“MÉTODOS DE DELIRIO”

 

 

“Cuando se le preguntaba a Marguerite Yourcenar a qué llamaba ella “métodos de delirio” a la hora de escribir, contestaba que eso era igual a métodos de contemplación. “Los  empleo siempre —decía—. Cuando digo delirio, hablo de lo exterior. Para el público es un delirio; para el que se dedica a ellos es la cumbre de la sabiduría. En primer lugar, ser novelista consiste, por supuesto, en dejarse acaparar por un personaje, pero consiste también en hacer un silencio total de ideas, en eliminar todo lo adquirido, en hacer tabla rasa con todo. Esto parece tan opuesto al pensamiento, a la manera de vivir, de escribir, de conversar, donde siempre fabulamos tanto con nuestras ideas, que es extremadamente difícil explicarlo. En esos delirios de que hablo, no se fabula en absoluto. En la contemplación  tampoco: se elimina por completo, lo cual es muy diferente, para llegar a un cierto nivel de serenidad en el que las cosas se reflejan como en un mar calmo.

Lo que siempre se recomienda, y es súmamente difícil alcanzar, es lo que los sabios hindúes llamaban “la atención”, una atención que elimina los tres cuartos, los nueve décimos de lo que se cree pensar, cuando en realidad no se piensa: se ensamblan fragmentos de ideas que ya están allí. Lo que tiene que hacer uno es fijar un punto que no se abandona, que no se deja ni un minuto. Es muy difícil realizarlo: hay toda clase de astucias, distintas maneras de llegar a ese estado. Los  considero absolutamente esenciales. Además , no se debe confundir la meditación con el sueño. La meditación es una actividad diurna. De noche se duerme, o bien se tienen o se sufren sueños.”

 

 

(Imágenes —1 – Marguerite Yournenar/ 2- Jessie Wilcox Smith)

EL POETA MUDO

 

 

“Habla Félix de Azúa en su “Diccionario  de las artes”  de un poeta  mudo : “Una de las dificultades —dice —que más frecuentemente nos enfrentan a unos especialistas con otros es que los máximos ejemplos de Silencio son incomunicables y, por lo tanto, no pueden discutirse. El más admirable que yo conozco y que en tantos congresos me he visto obligado a retirar por la oposición de algún colega es el de D. M. (siendo un héroe del silencio su nombre, evidentemente, no puede divulgarse) , para mí el más sobresaliente  poeta mudo de Barcelona. A los catorce años de edad, antes de haber escrito una sola línea, ya había alcanzado la concepción suprema y era consciente de que no hay Obra de Arte superior al Silencio. Desde entonces llevó una vida gris y disimulada: cuantos le veían le tomaban por un burócrata de la Generalidad catalana , con afición al balompié. Pero bajo ese disfraz se ocultaba el más potente de los Silencios que callan en este siglo. Obsérvese que estamos hablando de una creación, la de D. M., no sólo en catalán y castellano, sino en todas las lenguas del globo, ya que su silencio es políglota.”

(Imagen —Herbert Bayer)

“AL FARO” DE VIRGINA WOOLF

 

 

“Cuando uno lee “Al faro”, la novela de Virginia Woolf , se descubre  en ella lo que la escritora inglesa llamaba el”método de los túneles”, algo parecido a unas galerías subterráneas  del relato por donde  voces y conciencias discurren entremezclándose  para contar — según Virginia —“ las cosas que la gente calla.”  Para algunos lectores este libro  seguramente no aportará demasiado  ya que siempre , y eso es muy legítimo, aspiran  a descubrir  en una obra una acción exterior,  unos movimientos  concretos y palpables que desencadenen una historia. Para otros, en cambio, leer o releer este libro  — publicado en 1927 —será una revelación. Puesto que la acción exterior aquí apenas existe, está diluida; aquí casi todo es esencialmente interior y los movimientos son casi impalpables y  responden especialmente  a pensamientos, deseos, cavilaciones y esperanzas parecidos  a los que tenemos  todos los mortales: movimientos interiores que  poseen la misma fuerza que cualquier acción externa. ¿ Hay más vida en nuestros actos externos  o en nuestros pensamientos?

