“¿Por qué existirán habitaciones que estrangularán en quien las habita toda tentativa de creación? — escribía en su “Diario” el peruano Julio Ramón Ribeyro en París, en 1961 —.Esta que tengo ahora en la Avenue des Gobelins es el nicho del ingenio: estrechísima, larga, oscura, amenazada por el bullicio de tanta carrocería. No se trata, sin embargo, de una habitación miserable (la sordidez a veces estimula la imaginación ) sino de una pieza donde se ve con demasiada evidencia la mano ecónoma del previsor e insoportable patrón de hotel parisino. Es lo que se puede llamar una habitación mezquina. No hay la posibilidad de dejar correr el agua en el lavabo, ni la de conectar un tocadiscos porque los plomos estallan. No hay una repisa donde poner libros, ni un escondrijo donde sepultar la maleta para evitarnos la impresión de ser los eternos viajeros. Por el contrario, toda la configuración de la pieza parece destinada a recordarnos que somos pasajeros, que no tenemos la más remota esperanza de estabilidad y que debemos eliminar de nuestra imaginación el proyecto de establecer aquí nuestro domicilio. Si las habitaciones hablaran, ésta diría: “Extranjero, te consiento que duermas, pero vete lo más pronto que puedas y no dejes el menor recuerdo de tu persona. “
(Imágenes—1- Máxime van de Woestyne -1972/ 2-Carl Holsoe)
Así es. Las habitaciones son testigos únicos de un pedazo de la vida de quien las habitó durante un corto período de tiempo, y quizás esa sea su magia.
Caspian
Muy agradecido a tus palabras. En verdad, las habitaciones reflejan muchas veces el marco de unas vidas. Respecto a hoteles te recomiendo que eches un vistazo al libro de Nathalie de Saint Phalle, “Hoteles literarios”, que es un volumen interesante.
Saludos y mi agradecimiento.
Muchas gracias. Así lo haré.
Un saludo.