EL INCONSCIENTE LO HACE TODO

 

 

“Escribir narrativa – dice Martin Amis enEl roce del tiempo” – es menos mental y más fisiológico de lo que generalmente se piensa: una vez se empieza, las decisiones y los cálculos, las cuestiones de la razón, apenas interfieren. Me llevó años descubrir cuán verdad es esto. Cuando era más joven, me topaba con alguna dificultad en el proceso narrativo y me devanaba  los sesos durante horas e incluso días. Ahora me siento compelido a levantarme de la mesa y coger un libro y no vuelvo a la mesa hasta que mis piernas me llevan a ella. Cuando lo hacen, veo que la dificultad se ha resuelto.  Es el inconsciente el que lo hace. El inconsciente lo hace todo.”

”La inspiración para una novela puede venir de una frase, una  expresión, una imagen, una situación.  Pero los novelistas no son poetas. Son trituradoras. Lo que me hace subir al estudio es una sensación en la parte de atrás de la garganta  —me pasa igual con el deseo del primer cigarrillo —. Escribir es un proceso más físico de lo que se suele creer. Es como si la mitad del tiempo te vieras mudo e incapaz de incumplir las órdenes  del cuerpo.”

 

 

(Imágenes – Isidro Ferrer/ 2- Laziz Amani)

EN TORNO A LA BARBA

 

 

“Muchos consideran todavía el pelo como testimonio de virilidad, y la virilidad es una de las ambiciones más hondas del hombre – escribe Alberto Savinio – . Mi infancia se vio adornada por espectaculares barbas.  Barbas mosaicas y barbas de sátiro, barbas de devorador de fuego, barbas diplomáticas en abanico, y militares barbas cuadradas, dóciles barbas de ramos de sauce y  barbas de brochas divergentes. Recuerdo los cuidados asiduos, amorosos, que el hombre dedicaba a la barba, lavándola, dándole masaje, cepillándola, dándole aspersiones de lociones perfumadas, peinándola y, finalmente, exponiéndola al sol en la ventana para secarla por arriba, por abajo y a ambos lados.

 

 

Recuerdo los gestos que hacían para devolver el orden a la barba desordenada, fluidez a la barba revuelta; recuerdo los revoloteos de la mano ágil en torno a la barba, ciertos jugueteos de los dedos con los anillos de la barba, un cierto escurrirse de la barba mano adentro, como en un tubo, un cierto voluptuoso rascarse los pelos de la barba bajo la mandíbula, un cierto frotar la barba con la servilleta después de la sopa en caldo y los manjares en salsa; recuerdo el peine de bolsillo que el hombre barbudo sacaba de vez en cuando de su estuche ( envainado, el peinecillo descansaba en el bolsillo superior del chaleco ), ya fuera para replegar la barba sobre el pecho, ya para darle ímpetu por medio de repetidos pases del peine desde la nuez  hasta  la barbilla.

 

 

(…)  El hombre con barba es “más rico en voces”,  más “personaje”, más ‘tipo”, más “misterioso” – sigue diciendo Savinio  (…)  El hombre  llevaba un pequeño bosque en el rostro ( y cuánto mayor era la profunda expresión de la boca, que se abría en medio de la barba, cuánto más impresionante el relucir de los ojos sobre toda aquella tupida pelambre, como ojos que mirasen por encima de un bosque).”

