
Muchas veces conviene separar bien autores y obras, deslindar lo que el artista logró y lo que él nos presenta — virtudes y defectos — en su personalidad. El gran y temido crítico alemán Reich- Ranicki al hablar de Thomas Mann señala que ” se dirá que Mann no era una persona simpática, sino más bien repulsiva. Puede que sea cierto. Pero esto puede afirmarse también de Goethe, de Heine y de Richard Wagner, de Rilke, de Musil y de Brecht. Sólo resultan simpáticos los genios de quienes no sabemos casi nada. Shakespeare, por ejemplo.”
Por su parte, en cuanto a Proust, Pere Gimferrer resume en su “Dietario” las palabras que pronunció la princesa Ghika que había conocido bien al gran escritor francés. Cuando Proust recibe el Goncourt, la princesa Ghika recuerda aquella tarde: “ Proust llevaba los mensajes con una sonrisa, transmitiendo las palabras con alegría. Todo fue como cabía desear: él me miraba con su mirada azul, amplia y honda, muy dulce y reflexiva. Yo conocía la leyenda poética y melancólica que le rodeaba y lo acogí con la simpatía más afectuosa…” Pese a todo, a la muerte de Proust, el juicio de la princesa es más matizado: ”Era hábil, le gustaban los nobles, las gentes de título y buena posición. Era burlón y desdeñoso, vanidoso y con el orgullo de la importancia que realmente tenía. Por otra parte, no excesivamente simpático. Pero su obra es bella; aquí no hay mistificación.”

Saludos, Julio, creo es necesario saber, que necesariamente un autor es bueno. Dicho eso, el autor, no es tarjeta de caer bien a todo el mundo. Por tanto, no es importante sea risueño, alegre y sonría con todo el mundo, pero su obra; puede ser un reflejo de su estado de ánimo o situación, que este atravesando y la opinión de las personas depende de ese sentir.
Siempre hay que separar el autor y su obra. Es la obra la que nos tiene que cautivar. Ay autores que desearían no aparecer demasiado: su obra es la que importa juzgar, no su simpatía o antipatía
Muchas gracias por tu comentario
Saludos
Saludos y excelente Julio