«He tenido la suerte – ha confesado Sergio Pitol – de poder traducir a muchos autores y lo que he aprendido de ellos es impagable. Pocas actividades son tan fértiles para el escritor como la traducción. Traducir permite ingresar en los rincones más ocultos de una obra, desarmarla para contemplar, después, cómo toma forma ante nuestros ojos. Pocas experiencias me han servido tanto como traducir ese portento formal que es «El buen soldado» de Ford Madox Ford. Traducirlo fue poder desenmarañar esa confusa red de secretos, chismes, mentiras y verdades a medias que tejen su trama. Salí de esa experiencia transformado, con el ánimo y la energía, hasta entonces desconocidas, para comenzar a escribir novelas».
De la traducción y de sus cualidades he hablado más de una vez en Mi Siglo comentando palabras de Miguel Sáenz, gran traductor de grandes autores. En el mismo libro en el que Pitol alaba los beneficios de la traducción – «Mil bosques en una bellota» (Duomo/ Perímetro) y en el que diversos escritores seleccionan las páginas predilectas de su obra -, Javier Marías declara que «si tuviera una escuela de escritura, que no sería el caso, pero si la tuviera, sólo aceptaría a alumnos que dominaran al menos dos idiomas, y los pondría a traducir. Porque resulta que no sólo eres un lector privilegiado, sino también un escritor privilegiado si eres capaz de renunciar a tu propio estilo, en caso de tenerlo, y si puedes adoptar el estilo de otro – el cual siempre es mucho mejor que tú, al menos si traduces clásicos -, y eres capaz de reescribirlo en tu idioma de un modo aceptable, mejo aún de manera espléndida, afinas tus instrumentos y después escribes muchísimo mejor».
«Afinar los instrumentos». La traducción es una de las maneras de afinarlos adentrándose en la calidad de los textos. Otro distinto aprendizaje – y también muchas veces practicado – es el de la lectura y la memoria. Cuenta George Steiner que cuando estaba escribiendo «Presencias reales« tomó la costumbre de empezar leyendo una página de Coleridge. «Me ha hecho gran efecto – dice. Me produce la impresión de una música del pensamiento que está mucho más allá de mi alcance. En alemán con frecuencia es un poema; en italiano son muy pocos los días en que no leo un poco de Dante. Me acompaña constantemente, constantemente».
Como los copistas se acercan a sublimes voces procurando encontrar su propia voz, así algunos escritores avanzan por la selva de las lenguas y otros escuchan – antes de comenzar- el tono de muchos de sus antepasados.
(Imágenes.-1.-Paul Cézanne.-retrato de Gustave Geffroy.-Museo D`Orsay/ 2.-Man Ray.- autorretrato.-1900/ 3.- Thomas Pole.-Bristol.-1805-1806.-in the library.-Bridgeman Art Library.-Bristol City Museum and Art Gallery)
Hermosa y reflexiva entrada. Hace que sienta cada vez más la necesidad de guarecerme, apostar por el nido, la traducción como brida a la escritura, o/y la lectura como traducción atenta. Esa parada médica, donde es el libro el que lee en el interior de uno y sana…
Abrazos J.Julio.
Daniel,
adentrarse en la lengua de los grandes autores nos lleva a conocerlos mejor y a enriquecer nuestras posibilidades: ver cómo han conseguido aciertos expresivos que hasta entonces nunca habríamos soñado.
Muchas gracias por tu comentario.