 

 

Virginia Woolf, cuando comenzó el libro en agosto de 1925,  venía de una “enfermedad creadora”, lo que ella llamó en un ensayo la “cualidad mística” que la enfermedad confiere al lenguaje literario. Redactó la primera parte ( unas veintidós páginas ) “en un ataque muy rápido y vigoroso”, como confesaría  en su “Diario”. Otras partes del libro le causaron  bastantes dudas, vacilaciones y gran trabajo.  Alecciona  ver toda la “carpintería” que precede a su  redacción, todas sus notas,  el dibujo preciso de las situaciones  para luego  ponerse a escribir con fluidez. Parecería leyendo “Al faro” que todo es fluidez y no es así. Cuando ella dice en una de sus Cartas   “el estilo es una cosa muy sencilla, no es más que ritmo. Se trata de algo muy profundo, mucho más arraigado que las palabras, una imagen, una sensación , crea una onda  en el pensamiento mucho antes que esa onda ha de transportar, y al escribir se hace preciso evocar esto y aplicarlo, y es después,   mientras la onda fluye y refluye en la cabeza, cuando surgen las palabras justas”, no quiere decir que todo sea facilidad. Tuvo que hacer una revisión del texto, metódica y tenaz , que le llevó muchos meses. Y se abrió a todas las interpretaciones de los lectores. “No quise darle “Al faro” ningún significado —le decía al crítico Roger Fry —. Se necesitaba  un eje central que vertebrada el diseño del libro. Me di cuenta  de que en torno a este eje se acumularían todo tipo de sentimientos, pero me negué a planteármelos y confié en que los lectores los convertirían en el depósito de sus propias emociones, puesto que cada quien lo interpreta de un modo distinto”.

”¿Cuál es mi posición – escribía en su “Diario” —respecto a lo que es interior y exterior?.Si pudiera atrapar el sentimiento, lo haría: el sentimiento del canto del mundo real mientras una es expulsada del mundo habitable por la soledad y el silencio. Si nunca sintiera estas tensiones extraordinariamente omnipresentes  — de desasosiego, o sosiego, o felicidad , o incomodidad — (decía en octubre de1929), flotaría y caería en la conformidad. Aquí hay algo con lo que luchar: cuando me despierto temprano me digo a mí misma: lucha, lucha.”

José Julio Perlado

 

 

 

(Imágenes —1- Foto Gisele Freund/ 2- Tullio Pericoli / 3- foto de Gisele Freund  – mesa de trabajo en el jardín de Virginia Woolf)

FORMAS BREVÍSIMAS

 

 

 

“Soy optimista acerca del futuro del pesimismo”  (Jean Rostand)

”Escribir verso libre es como jugar al tenis sin red” (Robert Frost)

”Me gustó mucho la película “El tranvía llama dos veces” (Mario Benedetti)

”No hay que mirar atrás,  cuando uno sale” ( precepto pitagórico)

”No siento nada, salvo una ligera dificultad para seguir viviendo” (Fontenelle, al morir, a los cien años)

”La rosa nos dice que la perfección es posible “ ( una profesora de castellano)

”Lo escrito con facilidad suele ser difícil de leer”  (Sheridan)

”En el mundo hay que ser demasiado bueno, para serlo bastante” (Marivaux)

”No escribo para cualquiera, sino para los amigos”  (Horacio)

”Feliz quien pudo conocer las causas de las cosas”  (Virgilio)

”Recibí su libro .Desde que lo abrí hasta que lo cerré he reído sin parar. Lamentablemente  no pude leerlo” (de Groucho Marx a un humorista )

 

 

(Frases recogidas  por Bioy Casares en  “De jardines ajenos”)

(”Imágenes— 1- Sigmar Polke/ 2-Graham Mileson’)

VIEJO MADRID (89) : EL MUSEO Y EL AIRE

 


 

“A Madrid se llegaba, sobre todo, por la estación de Atocha ( y por la estación del Norte, por supuesto, lo que sucedía es que esa porción del mundo —el norte —no existía para mí )—recordaba Ramón Gaya —. También se llegaba por carretera, a pie, o montado en un carro, o en burro. No en automóvil. Todos aquellos que habíamos nacido en provincias acudíamos a Madrid  como moscas sin saber muy claramente por qué ni para qué.

