall cuando se acaba de inaugurar una nueva exposición sobre su obra en Madrid)
(Imágenes.- 1.-Chagall: «El violinista».-1912-1913/ 2.-Marc Chagall.-1934.-por Horacio Coppola/ 3.-Chagall: París a través de la ventana.-1913.-Mueso Solomon R Gugenheim/ 4.-Chagall: sobrevolando Vitebsk/ 5.-Chagall en su estudio/6.-La Virgen de la Aldea.-1938-1942/ 7.-Marc Chagall yBella.- París 1933.- foto André Kertész/ 8.- «Soledad».-1933.-Museo de Arte de Tel Aviv.-regalo del artista.-1953/ 9.-Marc Chagall en 1965.-foto Yousuf Karsh)