Innumerables visiones de Notre-Dame. Ocuparían varios libros. Julien Green, entre otros, comenta bajo recuerdos de infancia y de ocupación : “He vuelto el otro día a Notre- Dame. Estábamos en noviembre. Un frío glacial caía sobre mis espaldas y yo avanzaba en la penumbra como por en medio de un bosque. Aquí recuerdo una especie de temblor maravilloso que inundaba mi ser cuando, mi mano cogida a la de mi madre, entraba en la vieja iglesia. Todo niño es un poco un pequeño bárbaro y cómo bárbaro yo deambulaba aburrido ante tanta grandeza. Aun hoy, y a pesar del amor que le tengo a esta iglesia, me siento intimidado por Notre- Dame, por su profundidad, por sus ecos y por toda esa noche que ella presenta.
Levanto los ojos hacia la rosa septentrional y constato que allí está siempre. Mis ojos van enseguida a la torre de la iglesia y de pronto se detienen. Algo me oprime la garganta. Esto que estoy viendo no esperaba verlo, pero enseguida lo reconozco. Alta y desnuda y con una simplicidad asombrosa, aparece la cruz de madera destinada a los muertos de Buchenwald. Ahí está, esperando y mirando como las cosas suelen esperar y mirar. Me quedo largo tiempo cerca de ella, me alejo y vuelvo a considerarla de nuevo. Se parece a un gran grito de dolor y de indignación; sin duda la Edad Media no habría encontrado nada parecido para decir esto que las palabras nunca pueden decir y yo no puedo sustraerme de creer que a la pregunta angustiada de marzo de 1940 se me daría una respuesta en noviembre de 1945.”
(Imágenes-1-París por los pintores/ 2- Matisse – Notre Dame al atardecer – 1902 – di ket org)