 

 

 

 

En enero de 1928, casi un niño todavía, entraba yo temblando, sin respiración, sin aliento, en el museo de más…”sustancia pictórica” que existe. Nada más entrar en las salas de Velázquez me pareció sentir en las mejillas, en las sienes, en los párpados, el roce de un aire frío, como el que sintiera el día anterior en la calle. Era un frío limpio, de roca viva, no subterráneo, como  el de  Paris, por ejemplo; el frío de Paris es de sótano, de rata mojada, de alcantarilla . Madrid, a pesar de sus barrios pobres, de sus mendigos, de sus traperos, de sus basureros, no nos parecerá jamás un algo sin redención, pues todo se diría poder salvarse, elevarse, gracias a ese frío tan puro, tan desnudo, del aire de la sierra.

 

 

Pero eso tan  incorpóreo, tan delgado, es muy difícil de ver, de comprender;  sin la vigorosa ayuda de Velázquez era muy difícil caer, sin más , en el gracioso laberinto de lo castizo. Recuerdo  que venía de contemplar  en Goya algo mucho más visible: el madrileñismo, un madrileñismo que es cierto y verdadero, pero no esencial. El madrileñismo no es Madrid, sino, a lo sumo, su marco, el marco que lo estiliza, que lo caracteriza, que lo facilita, pero el carácter no es nunca la esencia de nada. La esencia de Madrid es el aire.

 

 

Y sólo el gran sevillano — la sensibilidad  más firme, más invulnerable que ha existido — podía darnos esos retratos de caza suyos.  Porque Velázquez nunca se dejó deslumbrar —equivocar — por esa primera corteza que tienen las cosas todas del mundo, sino que su mirada llegó hasta el centro mismo de la vida. Por eso en su retrato de Madrid no hay nada sino aire, un aire azulado, aristocrático, de altura. Velázquez comprendió  y nos hizo comprender que Madrid es el Guadarrama.  Existe, además, lo madrileño, o sea, un estilo; Madrid tiene, claro está, una figura, una figura garbosa, popular, muy elaborada: Goya y Galdós —acaso también Ramón —son, quizá , sus más grandes pintores. La verdad es que me gustan mucho esos retratos, pero siempre volveré al del  “Niño de Vallecas”; allí, en un rincón , asoman unas cuantas  manchas que no llegan a decidirse en árboles, montañas o nubes, es decir, que no son paisaje, sino aire solo, un aire vívido, un aire que no es de ciudad, sino de campo, un aire que le llega a Madrid por la plaza de Oriente y se abre paso Arenal arriba.”

 

 

(Imágenes —1-el bobo de Coria/ 2- perro en “Las Meninas” /3- Pablo de Valladolid/ 4/el niño de Vallecas / 5- don Diego de Acedo, el Primo)

CANCIONES ESPAÑOLAS (6) : EL PRISIONERO

 

 

“Mes de mayo, mes de mayo,

cuando canta el ruiseñor,

cuando los enamorados

van a servir al amor,

¡Ay! de mí, triste, cuitado,

que vivo en negra prisión

sin saber cuándo es de día

ni cuándo las noches son

sino por una avecilla

que alegre canta al albor:

matómela un ballestero;

¡dėle Dios mal galardón!”

”Cuarenta canciones españolas- Eduardo M Torner- Residencia de Estudiantes – Madrid- 1924)

(Imagen —Indra Grusaite)

EN TORNO A LA CAZA

 

“Hoy día, al desarrollarse este deporte de la caza —decía Delibes—,  adopta dos direcciones distintas. La caza-caza, en la que uno se lo guisa y se lo come, y la caza que, para simplificar, podríamos llamar aristocrática, de la batida o del ojeo, es decir, cuando hay una cuadrilla de servidores que empujan las perdices hacia las escopetas que aguardan debidamente camufladas.

Esto, a pesar de que la precisión del disparo es meritoria, no es caza. No pasa de ser un juego más o menos distraído de pin-pan-pum… Los señores cobran grandes ramos de perdices y luego se retratan con ellas y lo celebran con un whisky.

Estas son, para entendernos más que cacerías de piezas, cacerías de cargos, de negocios o de amigos. Si uno observa a los participantes de uno de estos festejos pirotécnicos, se dará cuenta de que, de manera automática,  se produce una relación de causa a efecto entre las perdices y una serie de asuntos políticos, económicos, diplomáticos, que nada tienen que ver con ellas. Pero lo peor de estas cacerías, propias de los grandes cotos, es el mal ejemplo. La democratización de costumbres ha llevado a los hombres del pueblo a imitar a los prohombres y a ejercitar este tiro sin sorpresa y sin esfuerzo que es el ojeo o la batida. De manera que hoy en nuestros pueblos y en los terrenos lo que se da con frecuencia es el caso de tres o cuatro escopetas que se sirven de sus hijos para que les arrimen las perdices y ellos matarlas sin sudarlas y, si se tercia, a calzón quieto.”