 

 

(Imágenes- 1-Rubens/ 2- Ezra Pound – foto Henri Cartier Bresson – 1971/ 3- Rembrandt/ 4- Anton Chejov)

EN LA NOCHE DE LOS LIBROS

En la noche de los libros abrimos la puerta de la gran habitación donde Alberto Manguel acaba de reordenar todos sus libros. “Algunos libros – nos dice – se remontaban a mi adolescencia, incluso a mi infancia. Hay libros que están conmigo desde que tengo cuatro o cinco años. No me iba a acostar, me quedaba hasta las dos de la mañana, me levantaba a las seis, me olvidaba de comer; aquí estuve, durante tres meses, en un mundo aparte. Terminé de ordenar la biblioteca el día que volvió Craig. Iba a poner música y estaba a punto de escuchar a Wagner. Preparé la primera parte de Tannhäuser y puse a andar la música en el momento en que entraba Craig. Quedó deslumbrado. Ver la biblioteca  ya causaba una impresión fuerte, pero verla con todos los libros en su lugar, con, además, una música fastuosa, era absolutamente maravilloso. La noche que terminé de ordenar los libros, dormí en la biblioteca, en el suelo. Sentía que era necesario apropiarme del lugar. Era una conclusión y también un comienzo. Sentí que de ahí en adelante iba a trabajar de otra manera.

Empezar a escribir y leer de otra manera. A otro ritmo, con mucha menos angustia en relación con lo que no conocía, lo que no había leído, lo que no había hecho. Tuve una conciencia mucho mayor de lo que me quedaba de tiempo y de espacio (…)  Pienso que uno crea con los libros un lazo vivo. Por amistad, por respeto a ellos, quisiera abrirlos una vez más. Los criadores de  abejas dicen que, cuando un apicultor muere, alguien debe ir a decirles a las abejas que su criador ha muerto. Querría que alguien hiciera eso con mis libros.”

(Imágenes – 1-biblioteca personal  de Alberto Manguel – studio bibliografico apuleio/ 2-libros de juegos de manos – Flickr/ 3- Vanessa Bell)

EL CUENTO DE LA O

 

 

“Este señor que sale ahora de su casa con el sombrero puesto, el abrigo gris, un poco cargado de espaldas, los lentes redondos y el paso corto, este señor de ligera perilla blanca en el mentón afilado, el brazo derecho que surge del gabán sosteniendo una carpeta con gomitas, este señor que mira a todos lados antes de cruzar, tiene indudablemente prisa porque ha de escribir un cuento. El cuento se le ha ocurrido esta madrugada estando entre las sábanas. Es un cuento sobre la O. Se le ha ocurrido esta mañana entre seis y seis y media, ha visto perfectamente la O de su niñez, una O colgada de su cuna que su madre le puso para entretenerle, una O de campanillas y de encajes, una O azul que era a la vez sonajero. Pero como este señor tiene ya cincuenta y un años, en el momento en que ha querido alargar la mano y tomar esa O de su cuna para recrearla y para contemplarla, pues no ha podido, porque antes ha tenido que hacer el ejercicio literario que hace todas las mañanas, un ejercicio de recuerdos, y aunque es escritor y hace gimnasia por las mañanas con las vocales y las consonantes y suele hacer flexiones con las interrogaciones y las normas de puntuación, su edad biológica  – más que su edad literaria – le juega estas malas pasadas, y como hacía frío en su habitación, se ha quedado mirando a la O colgada de los recuerdos de su cuna sin moverse de su cama de adulto, de su cama de soltero.

Porque este señor es soltero. No ha querido casarse por su amor a la literatura, y en eso se ha equivocado. Él creía que con la literatura no tendrían para comer dos personas y sólo podría comer una, y en eso sí ha acertado. Este señor casi no ha comido ni cenado bien en toda su vida. O ha cenado, o ha comido, pero nunca ha hecho bien las dos cosas. El resto del día lo ha dedicado a escribir cuentos. Tiene una medida para los cuentos, para calcular su extensión, es un metro que él lleva cuidadosamente enrollado en el bolsillo derecho de su pantalón, ahora no podemos verlo, porque este señor, mientras estamos hablando de él, mientras estamos dibujándole y contando su historia, ha salido de casa, ha levantado la mano y ha llamado de pronto para que se detenga poco a poco un autobús en la parada. En un descuido se ha subido al autobús. Hay que tener cuidado con los descuidos en los cuentos. Como este señor es despistado y a la vez no controla los descuidos, casi nos deja aquí, en la calle, y se escapa en ese autobús al que por fin hemos alcanzado, hemos subido detrás de este señor, ahora vamos – el señor y nosotros – buscando un asiento vacío —, mejor, dos asientos. Al fin, al fin los encontramos. Ahora vamos sentados los dos de cara al porvenir, nosotros y este señor, el señor pensando en el futuro de su cuento y nosotros procurando no rozar la manga del abrigo gris de este señor.

