
Cuando traían la paz para Ucrania la traían en saquitos que se protegían de manera delicada de las espinas de las alambradas, de las comidas frías y de las carreras bajo los refugios y los niños asustados por el ruido. Venían de Arabia, unos decían que eran sacerdotes persas y otros astrólogos babilonios según la denominación grecolatina Pero la arena de la paz para Ucrania era muy fina y casi transparente, de modo que aún podía verse a través de ella las torres retorcidas de las iglesias devastadas y los sepulcros desnudos y amontonados al aire libre. Había gentes que al verlos pasar entre el aire y la tierra, cabalgando incorpóreos, creían que eran de Mesopotamia o de Babilonia, Se decía también que eran reyes, como así lo seguían cantando los Salmos y lo citaba Isaías, y eran tres porque llevaban tres saquitos con presentes distintos e iguales: una paz de oro, una paz de incienso y una paz de mirra. No tenían nombres aquellos Magos hasta que les alcanzó corriendo el siglo Vll y los bautizó allí mismo, en la cumbre del monte, como Melchor, Gaspar y Baltasar. Hubo quien quiso aventurar si representarían a Europa, Asia y África, pero miraron la cara de Europa descompuesta y desorientada y nadie les dio la razón. Sí se les vio en cambio hincarse, como criaturas que eran, y arrodillarse sobre las pestañas llorosa de las mujeres ucranianas, sobre las mejillas de los niños asustados y abrir los saquitos de arena y depositar la paz
José Julio Perlado

( Imágenes- 1- adoración de los Magos- retablo mayor de la Seo- Zaragoza/ 2- mosaico de San Apolinar- Rávena- Italia)