 

 

(Imágenes—1- Isaac Levitan /2- dibujo de Francisco Padilla Ortiz – La Ilustración Española y Americana- 1881)

VIAJES POR EL MUNDO (29) : EL GANGES

 

 

“No hay nada tan impresionante —escribe Somerset Maugham —como navegar por el Ganges por la tarde, poco antes de la puesta del sol. Produce una viva emoción ver la ciudad con los dos minaretes de su mezquita destacándose sobre el cielo pálido. Una maravillosa sensación de paz cae sobre el alma. Reina un gran silencio.

Luego, por la mañana, antes de que salga el sol, se deambula por la ciudad de Benarés, las tiendas están todavía cerradas y los hombres, envueltos en mantas, duermen sobre el suelo; un grupo de gente se dirige hacia el río, llevando grandes peroles de cobre para buscar el agua sagrada de sus prescritos baños. Se toma una casa flotante tripulada por tres hombres y se sigue río abajo. Hace frío por la mañana. Los “ghats” están sumamente poblados. Uno de ellos, no sé por qué, está atestado de gente.  El tramo de las escaleras y la orilla del agua forman un espectáculo extraordinario. Los bañistas toman de diferentes maneras su baño ritual. Para algunos muchachos es una diversión; se zambullen de cabeza, salen y vuelven a zambullirse. Para otros es una ceremonia que debe realizarse lo más rápidamente posible, y se les ve efectuar los ademanes de ritual precipitadamente y mascullar sus plegarias. Otros lo toman solemnemente. Se inclinan ante el sol naciente con los brazos en alto y recitan sus plegarias con fervor. Después, terminando el baño, un poco de conversación con los amigos y es de suponer que las ocupaciones cotidianas dan lugar a alguna noticia importante o chismorreo. Otros se sientan con las piernas cruzadas en meditación. La inmovilidad que guardan algunos de ellos es impresionante; parece que en aquella escalera estén sentados en el templo de la soledad. Vi un hombre cuyo rostro estaba pintado con grandes círculos de ceniza blanca alrededor de sus ojos, una mancha en la frente y dos en las mejillas, de manera que daba la impresión de llevar una máscara. Muchos de los bañistas, una vez tomado su baño, pulían y rascaban los grandes peroles de cobre con los cuales se llevarían a sus casas el agua purificadora.

 


Es un espectáculo conmovedor y maravillosamente impresionante; el ruido, la animación, ese constante ir y venir dan una sensación de activa vitalidad; y las figuras inmóviles de los hombres en contemplación parecen, por contraste, más silenciosas, más inmóviles, más alejadas de toda relación humana.

El sol se levanta aún más en el cielo y la luz grisácea que antes bañaba la escena se vuelve dorada, y el color la viste de un resplandor multicolor.”

 

 

(Imágenes —1- Benarés y el Ganges/ 2- el Ganges al atardecer/ 3- río Ganges)

LA VOZ DE LA CARICATURA

 


“La caricatura  fue, sobre todo, llamada a la humildad  —le hace decir el italiano Giovanni Papini al dibujante Daumier en su “Juicio universal” —. El hombre era desconocido para sí mismo. Cada uno tenía para su persona y para su alma una indulgencia que nacía del orgullo y lo agigantaba . Quise descubrir con la crueldad del dibujo al innoble, al sátiro, al déspota , al egoísta, al tartufo, ante ellos mismos, para que, al fin, se conocieran. Bastaba acentuar levemente algunos rasgos para mostrarle a cada uno su verdadero rostro, es decir, su verdadera alma.

 

 

Quise entonces que el lápiz, la pluma, el buril se hiciesen en mi mano armas para el restablecimiento  de la justicia. No esperaba cambiar los humanos destinos, pero pude, por lo menos, hacer reír ante los hocicos de fiera y las barrigas porcinas de los amos del pueblo. Toda mi arte fue la guerra de los escuálidos contra los hartos, de los débiles contra los poderosos , de los despellejados contra los desolladores.

 

 


No tenía que recurrir a la deformación  pictórica para hacer patente la deformidad espiritual de mis modelos.  Bastaba un leve golpe del pulgar, una línea un poco más decidida , una sombra un poco más densa.