 

 

Este señor se llama Euclides García. El lo sabe, naturalmente, pero quienes no lo saben son sus lectores, porque este señor firma siempre con seudónimo. Al tener mucha imaginación para sus historias pero carecer de toda imaginación para sus seudónimos ha ido numerando perfectamente todos sus seudónimos, y el primer cuento que escribió lo firmó con el “Seudónimo 1”, el siguiente con el “Seudónimo 2” y así siguió muy seguro por toda la numeración hasta llegar a este cuento de “La O” que ahora está pensando y que habrá de figurar firmado como “Seudónimo 1.353”, ya que este señor es muy prolífico y muy fértil, tiene sus cajones absolutamente llenos de cuentos.

Los cuentos para este señor son como su vida. La O, que es el tema de su cuento actual, se le apareció  completamente azul – ya lo dijimos  – esta madrugada: una O azul como corona de infancia, una O de cuna y de seda que él estuvo a punto de alcanzar. Pero de pronto aquella O se desvaneció, estaba afeitándose un rato después este señor ante la luna de su espejo y no encontró ya la O de su niñez, el vaho del agua caliente le trajo en cambio el círculo húmedo de otra O de espuma en distinto lugar de su infancia , una O de aro, una O  de juguete, algo que se le solidificó enseguida en el cristal, y este señor – asustado y con toda la cara enjabonada y la perilla blanca como la nieve – se acercó para tocar aquella O de espuma redonda, pero la O huyó,  se puso en movimiento por el cristal, empezó a girar y a dar vueltas y acabó rodando hacia la playa de la memoria de este señor, la playa de su primer veraneo. Entonces este señor intentó seguir como pudo a aquella O en el espejo del cuarto de baño haciendo círculos con el dedo, procurando jugar al aro con sus recuerdos, y así salió detrás de aquella O por toda la playa hasta casa de sus padres, llevando siempre derecho su aro en el aire, entre las paredes del aire, guiando con gran habilidad su juguete hasta hacer aquella prestidigitación que él conseguía porque era ya aprendiz de escritor – se le veía que iba a ser escritor -, y la prestidigitación consistía en desdoblar la O en dos pequeñas O, dos ruedas iguales, y crear dos oes como dos ruedas de bicicleta y sentarse luego en la imaginación del sillín y apoyar las manos en el manillar, y hacer sonar el timbre de la fantasía – trín, trintín, trintrintín – e ir luego, ya sin manos, sobre esas dos oes de su bici y salir de casa de sus padres campo abierto, pedaleando sobre su pubertad y su adolescencia.

 

 

En todo eso es en lo que va pensando este señor sentado en este autobús que ahora mismo abandona, porque  ha llegado su parada y acaba de avisar al conductor para que se detenga. Ahora este señor baja con cuidado, da un saltito desde el estribo de la velocidad hasta la acera de la sorpresa, procurando, eso sí, no pisar las blandenguerías que suele tener la sorpresa, porque con la sorpresa nunca se sabe, y uno puede llevar pegada todo el día en las suelas de los zapatos la pegajosa inquietud de la sorpresa, ese húmedo desasosiego, esa hoja seca del caminar.

