VIAJES POR EL MUNDO (29) : EL GANGES

 

 

“No hay nada tan impresionante —escribe Somerset Maugham —como navegar por el Ganges por la tarde, poco antes de la puesta del sol. Produce una viva emoción ver la ciudad con los dos minaretes de su mezquita destacándose sobre el cielo pálido. Una maravillosa sensación de paz cae sobre el alma. Reina un gran silencio.

Luego, por la mañana, antes de que salga el sol, se deambula por la ciudad de Benarés, las tiendas están todavía cerradas y los hombres, envueltos en mantas, duermen sobre el suelo; un grupo de gente se dirige hacia el río, llevando grandes peroles de cobre para buscar el agua sagrada de sus prescritos baños. Se toma una casa flotante tripulada por tres hombres y se sigue río abajo. Hace frío por la mañana. Los “ghats” están sumamente poblados. Uno de ellos, no sé por qué, está atestado de gente.  El tramo de las escaleras y la orilla del agua forman un espectáculo extraordinario. Los bañistas toman de diferentes maneras su baño ritual. Para algunos muchachos es una diversión; se zambullen de cabeza, salen y vuelven a zambullirse. Para otros es una ceremonia que debe realizarse lo más rápidamente posible, y se les ve efectuar los ademanes de ritual precipitadamente y mascullar sus plegarias. Otros lo toman solemnemente. Se inclinan ante el sol naciente con los brazos en alto y recitan sus plegarias con fervor. Después, terminando el baño, un poco de conversación con los amigos y es de suponer que las ocupaciones cotidianas dan lugar a alguna noticia importante o chismorreo. Otros se sientan con las piernas cruzadas en meditación. La inmovilidad que guardan algunos de ellos es impresionante; parece que en aquella escalera estén sentados en el templo de la soledad. Vi un hombre cuyo rostro estaba pintado con grandes círculos de ceniza blanca alrededor de sus ojos, una mancha en la frente y dos en las mejillas, de manera que daba la impresión de llevar una máscara. Muchos de los bañistas, una vez tomado su baño, pulían y rascaban los grandes peroles de cobre con los cuales se llevarían a sus casas el agua purificadora.

 


Es un espectáculo conmovedor y maravillosamente impresionante; el ruido, la animación, ese constante ir y venir dan una sensación de activa vitalidad; y las figuras inmóviles de los hombres en contemplación parecen, por contraste, más silenciosas, más inmóviles, más alejadas de toda relación humana.

El sol se levanta aún más en el cielo y la luz grisácea que antes bañaba la escena se vuelve dorada, y el color la viste de un resplandor multicolor.”

 

 

(Imágenes —1- Benarés y el Ganges/ 2- el Ganges al atardecer/ 3- río Ganges)