 

 

 

(Imágenes—  1- caricatura de Daumier- oldbook ilustrations/ 2- thearteoff/ 3-punto crítico derechos humanos/ 4- caricatura de Daumier-oldbookilustrstion)

VENDER DESCRIPCIONES

 

 

“Según “Le Fígaro”, existe en París un literato que, desesperando de los obstáculos que encuentra para alcanzar la celebridad pero decidido, sin embargo, a vivir de su pluma pues no conoce otra herramienta —así lo va anotando Bioy Casares en su cuaderno de apuntes —, ha descubierto el oficio de “hacer descripciones”. Sucede que muchos autores tienen en carpeta novelas con una sobra de acción, pero la escuela moderna y aún los libreros exigen descripciones, largas descripciones que esos autores no saben escribir. Entonces los escritores , y también los editores, se dirigen al literato de marras — discreción garantizada — en demanda, mediante cientos de francos al contado, de descripciones de París matinal; París nocturno; París a vuelo de pájaro; los alrededores de las fortificaciones; la fiesta de Saint Cloud ; bastidores de saltimbanquis, etc. Todos estos artículos se pagan a altos precios. Pero el mismo autor tiene descripciones más baratas, como las de hogares pobres, las de castillos en que se pasa una vida modesta, y otras más.”

 

 

 

(Imágenes—1- Johnathan  Wolstenholme/ 2- Willy Ronis)

VIEJO MADRID (88) : CALLE DE VENTURA RODRÍGUEZ

 

 

“Madrid empezó para mí en la calle de Ventura Rodríguez —recordaba Gonzalo Menéndez Pidal —. Eran tiempos en que las casas tenían: bajo, entresuelo, principal, primero, segundo…pues en ese segundo vivía mi familia. Aquella calle guarda para mí rasgos memorables; poco más abajo estaba el museo Cerralbo, de ese museo me era bien conocida su fachada, pero, como es natural, tardé muchos años en conocer su interior, y aún más en valorar aquellas colecciones que hoy todavía sigo descubriendo. Desde esa Ventura Rodríguez empecé a ir a la escuela en la calle del Obelisco (…)  era continuo el cruzarse entonces, en todas partes y a todas horas, con barrenderos que juntamente con el riego de los mangueros mantenían las calles madrileñas bien limpias; también era personaje de todos los días el farolero que, al atardecer, iba encendiendo los mecheros de gas. Alguna vez en la calle de Eloy Gonzalo pude ver parado un coche sin capota, y subido en él, un auténtico sacamuelas; cuando llegaba el momento en que gatillo en mano le hacía abrir la boca a su víctima, al pie del coche rompía a sonar una estrepitosa charanga, buena anestesia al menos para los mironcillos que estábamos en la acera.

El tranvía, aunque había trayectos de 5 céntimos, me era prácticamente desconocido. Luego vino la bicicleta y el estimar las calles con un nuevo criterio: la de Ventura Rodríguez fue tal vez la primera en que, a modo de ensayo, los adoquines se rejuntaron con cemento, pero pasada Princesa y antes de llegar a Conde Duque, había un tramo demoníaco para mi bicicleta, estaba engorronado con pedernal; en compensación, otras muchas calles por las que tenía que pasar eran de tierra, o cuando más de grava o de guijo.

La circulación callejera era por entonces más o menos por la izquierda, en verdad escasa y un tanto anárquica; pero llegó el día en que decidieron que tranvías, automóviles, coches de caballos, carros con sus mulas y carretas con sus bueyes, circulasen en las calles por la derecha; la cosa se hizo sin trauma. En la vieja carretera de Chamartín, que ahora lleva el pomposo nombre de Avenida de La Habana, hubo una casilla de peón camionero. Un conocido general paseaba a menudo a caballo por aquellos descampados, y se paraba a hablar con Apolonio Morales, el peón camionero, y un día dijo: “ Mi general, ¿ ve usted cómo he arreglado este lado de la casilla? , ¿ a que parece una calle? ¿Por qué no hace que le pongan mi nombre?” Y Madrid creció y surgieron casas y más casas en aquellos andurriales, y se abrieron calles, y se vio en el Ayuntamiento que allí figuraba una con el nombre de nuestro peón caminero.”