Y ahora cruza este señor con cierta rapidez las calles porque este señor va ya muy contento puesto que tiene casi dominado el tema de su cuento, o cree que lo tiene, y al tenerlo casi dominado sube de dos en dos los peldaños de las escaleras de su estudio, ese rincón donde él se refugia a escribir por las mañanas. Ya tiene – hace cuentas –  la O de su cuna, la O de su aro de niño, las dos oes de su bicicleta, y piensa que trabajando un poco, quizá puliendo el estilo, incluso puede que llegue a cobrar algún dinero por este cuento, y alcance incluso la cifra de oes o de ceros que soñó alguna vez y que nunca cobró, esas oes o ceros que él ha visto en otros autores y que suelen ir detrás del 1 por ejemplo, o detrás del 2, esa cifra  mágica del 1OO o del 10OO,  algo que nunca le han pagado por ningún cuento y algo con lo que aún sueña. Si eso ocurre, se va diciendo este señor sentado ya en su escritorio, quizá incluso un día me podría casar, colocar la O del anillo en el dedo de mi prometida, grabar por dentro de esa O dorada la petición y la fecha del acontecimiento e incluso tal vez atreverme a poner los labios en forma de O para dar la expresión redonda de un beso, algo que jamás he hecho.

Pero lo que le ha pasado sobre todo a este señor esta mañana – lo que aún no ha contado – es que se le ha desatado de pronto la inspiración. La inspiración le ha rodeado por completo en este estudio cuando él estaba solo y más tranquilo. Estaba este señor sentado, trabajando en su cuento – se había preparado un café y estaba revolviendo el azúcar de su taza, haciendo círculos de O con su cucharilla, es decir, dándole vueltas al tema de su cuento -, cuando la inspiración le ha rodeado por detrás , por su espalda, le ha envuelto, le ha llevado hasta la ventana y le ha empujado a mirar hacia abajo, hacia la calle, hacia la acera desierta. Alguien ha abandonado hace un rato  una corona de hojas marchitas en forma de O junto a su portal, un círculo de flores caducas dibujando la redondez de una O,  y a este señor,  al mirar desde la ventana fijamente esta corona, el corazón le ha dado un vuelco y se ha quedado estremecido,”

 

 

José Julio Perlado – “El cuento de la O” – (del libro “Relámpagos) – relato inédito

TODOS  LOS  DERECHOS  RESERVADOS

(Imágenes -1-Kristian Krogh / 2-Edward Burne Jones – 1886/ 3-Emily Bobovnikoff/4- Boris Ivanovich Kopylov)

UN VIOLÍN EN LA NOCHE

 

 

“Rilke contó un día la maravillosa historia siguiente: era la víspera de su partida de Rusia; estaba en un un hotel de San Petersburgo, en verano, durante esas cálidas  noches del Norte, de una claridad tan especial y en las que, a través de la noche, parece que la supervivencia del día se une al primer rayo del alba. Imposible dormir y, en la pieza contigua, oía caminar de un extremo al otro a su vecino, quien después de horas de ir y venir se ponía a tocar el violín. Una noche, después que Rilke había oído el ruido particular del violín al ser colocado sobre la mesa, se abrió la puerta y en el umbral apareció su vecino, a quien no conocía ; un  hombre joven, hermoso, delgado, con un uniforme muy ajustado y una rosa entre los labios  – una de las  figuras más románticas que se pueda imaginar -, que le dijo : “Como yo, usted no puede dormir, y tengo necesidad absoluta de contarle a alguien la historia de mi vida”, y le dijo que estaba enamorado de dos  hermanas, que no lograba saber exactamente de cuál de las dos estaba, y que tenía el oscuro presentimiento de que también  las dos hermanas  se hallaban en idéntica situación; que  como él, ninguna de las dos sabía cuál de ellas lo prefería y que, por consiguiente, sentía que iba a decidirse erróneamente y elegir infaliblemente a la que menos amaba.

Continuó así  durante tres horas;;  después se fue como había venido, y Rilke no lo volvió a ver más.”

