«Los nombres bailan. Las fechas pasan a los archivos. Si se pulsa Internet saltan en la pantalla de la ventana de la Historia los iconos de la navegación y uno va navegando hacia atrás o hacia delante con el pálpito en la yema del dedo y el ratón que va y viene bajo la mano acercando y alejando sucesos. Los sucesos, para los más jóvenes, están en la lejanía, han oído hablar de ellos y muchos que no los vivieron entonces desearían revivirlos, sueñan con aquellos años sesenta, la «década prodigiosa» como se la llamó entonces, la década de las canciones, los olores, los «beatniks«, los hippies y la Luna. «Las visiones, las alucinaciones, los milagros, los sueños, las iluminaciones, el éxtasis – se decía – todo está siendo arrastrado por la corriente del río americano». «He visto a los más grandes
espíritus de mi generación – se escribía – destruidos por la locura, hambrientos histéricos desnudos (…), incomparables calles sin salida de escalofriantes nubes y relámpagos del espíritu saltando por postes del Canadá y de Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del Tiempo entre ellos (…), se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford flotando a la deriva o en sus asientos durante toda la tarde de cerveza en la desolada Fugazzi escuchando el estampido del Apocalipsis en la «jukebox» de hidrógeno».
El pelo, en los sesenta, se hizo largo. Los Beatles y sus melenas; el pelo de los Rolling Stones o de Jimi Hendrix. Melenudos, desaliñados. «No hay palabras que canten – se cantaba precisamente en 1968 – la belleza, el esplendor, la maravilla de mi pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo. / Ondearlo, mostrarlo, tan largo como Dios lo pueda hacer crecer, mi pelo./ Lo quiero largo, liso, rizado, alborotado, enredado, áspero, / hirsuto, opaco, aceitoso, grasiento, lanoso, brillante, resplandeciente, humeante, / linoso, ceroso, nudoso, alunarado, / retorcido, abaloriado, trenzado, empolvado, florecido y conffetiado, / ajorcado, enmarañado, lentejuelado y espaguetiado».
Es el canto al pelo, el canto a las pupilas dilatadas, el canto de las canciones con guitarras a la luz de la luna en las playas desiertas. Casi al acabar la década – en 1969 – el hombre pisa esa Luna por primera vez en la Historia y el ruido de la planta de su pie hace que Armstrong entre en todas las habitaciones del mundo. Casi al empezar la década – en 1963 – Abraham Zapruder pone su ojo pegado al visor de su cámara de cine 8 mm «Bell and Howell» modelo 414 y filma sin querer el asesinato en Dallas de Kennedy. También los disparos entran en las habitaciones y en las casas, salen a los pasillos, se asoman a las terrazas y desde entonces la violencia en directo la recogerán los ojos hasta muchos años después, cuando esa violencia desplome en el polvo las Torres Gemelas ante la mirada del mundo».
José Julio Perlado.- «París, mayo 1968″
(Imágenes.- 1.-los Beatles- taringa net/ 2.- los Rolling Stones- diariodecultura com/ 3.-Jimi Hendrix- rollingstones com/ 4.-Kennedy en Dallas- wikipedia/ 5.- cámara de Abraham Zapruder- wikipedia)