 

Museo Cerralbo / Cerralbo Museum (Madrid, Spain/España)

 

(Imágenes —1- metro de Ventura Rodríguez/ 2- museo Cerralbo)

HISAE Y LA LACA JAPONESA

 

 

“Leía  Hisae por aquel tiempo  el Diario de Dama Sarashina, la célebre escritora muerta en 1057 que había revelado sus sueños y ensoñaciones : ¡Con qué gusto le mostraría a alguien/ — decía Sarashina —esta luna de un alba que pone fin / a la noche de otoño de una aldea de montaña!”. La luna acompañaba siempre a Hisae. Compartía alguno de aquellos poemas con amigas suyas que había ido encontrando por la ciudad y con las que a veces se citaba para hablar de jardines o de concursos de poesía. Una de ellas, Mitsuyo Ogawa, había sido alumna del gran poeta Sôgi, un maestro de los denominados “poemas en cadena”, en los que unos y otros se completaban e interrumpían, e incluso había asistido a sesiones líricas en Minase, cerca de Kioto, donde se congregaban aquellos poetas, y ahora, en las reuniones femeninas, imitaba perfectamente la voz de Sôgi y declamaba muy despacio:la cima está aún nevada/ la base de la montaña se cubre de niebla al anochecer”. Eran tardes íntimas e inolvidables. Pero quizás lo que más fascinaba de aquellas tardes y lo que más atraía a Hisae era poder disfrutar de las maravillosas habitaciones aún muy bien conservadas en la casa de otra de sus amigas, Yôko Wataya, viuda del arquitecto Nishishita Keita, y que estaba situada en las afueras de la ciudad. Recuerdo siempre aquella gran casaescribiría luego Hisae en sus “Memorias” — porque ya desde la entrada destacaba un vaso especial de bronce recubierto de finas planchas de laca donde figuraban escenas campestres. Yo me lo quedaba siempre mirando al pasar, asombrada por su belleza, y luego volvía a pensar en él cuando, sentadas ya todas las amigas para tomar el “sake”, Yôko nos lo servía en su juego de tazas lacadas en rojo, y era entonces cuando mi imaginación se desbordabaEs como si saliera de la habitación. Porque al tomar mi taza en la mano me perdía en la suavidad de su superficie e imaginaba árboles lejanos, bosques de árboles, no sólo árboles japoneses sino también árboles de China, árboles que prestaban su corteza para que la fuera abriendo la hendidura de un cuchillo y pudieran sangrar allí todas sus venas. Entonces, mientras las demás seguían hablando en torno al “sake”, yo me alejaba sin querer con mi imaginación y podía ver perfectamente la V de las incisiones en la corteza de aquel gran árbol y cómo salía de él una savia blanca que en contacto con el aire se volvía oscura. Después, recordando antiguas  lecturas, imaginaba también que aquella savia oscura guardada en diferentes  barcos viajaba muy despacio como gran regalo del emperador chino Yung-lo al Japón y el Japón la recibía.”

José Julio Perlado  —( del libro “Una dama japonesa”) ( texto inédito)

 

 

(Imágenes—1-Mitami Toshiko/ 2.-Ogata Korin– 1658- museo de arte japonés)

CON DULCE Y GRAVE MAJESTAD FERVIENTE

 

 

”Con dulce y grave majestad ferviente

mientras arde cantando la retama,

llegan los reyes cuando el sol derrama

su niña antigüedad de oro inocente.

Con boca y labio de abejar riente

donde vuela la miel de rama en rama

besaron al Señor que les enrama

de alegre mirto el corazón creyente.

Con toque y mano de fluvial espuma

le ofrecieron el oro desvalido

y el lento incienso de ascensión risueña,

¡todo en el aire es pájaro y es pluma,

está el cielo en el ser restablecido

y en la indefensa carne el tiempo sueña»

 

Luis Rosales – “Donde se cuenta que en el portal unánime y humilde le adoraron los tres  Reyes”- “ Retablo del Nacimiento del Señor” ( 1940- 1973)

( Imagen – Salzillo- los tres Reyes- lyceo hispánico)

MUSEOS PRIVADOS

 

 

“Los adultos y los niños —dice John Berger en “Modos de ver” —, tienen a veces en sus alcobas o cuartos de estar tableros o paneles en los que clavan trozos de papel: cartas, instantáneas, reproducciones de cuadros, recortes de periódicos, dibujos originales, tarjetas postales. Todas las imágenes de cada tablero pertenecen al mismo lenguaje y todas son más o menos iguales porque han sido elegidas de un modo muy personal para ajustarse y expresar la experiencia del habitante del cuarto. Lógicamente, estos tableros deberían reemplazar a los museos.”