 

 

(Imágenes-1-foto Petiton Rouen – the faience violín/ 2- Rainer Maria Rilke -wikipedia)

LAS «FAKES» O FALSIFICACIONES


 

“Las falsificaciones (o  fakes ) – explica Daniel Cassany en suLaboratorio lector” – son webs, ficheros o servidores que no son lo que parece: no pertenecen al autor indicado, dicen mentiras o datos inventados y pretenden engañarnos (…) La IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas ) propone estas ocho preguntas para determinar si una noticia es falsa : 1) ¿ Es fiable la fuente? 2) ¿Qué dice el texto, más allá del titular? 3) ¿Quién es el autor?  4) ¿ Son fiables los enlaces tradicionales? 5) ¿ En qué fecha ocurrió? 6) ¿Es una broma? 7) ¿ Qué sesgo tiene? 8)  ¿Puede confirmarla con otras fuentes?

 

 

Todavía son más graves las estafas, los engaños o las suplantaciones de identidad, que también podemos encontrar en la red, de la misma manera que pasan en la calle cara a cara — y por eso tampoco tiene sentido desconfiar de Internet más que del resto de las actividades —. Como norma general – sigue diciendo Cassany – conviene desconfiar de los internautas desconocidos y que no dan motivos claros y honestos para comunicarse con nosotros.”

 


 

(Imágenes-1- Raymond Waters -2008 -craig Scott Gallerie -artnet/ 2- Arnold Mesches – 1971-Robert Belman gallerie/ 3- Howard  Hogking)

ES EL DE SIEMPRE

 

 

“Por el tiempo no pasan los años .Es admirable cómo se conserva, a su edad. El tiempo está ahí desde hace mucho, probablemente desde la noche de los tiempos, y no se inmuta cuando sus huéspedes temporales le cambian de nombre. Siempre ha ido a lo suyo y no a lo nuestro, que es pasar.  (“Envejecer, morir, es el único argumento de la obra”, dijo alguien que murió sin llegar a viejo),  A mí me pasa lo contrario: he llegado a viejo sin morir en el intento, aunque bien sabe Dios y algunos “barmans” que no ha sido por cuidarme mucho.

Desde ayer el tiempo se llama de otra manera. No puede engañarme porque le he visto emplear la misma estrategia setenta y tantas veces. Siempre, desde que perdí el uso del misterio y gané el uso de razón, una ráfaga melancólica  se me ha colado durante estas fiestas por las rendijas del alma a pesar de tenerla en mi almario. Lo que pasa es que hay que disimular, para no ser un aguafiestas. Además, eso le ocurre a mucha gente en Navidad y en Nochevieja. Nos da por hacer balance, cosa siempre peligrosísima, porque obliga a mirar hacia atrás. El riesgo no estriba en la posibilidad de convertirnos en estatua de sal, que eso pasó sólo una vez, según dicen, sino en coger una tortícolis.

 

 

Los que menos se deprimen  por estas fechas son los psiquiatras:    tienen la consulta llena de personas deprimidas y ven aumentar su negocio, lo que siempre produce alegría. En cualquier caso, no hay que confundir la depresión con la melancolía, que es un sentimiento sosegado, que acompaña mucho. Hasta el punto que creo que nadie puede ser aproximadamente feliz sin tener buenos momentos melancólicos que le deparen la ocasión de superarlos.

Bastante me molesta a mí ser, desde ayer, un tal poeta y gacetillero del siglo pasado. Me consuela saber que el tiempo es el de siempre: un asesino invisible que nos persigue por los calendarios y que al final nos mata a todos, aunque a veces, como carece de prisa, se tome su tiempo.”

