“En aquellos años a que me refiero—evoca Soledad Ortega —, digamos 1915 a 1936 , la calle de Serrano no tiene apenas ningún comercio; a lo sumo, alguno de comestibles; una cacharrería, más tarde un estanco y, en la esquina con la calle de Lista, una florista regordeta y frescachona que se envuelve en invierno en un mantón de gruesa lana y monta todas las mañanas su negocio con un modesto banquillo de madera en el que se sienta, rodeada de una porción de recipientes heterogéneos llenos de flores. En la esquina opuesta, y con la misma sencillez de instalación, se venden periódicos o se coloca, en invierno, una castañera. Algún chiquillo vocea por la calle : “El Sol”, “ABC”, “El Debate” por la mañana; “La Voz”, “El Heraldo” por la tarde.
El tranvía número 3, de color amarillo, con su trole conectado a los cables eléctricos que no quedan a mucha altura que las copas de las dos filas de árboles que bordean las anchas aceras, recorre la calle en las dos direcciones. El estrépito de herrería que produce tal medio de locomoción ciudadana es notable; pero cuando se presenta en su camino una ligera cuesta abajo — Madrid es casi tan llano como la palma de la mano — el conductor, sacando el codo, realiza un cabalístico giro de la gruesa palanca metálica que hace de timón y el tranvía se desliza sobre sus rieles sin ruido alguno.
La calle es ancha, pero la vista de los niños, recién estrenada aún, es fina y aguda para gozar del espectáculo de la acera opuesta. A veces se asoma una loca que vive enfrente y se escapa, medio desnuda, a la vigilancia de los que la cuidan. Debajo del piso de la loca está la farmacia cuyo titular usa todavía el casquete bordado que acredita su condición de boticario. Una confitería que se sigue llamando “Pesquera” por su anterior dueño pero que ya entonces se titula orgullosamente “La Hispánica: Pedro González López, ex-repostero de SS. MM. y AA. Reales”, el cual, con su atuendo y su gorro de cocinero inmaculadamente blancos, saluda por su nombre, título o profesión a todos los parroquianos: mi General, Señora Condesa, Señora de Marañón, Señora de Ortega, Señora de Topete… La calle de Diego de León es casi el extrarradio y la Puerta de Alcalá, con el Retiro, un lejano confín que se adscribe más bien a la Plaza de la Cibeles y al centro de Madrid. Es, el de la calle de Serrano, un mundo manso, familiar ¡en que uno se siente tan seguro!”
(Imágenes —1-paseo del Prado -urbanity es/ 2-calle de Serrano -pinterest/ 3-calles de Velázquez y Goya -1930/ 4-tranvías -vigo es)