(Imagen —Louis Dodd)

EL AÑO DE GALDÓS (3) : LOS CAFÉS MADRILEÑOS

 

 

Galdós llega a Madrid en 1862 y allí vivirá hasta 1920. La ciudad en el  XlX muestra todo su espectáculo al escritor. Los cafés, entre muchos otros escenarios, quedarán en sus novelas.  El Café de Zaragoza (que cerrará sus puertas en 1918) atrae su curiosidad y lo refleja en uno de sus libros: “las nueve serían cuando entró en el establecimiento de la plaza de Antón Martín, que lleno de gente estaba, con una atmósfera espesa y sofocante que se podía marcar, y un ensordecedor ruido de colmena; bulla y ambiente que soportan sin molestia los madrileños, como los herreros el calor y el estrépito de la fragua. Desembozándose, avanzó el anciano por la tortuosa calle que dejaran libre las mesas del centro, y miraba a un lado y otro buscando a su amigo. Ya tropezaba con un mozo cargado de servicio, ya su capa se llevaba la toquilla de una cursi; aquí se le interponía  el brazo del vendedor de “Correspondencias” que alargaba ejemplares a los parroquianos, y allá le hacían barricada dos individuos gordos que salían o cuatro flacos que entraban. Por fin distinguió a Juan Pablo en el rincón inmediato a la escalera de caracol por donde se sube al billar.”

El café Cruz del Rastro, ( hoy demolido ),  situado en la calle Ruda, tenía sin embargo otro aspecto: “ un rato después  — escribe Galdós — hallábanse  los dos sentaditos en el café económico, tomándose sendos vasos a diez céntimos, El local era una taberna retocada con ridículas elegancias entre pueblo y señorío; dorados chillones; las paredes pintorreadas de marinas y paisajes; ambiente fétido, y parroquia mixta de pobretería y vendedores del Rastro, locuaces, indolentes, algunos amarrados a los periódicos, y otros oyendo la lectura, todos muy a gusto en aquel vagar bullicioso, entre salivazos, humo de mal tabaco y olores de aguardiente.”

 

 

 

Cafés madrileños de Galdós : Café “Al Oasis de Río” , en La Bombilla;  café de Fornos, en la esquina de Alcalá con Peligros ( cerró sus puertas  en 1908) ; café de la Concepción Jerónima, ( ya demolido), en la Corredera Baja de San Pablo; café de la Iberia ( cierra sus puertas en 1910), en la Carrera de San Jerónimo; café de Lepanto ( cierra en 1868), en la Plazuela de Santo Domingo; café de Levante, en la calle del Arenal ( cierra sus puertas en 1915); café  de los Naranjeros, en la Plaza de la Cebada ( cierra en1912); café de Madrid, esquina calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo (cerró en 1925) ; café de Platerías, en la Plaza Mayor ( cerró en 1946); café de San Antonio, esquina de la calle Pez y Corredera Baja de San Pablo ( cerrado en 1897) ; café de San Joaquín, en la calle San Joaquín ( cierra en 1899); café de Santo Tomás, esquina calle Atocha y callejón de Santo Tomás (hoy demolido)); café de Zaragoza, en la calle Atocha ( cerró en 1918) ; café del Gallo, en la Plaza Mayor ( hoy demolido); café del Siglo, en la calle Carretas (demolido); café del  Sur, en la Plaza del Progreso, actual plaza Tirso de Molina ( ya demolido); café Diana, en Caballero de Gracia ( demolido) ; café La Cruz de Malta, en Caballero de Gracia ( cierra sus puertas a finales de la década de 1830); café Lorencini, en la Puerta del Sol ( cerró en 1864) ; café Suizo, en la esquina de las calles Alcalá y Sevilla ( cerró en 1915)

 

 

 

No puede olvidarse en Galdós, entre otros lugares de interés en Madrid,  La Fontana de Oro, en la esquina de las calles Carrera de San Jerónimo y Victoria, que cerró sus puertas en 1843; el Parador del Agujero, en la calle Fúcar ( ya demolido) ; el restaurante Trouchín, en la calle del Arenal (demolido); la Posada de Ocaña, en la esquina de las calles Toledo y Sierpe ( ya demolida)