Manuel Alcántara -“El Correo” , 2 de enero de 2001

(pequeña evocación del gran articulista y columnista español que acaba de morir)

DESCANSE EN PAZ

 

 

(Imágenes-1-Neeta Madahar -2005- Howard  Yezerski gallerie – artnet/ 2-Emmanuel Sougez/ 3- Yunphotonet)

VISIONES DE NOTRE-DAME

 

 

Innumerables visiones de Notre-Dame. Ocuparían varios libros. Julien Green, entre otros, comenta bajo recuerdos de infancia y de ocupación : “He vuelto el otro día a Notre- Dame. Estábamos en noviembre. Un frío glacial caía sobre mis espaldas y yo avanzaba en la penumbra como por en medio de un bosque. Aquí recuerdo una  especie de temblor maravilloso que inundaba mi ser cuando, mi mano cogida a la de mi madre, entraba en la vieja iglesia. Todo niño es un poco un pequeño bárbaro y cómo bárbaro yo deambulaba aburrido ante tanta grandeza. Aun hoy, y a pesar del amor que  le tengo a esta iglesia, me siento intimidado por Notre- Dame, por su profundidad, por sus ecos y por toda esa noche que ella presenta.

Levanto los ojos hacia la rosa septentrional y constato que allí está siempre. Mis ojos van enseguida a la torre de la iglesia y de pronto se detienen. Algo me oprime la garganta. Esto que estoy viendo no esperaba verlo, pero enseguida lo reconozco. Alta y desnuda y con una simplicidad asombrosa, aparece la cruz de madera destinada a los muertos de Buchenwald. Ahí está, esperando y mirando como las cosas suelen esperar y mirar.  Me quedo largo tiempo cerca de ella, me alejo y vuelvo a considerarla de nuevo. Se parece a un gran grito de dolor y de indignación;  sin duda la Edad Media no habría encontrado  nada parecido para decir esto que las palabras nunca pueden decir y yo no puedo sustraerme de creer que a la pregunta angustiada de marzo de 1940  se me daría una respuesta  en noviembre de 1945.”

 

 

(Imágenes-1-París por los pintores/ 2- Matisse – Notre Dame al atardecer – 1902 – di ket org)

VIAJES POR ESPAÑA (24) : VISIÓN DE SORIA

 

 

”La ciudad va subiendo desde el río hasta arriba donde se acaba en una cuesta en lo más alto, en que se ve un gran cercado, que solía ser en tiempos pasados castillo o fortaleza, empero va cayendo  su poco a poco por no haber cuidado de reparos. Hay en esta ciudad veintidós parroquias, que representan alguna grandeza. La parroquia principal, que está junto a la plaza, es también colegiata de canónigos, y de algunos años para acá  ha pretendido la ciudad eximirse y alzarse en catedral, que hasta ahora no ha tenido efecto (…) El trato principal de su comarca es tratar ganados y lanas, y se saca mucha madera de la serranía , porque tiene abundancia de pastos y montes de pinares y otros árboles. No cría viñas o muy pocas, y el pan no acude con mucha abundancia por ser la comarca arenosa  y la tierra flaca.

(…) Su Majestad tuvo en Soria su palacio en la plaza, en dos casas principales de dos mayorazgos., llamados de Castilla y del Río, frontero de la Iglesia colegiata, donde fue públicamente a oír misa martes, a ocho de diciembre, día de la Concepción de Nuestra Señora, y se detuvo el dicho día.  La ciudad no tiene fuentes, sino  que beben todos del Duero. La Compañía, después que hizo su entrada con Su Majestad, volvió como legua y media atrás en un lugar que se dice Velilla, donde llegó de noche con mucho frío y mal tiempo de nieve y granizo”.

