“Gran parte de sus apreciaciones sobre España, sobre la vida en general— decía Marañón de Galdós —, tienen una resonancia clamorosa en sus libros. Otras, que no aparecen en su obra escrita las he recogido yo. Y principalmente mis observaciones son de carácter más íntimo. Su vida íntima es interesantísima. Galdós era un hombre un poco atormentado y tímido. Gran apasionado, y, no obstante, con una serenidad fría y disciplinada de sus pasiones. Lo más interesante de Galdós es su complicación interior. No era un hombre sencillo, como se suele decir, sino de una gran vida interna. Los factores humanos se daban en él con una autenticidad maravillosamente interesante.
Hombre de pasiones y de sentimientos tumultuosos, pero con un inconcebible dominio sobre pasiones y sentimientos, el mismo equilibrio. Su eficiencia cerebral era tan grande, que le pasaba lo que les pasa a la mayor parte de los hombres inteligentes: tenía sus sentimientos en el bolsillo.
La inteligencia en sus formas superiores siempre se alienta a costa de las pasiones. Todo progreso de la personalidad humana se realiza a costa de dominar la emoción. Este es el progreso de la Humanidad y una de las diferencias que más concretamente destacan al hombre de los animales.”
(Fallecía Pérez Galdós el 4 de enero de 1920 en Madrid a los 77 años – El 20 de enero de 1919 se hace llevar Galdós al Retiro para estar presente en la inauguración de su estatua. Sentado frente a ella es como si una estatua viva contemplase a otra estatua de piedra — en palabras de Carmen Bravo Villasante —. Totalmente ciego, el escritor oye los discursos, y el viento helado del nuevo año deja yerta su figura. Ensimismado, ajeno al mundo tan ávidamente observado y querido, “ la presencia de lo sobrenatural, inexplicable al rigor científico”, ocupa sus últimos días)
(Imágenes—1-Galdós- periodista digital/ 2-Gregorio Marañón – el cultural es / 3- estatua de Galdós en el Retiro – asociación de amigos del buen Retiro)