 

 

 

Lugares ficticios pero presentes en sus novelas son, entre otros, la Casa de huéspedes de la “señá “ Bernarda, en la calle Mediodía Grande; la Casa de huéspedes de la tía Chanfaina, en la calle Amazonas; el Figón de Boto, en la calle del Ave María; la Viña del Señor, en la Costanilla de San Vicente; los merenderos de Cuatro Caminos; los merenderos de Tetuán, en la calle de Bravo Murillo. Y  a todo esto ha de añadirse, la Posada del Peine, en la esquina de las calles Vicario Viejo y Postas, en activo de 1610 a 1960 y que en 2006 abrió de nuevo con su interior reformado y conservando la fachada. Lhardy, en la Carrera de San Jerónimo que está en activo desde 1834 y allí Galdós fue visitante asiduo. Como sigue en pie el Sobrino de Botín, en la calle Cuchilleros, en activo desde 1725.

Ojos y pluma de Galdós ante el Madrid de entonces reflejado en muchos  de sus libros.

 

 

 

( Imágenes—1- café de Levante – abc es/ 2- café de Fornos / Boykokolev / 3 -epytafe/ 4- foto jjp)

EL AÑO DE GALDÓS (2) : MADRID Y “FORTUNATA”

 

 

“Mientras deambulaba por los Barrios Bajos — cuenta Berkowitz, biógrafo de Galdós—, por azar tropezaría con el prototipo de Fortunata, bajo circunstancias muy parecidas a las descritas en las páginas iniciales de la novela. Estaba ella de pie en el portal de una casa de viviendas, sorbiendo un huevo crudo. Su interés por aquella mujer trajo una relación de intimidad con ella que llegaría incluso a producir gran parte del rico contenido humano de los cuatro tomos de la obra maestra.”

La primera parte de “Fortunata y Jacinta” la concluye en enero de 1886 y la última parte en junio de 1887, cuando Galdós tiene entre cuarenta y dos y cuarenta y cuatro años. Mientras tanto y a lo largo de los cuatro tomos, la ciudad de Madrid se despliega como escenario intenso y viviente en toda la novela : el Palacio Real, el Congreso, los ministerios de Ultramar, Hacienda, Gracia y Justicia, Gobernación; los Tribunales, incluido el Supremo y el Ayuntamiento. Aparece también la Bolsa, la Aduana, varias Facultades de la Universidad; el museo del Prado, la Academia de la Historia, siete periódicos de la Villa, el Casino, el Rastro, el Hospicio, la Inclusa, varios asilos, varias cárceles (Saladero, la Modelo, Prisiones Militares), el Manicomio, el Retiro, los Almacenes de la Villa, cuatro conventos de la realidad y uno de la ficción ( “las Micaelas”), catorce iglesias, cinco teatros, un pequeño tratado de las aguas de Madrid —sus “viajes” y sus fuentes públicas—, estaciones de ferrocarril, tres mercados, 20 cafés, el Matadero municipal, casi todos los cementerios. Se extienden en la novela 97 calles, más de 20 plazas y plazuelas, 8 paseos además de Rondas, Costanillas,  Cavas, Campos y Campillos, aparte de “la Carrera” y “la Red” que en total llegan a 137 nombres de vías urbanas.

 

 

Y luego están los barrios. Y los ruidos. Hablando de Barbarita Arnáiz ( esposa de Santa Cruz, padre), Galdós escribe en “Fortunata”: “Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid, en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres. Por más que dijera, el barrio de Salamanca es campo… Tan apegada era la buena señora al terruño de su arrabal nativo, que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por las mañanas el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores en la fuente de Pontejos; quien no sintiera por mañana y tarde la batahola que arman los coches correos; quien no recibiera a todas horas el hábito tenderil de la calle de Postas, y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz; quien no oyera las campanadas del reloj de la Casa de Correos tan claras como si estuvieran dentro de la casa; quien no viera pasar a los cobradores del Banco cargados de dinero y a los carteros salir en procesión. Barbarita se había acostumbrado a los ruidos de la vecindad, cual si fueran amigos, y no podía vivir sin ellos.”

 

 

(Imágenes —1-viejo Madrid – foto donada por Ángel Rojo Gutiérrez/ 2-modelo del Palacio Real – 1830– museo de Historia de Madrid/ 3-Congreso de los diputados – Ch Clifford – 1853- Biblioteca Nacional)