Enrique Cock – “Viaje de Felipe ll’ (1585)

 

(Imágenes -1-Soria- cadena SER/ 2-Soria- veinte minutos)

CHILLIDA, LOS SUEÑOS DEL HIERRO

 

 

“La mayor parte de las veces – decía Eduardo Chillida –  mi obra no es sólo la escultura en sí. Es también el viento, la mar, el aire,  las piedras que la rodean; todo el conjunto. En el taller, la escultura muchas veces no es nada. Se vuelve algo cuando se fusiona con todos los elementos imprescindibles. Lo único que me importa es mi trabajo, lo único que me ocupa es buscar soluciones  a los problemas que me planteo. Encontrar el lugar desde donde hay que ver. Y medirme de vez en cuando. No para ver mi estatura, sino para comprobar si he crecido. Todo mi trabajo se basa, fundamentalmente, en el riesgo. El riesgo preside todo mi trabajo. He dicho muchas veces que, a diferencia del técnico, que es útil a la sociedad haciendo lo que  sabe, el artista lo es, haciendo lo que no sabe; es decir, experimentando, indagando, buscando… A lo mejor, al final, encuentra algo. Yo me voy quedando, sobre todo, con las preguntas, con las interrogantes de cómo llegar a definir las cosas, hasta su límite, cómo llegar a la máxima concreción, al final, la esencia…”

 

 

Estos días se reabre el espacio Chillida Leku  después de varios años: una oportunidad de nuevo para contemplar su obra.

 

 

“El hierro, como el color, tiene derecho a la originalidad – recordaba Gastón Bachelard hablando de  Chillida-. El hierro de Chillida no  es el hierro de nadie. Este singular forjador conduce verdaderamente los sueños del hierro, dibuja  con el hierro, ve con el hierro. Escucha cómo el hierro propaga su fuerza  a través de los espacios dominados; escucha al hierro duplicar su potencia en formas que vienen a ser como ecos materializados. “Los ecos” es el título que Chillida ha dado a cinco anillos colocados delicadamente como los huesecillos de un inmenso oído externo, ya que el artista conduce todos estos sueños de silencio y musicalidad en el estrépito de su fragua.”

 

 

(Imágenes -1-peine del viento/ 2-Chillida– RTVE/3- Chillida Leku/ 4-Chillida- eldiario es)

CANTO DEL RUISEÑOR

 

 

“A quien más tardé en comprender. – escribía  el húngaro Béla Hamvas en “La melancolía de las obras tardías” – fue al ruiseñor. Los pájaros sólo se entienden metafísicamente, es decir, más allá del hombre. Desde donde los comprendieron Orfeo y San Francisco. Para entender al ruiseñor es preciso dar un pasito más. Los poemas de Wordsworth, de Shelley o de Keats dedicados al ruiseñor no acaban de responder a la realidad. Quien no conoce la paz no puede comprender al ruiseñor. Por eso, a un joven no le queda más que admirarlo. Sólo cuando se han apagado las pasiones  y han pasado por completo los años de las alegrías y los sufrimientos, sólo cuando uno no quiere ya nada de sí mismo ni  para sí mismo y apoya apaciguado la cabeza en la mano de Dios, sólo  cuando en el hombre se despierta la nostalgia por regresar definitivamente al mundo carente del yo, sólo entonces escucha qué canta el ruiseñor y por qué.

Su canto no contiene ni dolor ni sufrimiento, ni fuerza heroica ni risa ni triunfo. Nada de eso. Cuando el hombre ha superado la vida y ya no quiere nada, lo único que lo ocupa es esperar a que lo llamen y rezar. Ese rezo tranquilo, quieto y apaciguado de la espera es el canto del ruiseñor, esa melodía  de la espera cristalina de la muerte y del más allá, despedida de la hermosa tierra, del dulce arrobo de la vida, al cielo que lo deje entrar.”

(Imagen- ruiseñor )

MARGARITA XIRGU

 

 

“Mi vida artística es muy original – le confesaba Margarita Xirgu a Carmen de Burgos -. Pertenezco a una familia muy modesta que carecía de medios para educarme. Me he ido formando yo sola, movida por un impulso interno. Mi vocación de actriz la he tenido siempre. La primera vez que de pequeña fui al teatro fue para ver a la Guerrero y el ejemplo de la ilustre actriz despertó mi admiración más ardiente. Mi ideal del arte es llegar a la naturalidad  más absoluta. Abomino de los efectos teatrales; es muy difícil la naturalidad en sentimientos que no son nuestros; de modo que para llegar al colmo de la realidad es preciso llegar al colmo de la ficción, a la ficción de la naturalidad”.

