“He tenido varias conversaciones con este pájaro – confesaba Simeon Pease Cheney en “La música de los pájaros”- . Por eso recurriré esencialmente a la memoria para transcribir su canto. El plumaje negro y blanco del cardenal, y su pecho decorado con una estrella de un bermellón brillante, atraen inmediatamente al ojo. Y su canto, fuerte, resonante, también seduce infaliblemente al oído. Está lleno de vivacidad y energía, como si tuviera prisa por terminar. Ningún pájaro pone más ardor que él en el canto. Aunque sobre el papel su canto se parezca al del petirrojo, y aunque el uno y el otro se expresen en mi bemol mayor y su menor relativa, el caudal y la calidad de la voz son muy diferentes. Me dicen que este pájaro deja oír también un grito silbado muy musical.
Durante sus migraciones otoñales vuela en grupo y a veces sucede que reclama comida a los granjeros; parecen tan domesticados y cómodos como si en las granjas estuvieran en su casa. Algunas bandadas han cruzado el norte de New Hampshire en el transcurso de su viaje hacia el sur en el mes de diciembre y han visitado plácidamente los lagares de sidra en busca de pepitas de manzana entre los desperdicios, aparentemente sin preocuparse para nada del frío.”
(Imagen – Tony Pinkevich)