LEER EN ÁFRICA

“Leer no es una actividad de ocio típicamente africana. La música, sí. Comer, sí. Hablar, también. Pero la lectura no, y en especial la lectura de novelas largas. A los africanos leer siempre nos ha parecido un asunto extrañamente solitario. Nos inquieta. — así se va expresando una novelista australiana, Elizabeth Costello, criatura de J. M. Coetzee —. Cuando los africanos visitamos grandes ciudades europeas como Paris o Londres, nos fijamos en cuánta gente saca libros de sus bolsas y bolsillos en los trenes y se retira a mundos solitarios. Cada vez que sale el libro es como si levantaran un letrero. “Dejadme en paz. Estoy leyendo —dice el letrero —. Lo que estoy leyendo es más interesante de lo que puedes ser tú.”

Bueno, en África no somos así. No nos gusta aislarnos del resto de la gente y retirarnos a mundos privados. Y tampoco estamos acostumbrados a que nuestros vecinos se retiren a mundos privados. África es un continente en el que la gente comparte. Leer un libro a solas no es compartir. Es como comer a solas o hablar solo. No es lo nuestro. Nos parece un poco chiflado. Los africanos no tienen dinero para lujos. En África, un libro debe ofrecerte algo a cambio de lo que pagas por ėl. ¿Qué voy a aprender si leo esta historia?, se pregunta el africano. .¿ Cómo me va a hacer progresar? Podemos deplorar la actitud del africano, pero no podemos pasarla por alto. Tenemos que tomarla en serio y tratar de entenderla.”

 

 


 

(Imágenes —1-Consuelo Kanaga -1948//2-Harold Feinstein -1955)