 

 

Ahora se publica el “Epistolario” de Margarita Xirgu y en su intensa  relación teatral con Lorca parece que escucháramos las palabras de Francisco, el hermano del poeta,  cuando Margarita  le dice a la madre de Lorca: “Señora, si Federico quiere que rodemos todos por la escena, rodaremos.” Tal era la unión entre autor e intérprete. Lorca decía hablando de la actriz: “Margarita tiene una intuición maravillosa y fácilmente asimila el criterio del autor. Su condescendencia, su adaptación llega a tanto que más de una vez me ha dicho: “ En “La zapatera prodigiosa” me ha hecho poner un traje con un brazo vestido y el otro no. En “Mariana Pineda” me ha hecho cantar. Y ahora, Lorca, ¿ me va usted a hacer bailar en alguna obra?”. Margarita es genial, maravillosa.” En 1935 Lorca decía: “Desde el año 1927 en que la gran Margarita Xirgu estrenó mi “Mariana Pineda” hasta el 1935 en que la misma actriz ha dado a conocer “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores’ el público de Barcelona ha dado con su atención y su afecto un aliento definitivo a mi labor de poeta dramático.”

 

“Mi relación con los trajes – le seguía diciendo a Carmen de Burgos – va en relación con la importancia del personaje y con su psicología. No voy a representar una princesa mal vestida. A “Zazá” la soñé ya vestida de marrón…Yo necesito mi “Zazá” marrón. Cuando yo era muy pobre tenía mi traje de algodón… Ahora es de seda…; pero siempre marrón.”

 

 

(Imágenes : 1-Margarita Xirgu -mujericolas/ 2- Lorca y Margarita Xirgu – la Vanguardia/ 3- Margarita Xirgu y los hermanos Álvarez Quintero- 1923/ 4- margaritaxirgu es)

BUSCA A TIENTAS MI MANO

 

“P se da vuelta en la cama y busca a tientas mi mano en medio de la soledad inconmensurable de la tierra, de la tierra infinitamente devastada. Le estaba diciendo que la primera bomba fue lanzada hace miles de años, a las 8: 15 de la mañana, en un día que seguramente no sería tan distinto a este. Le decía también que ya falta poco para que amanezca y que muy  pronto despertaremos.”

Raúl  ZuritaLittle boy” -“Zurita” –  “Tu vida rompiéndose”

 

(Imágenes-1- foto Pitr Masek/ 2. Mircea Suciu)

 

LA MUJER DE LOS OJOS CELESTES

 

 

“ Una mujer de ojos oscuros, que está muy enamorada del marido, descubre un buen día que a él en realidad le gustan los ojos celestes – así lo  va contando Alberto Manguel -. Le pide a San Antonio que le dé unos ojos celestes y San Antonio le concede el milagro porque ha sido una mujer muy buena. Al verla, el marido le dice “Sí, claro que estás hermosa, pero ya estaba acostumbrado a tus ojos oscuros y no eres la misma…”. La mujer le ruega a San Antonio que le devuelva los ojos oscuros. San Antonio comprende la situación y se los devuelve. El marido le dice: “¡Ah! Pero justo me estaba diciendo lo feliz que me hacía tener una mujer tan comprensiva y que voy a pasar mi vida al lado de una mujer de hermosos ojos celestes. ¡Qué decepción que vuelvas a tener tus ojos negros…! De nuevo la mujer le ruega a San Antonio. Pasa lo mismo tres o cuatro veces hasta que San Antonio, cansado, le dice: ¡Basta!, y la deja ciega.”

(Imagen – Henri Matisse -1920 -Andrew Weiss  gallerie- artnet)